Casi doscientas semanas de cine (esta es la número ciento noventa y ocho) dan para mucho. Esta no es, ni mucho menos, la primera vez que el cinefórum de LaSoga se acerca a la actualidad a través del cine: la pasada semana, Marcos García Guerrero nos habló de señoritos, de la caridad de las marquesas y la tragedia de la plebe, que en Los santos inocentes aguanta solo hasta que ya no puede más. Una semana más tarde, decidimos echar un vistazo a la desigualdad del otro lado del charco, inevitablemente marcada por el componente racial de la sociedad norteamericana. Solo tres días después de ver Haz lo que debas, la realidad se empeñó en confirmar la capacidad profética del cine: George Floyd moría asesinado bajo las botas del abuso policial.
Para nosotros, la oleada de protestas que estalló inmediatamente después en EEUU quedó inevitablemente asociada a la película de Spike Lee. No solo por el hecho de que en la película sucede algo endemoniadamente similar a lo que ocurrió en Minnesota, sino porque el director neoyorquino (porque es neoyorquino, aunque naciera en Atlanta) tuvo al borde de los 90 el talento y la frescura necesarias para explicarnos lo que está ocurriendo en toda su complejidad. Para explorar, casi sin que nos diéramos cuenta, el funcionamiento de un sistema de segregación que provoca estallidos cíclicos y cuyas bases se perpetúan en el tiempo.
En Haz lo que debas, Spike Lee tiene la enorme virtud de mirar, al mismo tiempo, desde dentro y desde fuera. Paso a paso, construye con impresiones sueltas y llenas de color el tórrido verano de un barrio negro, repleto de almas con demasiada energía y muy poco que hacer; desde lejos, la suma de esas pequeñas historias conduce sin alardes y sin remedio hacia un roce inevitable, una pequeña chispa que en cualquier otro lugar del mundo (incluso en muchos que son más peligrosos) no tendría la más mínima consecuencia. Aquí, sin embargo, en el mundo de Spike Lee, la desigualdad, la frustración, la alteración del orden y su férreo restablecimiento conocen instintivamente cuál es el vehículo que deben tripular cuando se precipitan los acontecimientos: la cuestión racial ha tenido cabida casi en cada línea de los diálogos y, aun así, solo ha parecido una gran broma latente. Pero cuando algo que está presente en cada conversación estalla, lo hace con tanta fuerza como lo que permanece más oculto.
La gran fuerza de Do the Right Thing, que también podría traducirse como haz lo correcto, tiene mucho que ver con su título. Porque, ¿qué es lo que hay que hacer cuando, una vez más, el mecanismo que ha sometido a los tuyos se lleva por delante una de tus vidas? Spike Lee no tiene ninguna intención de responder por nosotros. De nuevo ambivalente, nos recuerda que los disturbios y los saqueos que siguen a la violencia policial tienen una explicación bien evidente: nos estaremos engañando a nosotros mismos cuando no queramos establecer la conexión entre el asesinato de un negro y la destrucción de la propiedad privada del hombre blanco. Pero también nos recuerda a todos, negros y blancos, protagonistas y espectadores, que de la traducción que cada uno hagamos del título de su película depende lo que sucederá a continuación, lo que ha sucedido ya demasiadas veces. Haz lo que debas. Asume las consecuencias.
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