Los generales de Pakistán dieron un golpe de Estado a cambio de armas para Ucrania y un préstamo del FMI. Lo revela un reportaje de The Intercept: testimonios y documentos demuestran que Estados Unidos presionó a los militares pakistaníes para que enviaran armas a Kiev, a lo que se oponía el gobierno de Imran Khan. Los uniformados recibieron el empujón de Washington para cesar al jefe del Ejecutivo: enviaron las armas y llegó el dinero del Fondo Monetario Internacional: los defensores de la patria han alquilado la soberanía de su país por un puñado de dólares.
El oro del FMI nunca sale gratis y las reformas obligadas del préstamo están provocando protestas en Pakistán desde hace meses. Todo sigue adelante. También ha habido manifestaciones por el cese del hasta entonces popular primer ministro. Imran Khan pagó con su puesto y unas semanas de calabozo la osadía de buscar una posición neutral para Pakistán en el dominó global de la guerra de Ucrania. En palabras de Arif Rafiq, del Middle East Institute, «la premisa es que tenemos que salvar a Ucrania, y este país asiático marrón tiene que pagar el precio». De la necesidad, servidumbre.
Defender la soberanía de Ucrania frente al invasor, dice que hace Occidente. El FMI también presta a Kiev a cambio de reformas destinadas a pagar la deuda. «Todo se puede sacrificar por la integridad territorial», me dijo el politólogo Vadim Karasev en un parque de la capital: temía que el precio de las fronteras fuera un país endeudado de niños y viejos. La deuda es la única soberanía que se puede cuantificar. Y para países como Ucrania o Pakistán, los prestamistas mayoritarios son el FMI y el Banco Mundial, y Wall Street y la City: el colonialismo ni se crea ni se destruye.
Imran Khan fue capitán del equipo de criquet de su país. Es lo más cerca que se puede estar de ser un dios de carne y hueso en la tierra de los puros: Pakstan. Otra forma de ver el nombre es como acrónimo: P de Punyab, A de Afgania, K de Kachemira, S de Sind y stan por Baluchistán, las provincias del norte del dominio británico, que desde Victoria hasta la independencia se llamó Raj: el reino. Albión se fue de allí levantando una frontera entre India y Pakistán. La partición costó dos millones de muertos y catroce millones de refugiados. Los cadáveres son menos soberanos cuando no son blancos.
Extramuros es una columna informativa de Efecto Doppler, en Radio 3.
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