En defensa de Dios: filosofía, ciencia y religión
No se alcanza a Dios por medio de la razón, decía el filósofo. Llega un momento en el que, al avanzar respecto de la idea de Dios, es necesario dar un salto de fe. Muy razonablemente, el filósofo planteaba que para ciertas cuestiones la lógica y los conocimientos empíricos son insuficientes; que son necesarios otros atributos humanos como la intuición o la certeza íntima en ausencia de un fundamento externo racional. Si bien la intuición sería una forma de razonamiento lógico inconsciente, la fe o convicción irracional procedería de un proceso de iluminación o revelación por encima o al margen de los procesos mentales al uso. La opinión de Jaspers viene a constatar que la filosofía no ha podido fundamentar la existencia de Dios y a resaltar que los intentos de pensadores cristianos como San Agustín y Santo Tomás de Aquino, en ese sentido son más bien un artificio cuando no un ingenuo ejercicio de la falacia; no obstante, hay que tener en cuenta que, aunque no la filosofía, sí ciertas corrientes o autores, algunos dentro de la nueva era, se han ido aproximando en los últimos tiempos a una puesta de largo de la hipótesis de Dios bajo postulados científicos.
Las idea de inconsciente freudiano y, en mayor grado, la de inconsciente colectivo junguiano, vendrían a situar el concepto Dios en el terreno de lo psíquico y en cierta medida dentro del campo de la psicología. Este punto de vista podría causar rechazo a teólogos y personas religiosas, que resaltan lo inaprensible de la idea de Dios; sin embargo, supone un puente por el cual transitar desde una visión materialista a otra más metafísica. Desde posiciones más inscritas dentro de la ciencia, aunque no en las corrientes convencionales, podemos encontrar la idea de los memes y más especialmente la de los campos mórficos de Rupert Sheldrake, que representarían entidades intangibles que desempeñarían un papel relevante como conformadores de la opinión y direccionadores de la conducta (aunque supongo que a Dawkins le horrorizaría que su idea de los memes sea incluida dentro de los conceptos precursores de la idea de Dios). En biología podemos encontrar como parangón el concepto de instintos, que sin estar ubicados en un lugar físico concreto ofrecerían esquemas y pautas, a veces muy complejos, para la acción dentro del reino animal (recordad que los humanos somos animales y que por lo tanto también tenemos instintos, aunque queden solapados bajo una gruesa capa de educación y de cultura).
Aunque en su origen presocrático la filosofía es ya un intento de explicar la realidad sin apelar a la idea de Dios, la concepción mitológica aún impregna su punto de vista y, durante la Edad Media, está imbuida del concepto Dios en sus distintas concepciones. En la India, la religión todavía hoy se amalgama con la filosofía y en Occidente, hasta la escuela del existencialismo, los conceptos espíritu y ser se hallan bien presentes. Es en Descartes donde se produce el punto de inflexión en el cual el filósofo comienza a dudar de todo y a no dar por supuesta la existencia de Dios, iniciando como algunos consideran la Modernidad, caracterizada por la nueva fe en la razón y en la ciencia. Sin embargo, el pensamiento de Descartes ya lleva en sí mismo su semilla antitética, pues además de la fe en la razón introduce como eje la subjetividad, que impulsaría las corrientes liberales y el propio sistema capitalista. Kant posteriormente aboliría los hechos externos como independientes del observador y Kierkegaard culminaría el punto de vista en el que prevalece lo individual, inaugurando la era de la Postmodernidad, en la que el discurso lógico y científico quedarían en entredicho, pues la realidad sólo existiría desde una visión subjetiva y desde una multiplicidad de narraciones particulares.
En la Postmodernidad contemporánea, y no precisamente en la del constructivismo francés sino en la que resurge el pensamiento holístico y la psicología de la nueva era, es en la que podemos encontrar un fundamento menos cómico que los esfuerzos filosóficos de San Agustín para la existencia de Dios. Desde una perspectiva científica, algunos investigadores se aproximan a los fenómenos telepáticos y sincrónicos para resaltar que el sistema nervioso y la mente individual pueden ser la expresión de lo psíquico en general (podemos encontrar un buen repaso de estos esfuerzos investigadores en los libros de Lynne Mctaggart). Los estados de conciencia alterados son utilizados por autores como Stanislav Grov para apoyar la existencia de otros planos de realidad en los que la información esté presente por encima de las barreras de tiempo y espacio. De manera relevante, Ervin Laszlo, en base a información científica, construye una teoría en la cual un campo de información (akáshico) en un nivel cuántico de la materia es el conformador de todos los fenómenos en el universo. Observaciones teóricas como el ajuste fino en los inicios del universo o el proceso de evolución de las especies darwiniano ponen de relieve la ínfima probabilidad de que los sucesos se produjesen como se produjeron, si no hubiera habido un factor direccionador, un campo cuántico informacional o, dicho de otro modo, un elemento controlador para un diseño inteligente en los procesos de la materia y de la vida. Esta perspectiva holística y de una nueva espiritualidad causa gran inquietud en quienes atados a la Modernidad, aún poseídos por el sueño cartesiano y aristotélico de conocer la realidad por medio de la lógica y de la ciencia, luchan contra aquellos otros anclados en un punto de vista religioso tradicional en el que están presentes las más delirantes interpretaciones literales de textos sagrados con miles de años de antigüedad. Sin embargo, desde estos pensadores en los bordes de la ciencia convencional y desde las corrientes de la nueva era, se habla de la necesidad de un cambio de paradigma científico, que corrija la perspectiva causal reduccionista e incluya fenómenos considerados paranormales dando lugar a una visión en la que ciencia y religión no se opongan, en la que la materia vuelva a ser la expresión de ese otro factor espiritual que siempre ha estado presente en la mente humana.
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