Miscelánea lovecraftiana y cthuloidea: La última fiesta de Arlequín, de Thomas Ligotti
A Thomas Ligotti lo conocimos casi todos gracias a True Detective. En su primera temporada disfrutábamos del personaje de Rust Cohle, un pesimista absoluto que cautivaba al espectador. No tardamos mucho, de todos modos, en descubrir que al parecer casi toda esa filosofía derrotista no era más que una versión poco disimulada de la que mostraba Ligotti en su obra La conspiración contra la especie humana, hasta el punto de que algunos de los seguidores del escritor de Detroit se dedicaban a buscar los momentos en los que Nic Pizzolatto parafraseaba el libro.
Lo curioso es que puede que Ligotti también trajera consigo las referencias lovecraftianas de True Detective, con El rey de amarillo y su ciudad de Carcosa a la cabeza. Porque Ligotti es un autor netamente lovecraftiano en muchos momentos, tanto por su temática como por una parte de su estilo. Es la suya una escritura densa, llena de soliloquios y tendente a un excesivo preciosismo que algunos podrían emparentar con el gusto de Lovecraft por los adjetivos más ignotos del inglés. Sin embargo, eso suele ir acompañado de una ausencia de verdadera acción que nos que recuerda que la necesidad de escribir para las revistas pulp hacía que Lovecraft siempre tuviese que añadir algún momento más movido o alguna novedad inesperada que diera vida a su obra.
Dentro de la obra de Ligotti merece la pena pararse, al menos para los seguidores de Lovecraft y sus Mitos de Cthulhu, en el que el propio autor considera el primer relato del que no se sintió avergonzado tras escribirlo. Estamos hablando de La última fiesta de Arlequín, cuyo título original es The Last Feast of Harlequin y que en ocasiones ha sido traducido como La última fiesta de arlequín (la falta de la mayúscula final podría tener más miga de lo que parece) y El último festejo de Arlequín. La última traducción publicada usa el primer título presentado y está presente en el tomo Grimscribe. Vida y obras que publicó en España Valdemar, auténtica valedora del autor en castellano.
El relato de Ligotti es interesante para los aficionados lovecraftianos por ser un hijo bastardo de dos de las obras centrales del ciclo de los Mitos: El ceremonial y La sombra sobre Innsmouth. De la primera toma su punto de partida, con un extraño festival que tiene lugar en una pequeña y tranquila ciudad, permitiéndose el lujo de hacer una referencia bastante sutil a que podría ser que la particular festividad que tiene lugar en Mirocaw tuviese su origen en otra semejante de Nueva Inglaterra. De La sombra sobre Innsmouth toma la situación del viajero que llega a una ciudad en la que todo le resulta extraño e incomprensible, sobre todo en el terreno humano. Los dos ficticios autores se encontrarán con un ambiente opresivo y ajeno, que parece tratar activamente de expulsarlos de la ciudad. Pese a eso, y a que muchas veces nos vamos a acordar de las peripecias del narrador lovecraftiano, es cierto que el mundo de Ligotti es más solitario y personal que el del autor de Providence. No hace falta que el pueblo haga gran cosa para que nuestro protagonista, sin nombre al igual que el de Lovecraft, empiece a temerse lo peor y a ver peligros a su alrededor.
En esencia, la historia de Ligotti no pasa de una simple anécdota. Un profesor de antropología obsesionado con el tema de los payasos descubre que en un pequeño pueblo del centro de Estados Unidos pervive un extraño festival centrado en esa figura. De ahí su viaje a Mirocaw y sus intentos de descubrir qué hay tras esa fiesta extraña que ha descubierto, incluyendo algunos descubrimientos de carácter personal que también nos recuerdan a los que suelen realizar los protagonistas lovecraftianos, aunque esta vez no sean tan devastadores como suele suceder en el autor de Nueva Inglaterra.
El objetivo de Ligotti durante La última fiesta de Arlequín es incomodarnos mediante lo desconocido y lo incomprensible. Gracias a un personaje ajeno a lo que sucede en Mirocaw podemos compartir la sorpresa del protagonista, incapaz de entender qué sucede a su alrededor y, a su lado, sentir la necesidad de saber qué ocurre en la ciudad. El mundo de Ligotti está en esta ocasión plenamente integrado en los Mitos, en sus verdades que destruyen nuestra concepción del universo, acabando con nuestra propia naturaleza.
No es baladí el que el relato esté dedicado de manera explícita a Lovecraft, auténtica referencia clave para entender a un Ligotti que recicla su obra y la trata de llevar a la contemporaneidad, un lugar en el que los narradores son mucho más conscientes de su propia naturaleza y el mundo se ha vuelto un lugar menos divertido. Salvo por algunas extrañas escapadas a lo fantástico, como la tristemente muy esquemática Nethescurial, los relatos de Ligotti son un ejemplo de narraciones en las que no pasa gran cosa y raramente nuestro protagonista termina cerrando su propia historia, a menudo convertido en poco más que un espectador.
La última fiesta de Arlequín evita algunos de los peores tics de su autor, aunque no todos, convirtiéndose al mismo tiempo en un interesante relato para aquellos que tengan curiosidad por la obra del de Detroit y una buena referencia para aquellos que quieran comprobar la vigencia de la influencia de Lovecraft en el terror actual. Tal vez aquellos que dicen, siguiendo al Washington Post ni más ni menos, que el autor es «el secreto mejor guardado de la literatura de horror contemporánea» exageren, pero al menos enfrentarse a sus textos es interesante y propone unas relaciones textuales y temáticas con Lovecraft que resultan de lo más notables.
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A mí el relato lovecraftiano de Ligotti que más me mola es «El Tsalal». Te lo recomiendo con insistencia. Y bueno, mi propia entrada sobre el depresivo de Detroit, jeje: https://www.google.com/amp/s/escribirdepuntillas.wordpress.com/2017/05/31/2135/amp/
Tomo nota, por supuesto. Leerte siempre es un placer, a ver si la próxima vez que te acerques avisas con algo de tiempo y nos montamos una tertulia literaria terrorífica en condiciones.