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El Nicolas Cage que cayó del cielo

El amigacho Cage sigue de faena y continúa participando en proyectos subterráneos que, la verdad, encajan muy bien con su rollito de «estoy demente y disfruto con ello». Después de invertir buena parte de su dinero en comprarse un cráneo de dinosaurio, Nicolas ya no tiene para los cubatas y, por suerte para nosotros, los fans del cine de serie B y lo delirante, ahora se ve obligado a ofrendarnos pelis de lo más gustosas. Cuánto tardará en volver a las pelis de acción cutrosas, donde a mi parecer pinta menos que el enano de Tom Cruise; o a las de chico busca chica, en las que gracias a su cara de psicópata en potencia parece Jack Nicholson declarando amor eterno a la tipa de turno, no lo sabemos. Pero esperemos que se quede un tiempo por estos lares. Dejemos por un momento a Nicolas Cage para no perder cordura y tratemos a otra criatura de los Mitos de Cthulhu, como la del relato El color que cayó del cielo o Que fue a por tabaco y nunca volvió. Escrito, cómo no, por H. P. Lovecraft.

«¿Me quieres decir que no puedo hacer cualquier cosa que me proponga? ¡Por favor, señor Cage, no absorba mi alma a través de sus ojos, se lo ruego»

El relato del genio de Providence (creo firmemente que cada vez que alguien llama así a Lovecraft un shoggoth perece en algún lugar de las estrellas) narra la historia de una familia, los Gardner, en cuya granja cae un meteorito que corrompe y muta la tierra, los animales y las plantas de los alrededores, confiriéndoles un color imposible de definir para el ser humano. Los personajes acaban, como pasa en todos los relatos de Lovecraft, por volverse locos y se utilizan adjetivos como abyecto, innombrable y, sobre todo, el preferido de la crítica, abotargado. Como bien me comentaba Ismael Rodríguez, Profundo de segunda y Cabra oscura de los bosques de tercera, un color (no de los de Plastidecor, si no de los de Lovecraft) es una criatura alienígena, dimensional y muchas cosas chungas más que, una vez ha entrado en nuestras vidas, es imposible de destruir, pues no tiene forma y es invisible. Vamos, como una especie de Mariano Rajoy en horas bajas: solo con una moción de censura ritualística se puede desterrar al malvado engrendro.

«¡Desterrarme a mi! Lo lleváis crudo, majetes. Venga que empiezo: es el vecino el que elige al alcalde…»

La película que nos ocupa maneja estupendamente la inmortalidad del bicho en cuestión. Poco puede hacerse contra un color, excepto aterrorizarle amenazándole con formar parte de un diseño de Agatha Ruiz de la Prada. Milagros, ninguno, así que ya podéis imaginaros que la cosa termina como el rosario de la Aurora. Y eso a pesar de que tienen de su parte a Nicolas Cage.

La cinta comienza con una descripción muy chula, con voz en off, de los parajes boscosos cercanos. El arranque se corresponde bastante con el relato original y, conforme van pasando los minutos, piensas que habría estado bien que se mantuviese en esa ambientación onírica e irreal, porque lo que encontramos en su lugar es un producto plástico y subsidiario del género de terror más visceral. Lo cual no tiene porqué ser malo; esto un deseo personal: me habría gustado que la narración y la fotografía fuese más sosegada, más mortecina y más, porqué no decirlo, similar a la de La bruja de Robert Eggers. Y es que la mayoría de adaptaciones de Lovecraft al cine son todo lo contrario: un festival de casquería, explosiones, personajes extremos y monstruos deformes. Cosa que nos encanta y que en un principio acompaña mejor a la literatura de usar y tirar con la que se ganaba la vida Lovecraft; no obstante, no le habría hecho ascos a a un estilo más contemplativo y atmosférico.

«Señora ¿a que le doy una mezcla de miedo y asquete? Es que yo soy más de Elevated Terror»

Obviando estas elucubraciones místicas, todo se adhiere a la estructura de una producción de serie B o de directo a vídeo, para que nos entendamos. Dicho sea sin ningún sentido peyorativo, por supuesto. Es decir, hay un monstruo que hace cosas de monstruo y unos personajes que lo flipan y van muriendo uno a uno. Estos personajes son los padres, uno de los cuales es Nicolas Cage; y sus hijos, que en general son bastante chungueles. En especial su hija, que es realmente odiosa, engreída, egoísta, tonta, banal, simple, necia, pedante y otras lindezas que quisiera dedicarle. En no pocas ocasiones me vi gritándole a la pantalla cosas como «¡Mala que eres muy mala! ¡Asquerosa!». Su hermano es simplemente un porrero con un perro. Solo le falta la flauta. El nene pequeño, eso sí, es más creíble que sus hermanos gilipollas. Y digo creíble, porque los adolescentes no siempre son un saco relleno de características negativas; lamentablemente, en esta película parece ser que la visión de quienes atraviesan tan problemática edad está un pelín distorsionada.

Siendo sinceros, tampoco es que sus padres sean un dechado de virtudes (los tipos se dedican a comprarse alpacas en vez de invertir en unos muy necesarios electroshocks para sus hijos); pero, en esta ocasión, al menos el estereotipo se corresponde más al típico padre estándar de «quiero mucho a mi familia y debo cuidar de ella a ratos». Mientras tanto, la niña de los cojones, con perdón, sigue dando tanto repelús que te arruina partes de la película simplemente ocupando plano.

Cuando haces un ritual satánico, pero pareces una gótica haciéndose fotos para el Instagram

Quitando ese detalle que, como veis, se me atragantó bastante, Colour Out of Space es una buena adaptación y respeta casi toda la historia original, aunque situándola en la época actual. Lo que no entiendo es por qué los protagonistas no buscan en Google inmediatamente después de que caiga el pedrusco algo como: «¿si toco un meteorito con el pene me quedaré embarazada?». Por lo demás, destaca la manufactura de las criaturas: realmente han conseguido ese aspecto carnoso, viscoso, tentacular y desagradable que tienen las aberraciones de los mitos. Son organismos fusionados en eterna agonía y que recuerdan a los animatrónicos de La cosa, como sucede cuando la madre acaba mezclada con su hijo pequeño. Desde luego, la escena en la que la madre y su pequeño mutan por culpa del color es la más desasosegante y efectiva de la peli, a pesar de que mientras tanto sus familiares hacen esfuerzos un tanto ridículos para ayudarlos. Es algo así como darle una aspirina a alguien que le han bolado la cabeza de un cañonazo.

«Mamá, ¿quieres un vasico de agua? Hija… de…»

El monstruo real de la película, con permiso de Cage, es decir, el color, resulta efectivo y está hecho con cierta pureza técnica. Tiene un color, valga la redundancia, rosado y violáceo que se cuela por todas partes e infecta la granja de los Gardner. Si tu color preferido es el rosa, te va a parecer todo de lo más cuqui.

Pero no podríamos acabar esta reseña sin hablar del verdadero protagonista, Nicolas Cage. El hombre está muy presente en el personaje, en su actuación y por tanto tiene salidas de tono por doquier. Por ejemplo, en una discusión que tiene con su hija hace que te descojones vivo porque ya parece que le conoces de siempre y hace gracia. Sin duda, está más desbocado que en algunas de sus últimas entregas. Uno ya no sabe si es porque se toma a coña lo que hace, cosa que dudo, o porque el pobre cree que lo hace de puta madre y el resto del mundo está equivocado.

Como veredicto final, recomendaría la película a los amantes de Nicolas Cage, que se volverán locos con ella, y también a los de la serie B, que recordarán viejos títulos y fliparán con los bichos que salen. Si te gusta Lovecraft, no te hará perder la cabeza: puede que encuentres una cierta desconexión con el material original. Esto no es Re-Animator, por ejemplo, que cogía cosas de Lovecraft pero luego hace su propio mejunje: aquí se intenta emular el relato y, aunque tampoco querríamos una copia exacta, quizá esperes encontrar un poco de su intención y resultados. Es cierto, hay muchas cosas que entran por los ojos, pero poco de intriga, terror a lo desconocido y aislamiento.

En resumen le doy tres alpacas y media, el animal del futuro. Bye.

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7 comentarios

  1. No soy un experto, pero no comprendo muy bien la crítica que se hace de la película. En ocasiones parece una crítica en clave de humor, pero se torna despectiva con ciertos aspectos que no han gustado de la película. Todo ello sin encontrar resquicio alguno para no dejar varios spoilers…
    Lo dicho, no lo entiendo. Yo he visto la película y es un intento muy decente de provocar desasosiego a través de los típicos clichés del universo de Lovecraft. Creo que la película merece otra crítica diferente (no se si mejor o peor, pero diferente).

  2. Creo que faltó decir lo fundamental: Nicolas Cage es, y siempre fue, un actor COMO LA COPA DE UN PINO. La combinación prudente entre Kinsky en horas bajas y Rourke en altas (sea lo que fuere que ello signifique). Simplemente ¡el puto amo!

  3. Danieru mi intención es hacer una crítica gamberra y coñona siempre. En las que verás mucho los términos caca culo pis y algún chiste de pedos eventual. Si cualquiera de estas cosas te incomoda o te provoca estrés o malos sueños te recomendaría que siguieses poniendo lo q te incomoda al respecto sobre tan desagradable asunto para en la medida de lo posible no utilizar tales términos inadecuados y enemigos de la moral. Quizás algún día leas teta o gilipollas y tb te provoque una gran desazón pero no sufras, no son reales.
    Un saludoooor

    1. Hola! Realmente los términos que usas no creo que me incomoden tanto como la actuación de la chica a tí. Eso sí me ha incomodado más, no se por qué… bueno, eso, y que hay demasiados spoilers para mi gusto.

  4. Al fin pude verla (bueno, y leer tu crítica). Es cierto todo lo que dices: serie B en estado puro, un más que digno intento de hacer algo con entidad sobre el siempre delicado material lovecraftiano. A mí no lograba engancharme demasiado al principio, si te soy sincero; pero con el asunto de la madre y el hijo pequeño, es como si de repente dijera: «Vale, tienes toda mi atención», y a partir de ahí la cosa no hace sino mejorar. Mención especial, por cierto, a esa escena en el coche del tito Nicolas, solo superada por la del baño en «Mandy», o la de la visión del mundo del Color. Canela en rama, amigo.

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