Como vimos la semana pasada, enfrentarse al poder y promover una determinada conciencia política tiene ciertos peligros. Si hay un cineasta que los haya explorado, ese es sin duda el director franco-griego Konstantinos Gavras, alias Costa-Gavras.
Basada en la novela de Vassilis Vassilikos, Z narra el asesinato de un líder político de izquierdas y su posterior investigación a cargo de un juez de instrucción que tiene que luchar contra la maquinaria corrupta del Estado para poder desentrañar la verdad.
Rodada en 1969, Z es un thriller político que refleja hechos ocurridos seis años antes, cuando Grigoris Lambrakis, político e intelectual de izquierdas, fue atropellado mortalmente en extrañas circunstancias en Salónica al término de su intervención en una manifestación pacifista y antiarmamentística. Todos los parecidos con la realidad son claramente intencionados, como bien se nos explica al comienzo de la cinta: desde los nombres y apariencias de los principales personajes, hasta los escenarios donde se rodó la cinta.
Z posee además ciertos paralelismos con El infierno del odio de Akira Kurosawa en cuanto a la estructura y el ritmo: en una primera parte de la cinta se narran los hechos previos al atropello accidental para posteriormente centrarse en la figura del juez de instrucción y su investigación. El ritmo de la película ancla al espectador a la butaca desde el primer momento, no en vano fue premiada en 1970 con el Oscar a mejor montaje, además del de mejor película de habla no inglesa.
Jorge Semprún y Costa Gavras firman un guion para el cual el célebre Mikis Theodorakis compuso una banda sonora a la medida de las circunstancias. Buenos cocineros todos ellos de una película en la que se denuncian la corrupción del Estado, la vulneración de los derechos humanos y las prácticas de intimidación desde las élites políticas y militares hacia la oposición.
El juez de instrucción del caso, si acaso verdadero protagonista del thriller, hace frente con determinación así como con tretas y argucias ingeniosas, al uso y manipulación del poder judicial por parte del Ejecutivo.
Si bien la película es una clara denuncia de las oscuras prácticas del gobierno y la retórica cinematográfica así lo muestra, el epílogo nos echa encima una jarra de agua fría de realidad. En 1969 Grecia, país al que se hace referencia no explícita, vivía ya los tiempos de la Dictadura de los coroneles (67-74), régimen que se fraguó durante los anteriores años de inestabilidad política en que está basado el relato, y que tuvo la complicidad de Estados Unidos. Era la época de la Guerra Fría y Grecia constituyó uno más de esos frentes de batalla donde diferentes modelos socioeconómicos estaban en conflicto.
Por encima del interesante thriller político que nos propone Costa Gavras, Z es una película que rompe una lanza en pro de la honestidad personal y profesional, de la independencia de pensamiento y de la Justicia, y llama a una profunda reflexión sobre el papel del individuo en la sociedad.
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