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Elecciones en Colombia: no están las FARC pero sigue la guerra – 6 de junio de 2018

Las elecciones de Colombia transcurren con esa indiferencia que causan en el norte las muertes anunciadas. Ganará Iván Duque, presagian las encuestas, y con eso vale en las cancillerías para no soplar las trompetas del apocalipsis en prime-time. Duque, abogado, estudiado en Georgetown y Harvard. Camisa bien planchada, senador, criatura de Álvaro Uribe Vélez, pistolero neoliberal que acosó a la guerrilla, regó el país de pesticidas para matar de raíz al narco y a la selva, y por fin se plantó ante el insolente Hugo Chávez. El probable futuro presidente ya ni reclama a Bolívar, pues en mala hora cabe invocar al Libertador en una Colombia esclava de la guerra.

Iván Duque votó contra los acuerdos de paz con las FARC porque aquello, según él y los millones a los que sedujo, eran una rendición. Más bala pedían Duque y su mentor Uribe, que ganaron el plebiscito aunque luego la paz llegó porque para algo se la había reconocido con un Nobel. Enfrente tiene a Gustavo Petro, exguerrillero y exalcalde de Bogotá, «amigo de los terroristas», dicho en ese tono marcial que nos sale en lengua española cuando el establishment apela a las vísceras de los vivos y, sobre todo, de los muertos. De esos también hay en esta campaña: siete líderes sociales han sido asesinados en siete días. La paz en Colombia es una idea frágil como la hojarasca.

Colombia es una potencia militar, como la quieren sus élites de espada y cruz todavía presididas por Juan Manuel Santos. El futuro ex ha decidido que el país se integre en la OTAN como socio global. El coronel al que escribirán sus mandos del norte es en realidad general y se llama Óscar Naranjo, vicepresidente con galones después de pasar por México como asesor en otra guerra eterna y fallida contra el narco. Naranjo fue el militar que dio caza a Pablo Escobar, ese personaje que fascina en serie como los asesinatos de amor y otros demonios. Colombia será un país policía, un «mar cerrado cuyas llaves pertenecen a Estados Unidos». La geopolítica no está reñida con la lírica.

Escribía Gabriel García Márquez, el colombiano más importante del siglo XX junto al guerrillero Marulanda y el narco Escobar, que no había en su país una fortuna que no tuviese a su espalda un burro muerto. El escritor no creía mucho en el realismo mágico que le etiquetaban los periodistas. Sí es cierto que, según él, «la verdad no parece verdad simplemente porque lo sea, sino por la forma en que se diga». De ahí su preferencia por la novela, que tendemos a creernos «más que la realidad».  Más aún cuando esa realidad está maltratada por machetes, cañones y droga para la vida gris. Ese empeño por la poesía en Colombia debe ser una forma de cuidarse el corazón para no pudrirse vivos.


Notas de Extramuros es una columna informativa de Siglo 21, en Radio 3. Puedes escucharla en el siguiente audio y acceder al programa pulsando aquí. También puedes revisar todas las Notas de Extramuros en este tumblr.

Víctor García Guerrero
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