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El seriéfilo: enero de 2016

El mes de enero nunca es fácil: mes nuevo, año nuevo, el carbón de los Reyes Magos… Todavía estoy preparando un balance de lo mejor que vi el año pasado (aunque, si no me acuerdo dónde he dejado las llaves de casa, como para recordar una serie húngara que vi a mediados de febrero de 2015…) y ya nos toca comentar las novedades de esta temporada. Tampoco es que el ritmo de emisión de las cadenas ayude mucho: el periodo navideño se alarga hasta bien entrado enero y tanto los estrenos como los parones vacacionales hacen que casi no haya series frescas a las que hincarles el diente.

Para superar este impasse (dícese de la situación en la que se encuentra un asunto o problema que no progresa o al que no se le encuentra solución), empezaré recuperando unas cuantas series que fueron emitidas en diciembre, pero no he podido ver hasta este mes; y, para terminar, me concentraré en las purasangre 2016, que han echado a andar con el nuevo año. Espero que así el tránsito seriéfilo entre un año y otro sea lo menos traumático posible. Para que luego digáis que no os cuido.

Pues bien, siguiendo las líneas maestras de este plan maestro, al que, para no dar pistas, llamaré «plan maestro», empezaré con Master of None (Netflix) y Mozart in the Jungle (Amazon), que han estado en mi lista de pendientes hasta la primera semana de enero. Lógicamente, las menciono aquí porque son buenas series. No soy tan maquiavélico como para rescatar series del olvido solo para ponerlas a parir (aunque, pensándolo bien, no es una mala idea…). Master of None es una comedia cínica y por eso me gusta, pero en realidad tiene truco, porque siempre acaba triunfando el buen rollito. A pesar de ello, es tan políticamente incorrecta a lo largo de todos los capítulos que su final amable no incomoda tanto. Que el protagonista principal sea un neoyorquino treintañero, de etnia india (indio de Asia) y que trabaja como actor de anuncios en la televisión es toda una declaración de intenciones. Por su parte, Mozart in the Jungle, tras una primera temporada que se quedó un poco a la sombra de Transparent (también de Amazon) al coincidir con ella en fechas y formato, sorprende con una nueva entrega más sólida, reafirmándose como una buena serie dramática con toques de comedia extravagante, que  consigue transmitir la pasión que sienten los protagonistas por la música clásica. Han cambiado las tornas y esta vez supera con creces a Transparent, que por momentos me recuerda a Girls (HBO): gira y gira una y otra vez sobre sí misma, buscando situaciones rocambolescas que no aportan nada nuevo a la historia.

Como nexo entre 2015 y 2016, una serie que no dejó de emitirse en el cambio de año. En realidad, hay unas cuantas más, pero no tienen tanta calidad: The Expanse (SyFy), a falta de dos capítulos para el final de temporada, me ha sorprendido como una maravillosa serie de ciencia ficción clásica, con dos tramas paralelas que están obligadas a encontrarse. Por un lado, la del detective obsesionado con el caso de una chica desaparecida y, por otro, la oscura conspiración que pretende provocar una guerra interplanetaria. Muy bien ambientada, en ningún momento da la sensación de haberse quedado corta de presupuesto, presentando escenas muy logradas en el espacio exterior.

Metidos ya de lleno en el mes de enero, parece claro que la fantasía adolescente va a tratar de marcar tendencia este año. Son dos las series de ese perfil que nos encontramos, basadas ambas en libros de cierto éxito entre el público juvenil: Las crónicas de Shannara (MTV) se decanta por la fantasía de aventuras en un mundo de elfos, semielfos, druidas, dragones y demás razas imaginarias. Es posible que sea por la edad, pero no me acaba de convencer… Por mucho dinero que se haya invertido en recrear el mundo de las «Cuatro tierras», ni las interpretaciones, ni la ambientación están a la altura. Todo el producto tiene un aroma prefabricado que destroza el resultado final. Y es que hay descuidos imperdonables (si no lo digo reviento) como, por ejemplo, los barriles radioactivos, la cubierta de tractor (o de camión, que no soy un experto en la materia) y el mechero tipo zippo que aparecen en el quinto episodio. No digo que no puedan existir esta clase de cosas en estas tierras élficas, pero, desde luego, pegan más en cualquier película de la saga Mad Max o en los videojuegos de Fallout que aquí.

Por su parte, Shadowhunters (Freeform) apuesta también por la fantasía juvenil, pero esta vez centrada en vampiros, hombres lobo, demonios, hadas y demás criaturas sobrenaturales. Sin mostrar una profundidad apabullante, ni un acabado ejemplar, su estética me recuerda levemente a Buffy, cazavampiros (The WB). Sé que son palabras mayores, pero tampoco las primeras temporadas de Buffy fueron las mejores, así que podemos darle un pequeño margen a esta nueva serie.

La comedia también ha hecho aparición en el arranque de 2016 con la segunda temporada de nuestro querido caballero andante, Galavant (ABC), que sigue en su línea de números musicales jocosos, aunque con menos chispa que la temporada anterior. Pero hay un nuevo representante del humor absurdo: Angie Tribeca (TBS), fiel heredera de la saga Agárralo como puedas (mismo tipo de gags y humor), es, lógicamente, una serie ligera, con capítulos de veinte minutos de duración, pero que cumple con su cometido de entretener. No me arriesgo a decir que también hace reír, porque ya se sabe que esto del humor es muy complicado y a cada uno nos hace gracia una cosa distinta.

Para terminar, vamos a comentar el estreno más esperado: el regreso de Expediente X (FOX) catorce años después de la emisión de su última temporada, la novena. Esta vez solo se producirán seis episodios y, a estas alturas, ya se han emitido la mitad de ellos. Tengo que reconocer que nunca he sido un verdadero fan de la serie. En su momento, veía episodios sueltos y me entretenía. Sin más. Conozco todos los personajes relevantes y, más o menos, el arco argumental al completo, pero no me considero un experto en la serie. Dicho esto, creo que las buenas críticas que está recibiendo la serie se deben más a la nostalgia y a las ganas de volver a ver a los agentes Mulder y Scully que a su calidad real. Porque, francamente, me ha parecido muy mediocre: la química entre los dos protagonistas se ha esfumado y las interpretaciones son bastante justas. Parece mentira que Gillian Anderson sea la misma actriz que hace tan gran papel en The Fall (BBC); la teoría de la conspiración, esta vez, es demasiado tosca y los indicios de fenómenos paranormales nada sutiles. Supongo que las continuas concesiones a los fans son las que hacen que, vista desde una posición lo más objetiva posible, haga agua por todas partes. Lo más destacable de la serie de antaño era ese choque entre la racionalidad de Scully y la fe de Mulder; ahora, los guionistas se cargan esa tensión en el primer episodio. Al final, puede que nos haga ilusión volver a ver a los personajes de antaño haciendo bromas sobre cómo funcionaban las cosas diez años antes, pero lo cierto es que no se ha sabido actualizar la serie a las exigencias actuales. Lo mejor, sin duda, la intro, que sigue siendo la misma de siempre.

Y sin más me despido, que llevo dos días sin encontrar el mando de la tele en mi cueva de 10 m2 y lo necesito para acabar de preparar lo mejor del pasado año. Esto sí que es un expediente X…

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