Hace casi medio siglo que el cuerpo sin vida de Luigi Tenco fue hallado en la habitación 219 del Hotel Savoy, en San Remo. El cantautor, diestro, aún sostenía con su mano izquierda el revólver Walter PPK calibre 7 con que se disparara en la sien. Sobre la mesa de noche uno de sus pies, una botella de aguardiente, una caja de calmantes y una nota manuscrita: «Quise al público italiano y les dediqué inútilmente cinco años de mi vida. No hago esto porque esté cansado de mi vida (al contrario) más bien como acto de protesta contra un público que manda a la final Io tu e le rose y una comisión que selecciona La rivoluzione. Espero que sirva para aclarar las ideas a alguien. Adiós. Luigi». Ciao amore, ciao, la canción que había presentado junto a la cantante Dalida, su pareja por aquel entonces, no había pasado la repesca del decimoséptimo Festival de la Canción de San Remo.
Cinco décadas, junto a una penosa instrucción del caso, han dado para especulaciones de todo tipo respecto a su muerte. Se habló de un marido celoso, de un intento de robo que se fue de las manos, de un ajuste de cuentas con la mafia, de asesinato político por militancia en el partido comunista. El festival debía continuar, y la policía no actuó diligentemente. Se retiró el cuerpo a la morgue para realizar una autopsia exprés, tras la cual se devolvió el cuerpo a la habitación para que fuera fotografiado por la prensa. No se analizó el arma ni se tuvieron en cuenta ningún tipo de pruebas forenses, San Remo continuó, y el caso se cerró. Luigi Tenco quedó para la historia, para la leyenda. Se fue lejos, como dice su canción, a buscar otro mundo.
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Para ser exactos, en español, a diferencia del italiano, solo es revolver si tiene tambor. En este caso deberíamos hablar de un arma de fuego semiautomática. Por el resto chapó, gracias por la historia y la canción.