Exterminio silencioso en Colombia – 10 de junio
En Colombia asesinan a un líder social al día. Hernán Fajardo Figueroa, Arnovis Bran Piedrahita, Diego Alejandro Núñez, Guillermo Jojoa Jamioy, Edison León Pérez. Por citar a cinco de la semana pasada. Hay que sumarlos a los cientoveintiuno que cuenta este año Indepaz, Instituto de estudios para el Desarrollo y la Paz. En la columna de la izquierda, el número; después, el nombre; luego fecha, municipio y departamento. Por último, ocupación: sindicalista, indígena, campesino; líder cívico o comunal. También se relacionan sus familiares asesinados: ocho. Y los guerrilleros que entregaron las armas: veinticinco. Hay cadáveres en todo el mapa de Colombia, de Nariño a Barranquilla.
El asesinato de líderes sociales es una práctica sistemática en Colombia, modelo de democracia en América Latina, según el faro de la libertad en la región. Dijo Estados Unidos cuando fue elegido el presidente Iván Duque: «Colombia continúa siendo un ejemplo de los ideales que inspiran nuestro hemisferio: la democracia a través de elecciones libres y justas; respeto por la voluntad de la gente; y protección de las libertades fundamentales de asociación y expresión». Salvo si uno se llama Jorge Enrique Oramas, lucha por el medio ambiente y vive en Cali. Entonces lo asesinan a sus setenta años en su propia casa por denunciar la minería ilegal. Este es el muerto ciento dos de 2020.
La Organización de Estados Americanos no habla del exterminio de líderes indígenas, campesinos y ecologistas en Colombia. A cambio, ha designado al presidente Duque para liderar su Carta de Desarrollo Empresarial, que es el plan con el que la OEA quiere «reordenar las economías latinoamericanas». Aseguran que será con «responsabilidad social», lo cual no podrá descifrar Jenny Katharine López Narváez, porque la mataron junto a su familia en Mercaderes. Tenía quince años y murió por ser nieta de. Pero tiene suerte, porque a su presidente lo definen sus amigos como «muy sensible, muy generoso». Los asesinados deben morirse tranquilos.
Como Julio Humberto Moreno Arce, defensor de los derechos humanos cuyo cadáver apareció discreto en medio de un pastizal en el municipio de Buenos Aires del Cauca. La muerte en Colombia parece silenciosa porque no se oye entre los árboles caídos del bosque latinoamericano. Los tiros y machetazos contra la carne se quedan como amortiguados: hay tanto ruido en las narcoaventuras de Netflix. No se hacen series sobre esta matanza diaria de gentes que se llaman Omar, Edwin o María Kelly. Hay un desprecio de raza y clase en ese silencio, en esa política criminal que planea una prosperidad de sangre sobre una selva de ataúdes.
Notas de Extramuros es una columna informativa de Siglo 21, en Radio 3. Puedes escucharla en el siguiente audio y acceder al programa pulsando aquí. También puedes revisar todas las Notas de Extramuros en este Tumblr.
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