Haberlas, haylas: el mito de las primas a terceros en el fútbol español
Como las meigas, nadie parece creer en ellas, pero haberlas, haylas. Las primas a terceros son uno de los grandes mitos del fútbol español, un fantasma que sobrevuela estadios, vestuarios y noticias de prensa cada vez que la competición liguera encara sus últimas y decisivas jornadas. En realidad, su existencia está más que probada, pero se mantienen semiocultas en ese limbo invisible en el que cohabitan las inmundicias morales del fútbol, entre partidos amañados, evasiones fiscales y apretones de manos interesados.
Hay quien las defiende: no es lo mismo cobrar por dejarse ganar, que hacerlo precisamente para ganar. Como si el futbolista debiera necesitar (más) incentivos económicos para hacer su trabajo. Según esta premisa, habría que regularizarlas, lo que de facto significaría aceptar la evidencia que subyace en su existencia no reconocida: en el fútbol las diferencias deportivas también se marcan en las cloacas. Porque donde no llega el balón, siempre llega el dinero.
Los triunfos de los clubes humildes tienen doble mérito. Los clubes acaudalados, además de contar con el dominio de los despachos, juegan en el césped con las cartas marcadas de un mercado futbolístico solo a su alcance y con el as en la manga de la mercadería de estraperlo, aquella que cuando es necesario les permite la contratación temporal y clandestina de mercenarios ajenos a su guerra pero que ayudan a ganarla. Soldados de fortuna al mejor postor que hacen su trabajo y se van. Hacia otras guerras y otras batallas. Siempre a final de temporada.
Deberían regularizarse las primas a terceros. Hacerse oficiales. Pero a diferencia de la legalización de las drogas, que según quienes la defienden argumentan solucionaría el problema de la violencia que acompaña al narcotráfico, la regularización de las primas a terceros no tendría fines higiénicos, si no terapéuticos. El mundo del fútbol no ganaría en salud, pero sí en honestidad. La honestidad de conocer el verdadero lodazal en el que se disputa el partido.
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