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Naves de guerra, monstruos silenciosos – 14 de noviembre

Marruecos se ha convertido en un puerto seguro para las armas con destino a Israel. El Maersk Denver ha hecho escala en Tánger y ahora cruza el Mediterráneo hacia Levante. Partió de Nueva York cargado de bombas, misiles y otras armas suministradas por Estados Unidos a su portaaviones terrestre en Oriente Próximo. España rechazó la escala porque podría colaborar con el genocidio de Palestina. Marruecos, aliado fiel de Washington y Tel Aviv, no tiene esos escrúpulos. Maersk, mucho menos: el transporte de la muerte es uno de los pilares del negocio de la mayor naviera del mundo.

Maersk niega que su barco cargue armas. Pero según Progressive International y Palestinian Youth Movement, citados por la periodista Olga Rodríguez, el Maersk Denver y el Maersk Seletar, otro buque desviado a Marruecos, llevan vehículos militares como el Namer APC, con el que Israel introduce a sus tropas en Gaza. La naviera está escandalizada porque dice que la carga es legal. La compañía tiene un código de conducta en dieciséis idiomas, pero en ninguno se usan las palabras guerra o arma. El único delito que figura es el fraude: al capital le importa, sobre todo, la propiedad.

Maersk lleva la bandera de Dinamarca por los siete mares. Como Lego y Carlsberg, pero en forma de buques y contenedores. Sus dueños son la familia Møller, riquísimos herederos de un imperio fundado a finales del siglo XIX. La Segunda guerra mundial destruyó buena parte de sus barcos, pero la Guerra fría reflotó a la compañía. Maersk es hoy uno de los principales transportistas de la flota imperial estadounidense. Las guerras de Irak y Afganistán suponían, cada año, cientos de millones de beneficios. Ucrania e Israel mantienen el flujo: el vínculo transatlántico es un container de dinamita.

La nave Nostromo es propiedad de la compañía Weyland-Yutan en la película Alien, de Ridley Scott. La teniente Ripley odia a la corporación que conduce al carguero espacial al encuentro fatal con la criatura. El personaje de Sigourney Weaber cree que los ejecutivos de la empresa son peores que el xenomorfo: a los alienígenas no los ve «joderse unos a otros por un puto porcentaje». Los márgenes de la guerra se quedan en las manos de los mercaderes, ajenos a los cadáveres que causan sus cargamentos; ocultos y neutros en el container, monstruos silenciosos como el espacio donde nadie puede oírte gritar.


Extramuros es una columna informativa de Efecto Doppler, en Radio 3.

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Víctor García Guerrero
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