Seriéfilo: agosto de 2020
No hay nada que logre regar el erial del mes de agosto. Ni siquiera una pandemia mundial. Confiaba en que las cadenas se animasen con la producción, por aquello de que la gente se iba a quedar en casa para evitar contagios, lo cual a su vez aumentaría el consumo televisivo… Pero no va a ser posible. Ni ha habido más estrenos, ni la gente se ha encerrado en casa. Más bien al contrario. ¿Qué podría solucionar el terrible problema de la ausencia de estrenos en agosto? ¿Quizás una glaciación? Mientras esperamos la improbable bajada de temperaturas extremas en el mes más caluroso del año, vamos a tirar de la vieja normalidad: comentar las pocas novedades que nos hemos podido llevar a la boca y completar el mes con esas series que se me fueron quedando atrás sin saber muy bien por qué. De una u otra forma, cada mes del año está repleto de calidad. Vamos allá.
Netflix sigue su tradición de estrenos estivales, aprovechando que el resto de sus competidores están tomando el sol en la playa. Esta vez, su apuesta es la segunda temporada de The Umbrella Academy, una serie que, a pesar de sus problemas de guion, tenía unos personajes entrañables y una realización inspirada que auguraba un crecimiento exponencial. Lamentablemente, la segunda entrega replica las mismas virtudes y defectos del estreno, lo cual nos deja como estábamos: ante una serie notable y sólida en su producción, con diálogos salpicados de un humor gamberro y resultón y una buena química entre los protagonistas, pero con un lado malo en forma de enormes agujeros de guion, tramas secundarias insulsas y una sensación de déjà vú constante de haber vivido la misma historia con anterioridad.
Como si de un blockbuster veraniego se tratara, The Umbrella Academy entretiene mientras la estás viendo, e incluso invita a tragársela en un maratón seriéfilo, pero no deja poso y se olvida tan pronto como apagas la tele. Esperemos que en su tercera temporada sea capaz de dar ese salto de calidad necesario para llegar a ser una serie top.
Con nocturnidad y alevosía se estrenó la tercera y última temporada de la danesa The Rain (Netflix), serie postapocalíptica con una premisa atractiva: un virus letal que se transmite por la lluvia. La idea está poco desarrollada y eso permite que la primera temporada sea muy entretenida; pero, a partir de ese momento, la trama empieza a mostrar las costuras con cada capítulo que pasa. El experimento llega al culmen de su falta de imaginación en los episodios finales, con un guion poco inspirado y predecible que termina de echar por tierra de forma definitiva aquella, a priori, interesante idea inicial.
En este desierto veraniego, destaca una serie que ha provocado cierta polémica: me refiero al reboot por parte de HBO de Perry Mason, célebre abogado creado por la pluma del escritor Erle Stanley Gardner en los años 30 y que regentó una longeva serie de televisión entre finales de los años 50 y mediados de los 60. La principal crítica de los masoniers es que el personaje interpretado por Matthew Ryss no se parece en nada al original. En esta polémica no puedo entrar, puesto que yo lo descubrí a mediados de los años noventa a través de los chascarrillos de Chiquito de la Calzada y sus continuas apelaciones a su pericia judicial. Ya saben: «esa multa no te la quita ni Perry Mason, jarl», etc.
Obviando esas comparaciones con el original, Perry Mason es una oda de amor al cine negro de los años 40 y 50. Con los estándares de producción a los que nos tiene acostumbrados la cadena, la serie de HBO refleja los contrastes de una ciudad como Los Ángeles entre los estragos del Crack del 29, que arrastró a las clases populares a la pobreza, y los florecientes negocios del petróleo y el cine, que otorgaban una vida de lujos a una pequeña minoría. Mason se mueve entre estos dos ambientes, ambos plagados de corrupción, tratando de resolver un caso muy mediático y escabroso: el asesinato de un bebé tras un secuestro fallido. La ambientación, la música y las interpretaciones, perfectas, van cociéndose a fuego lento. Puede que incluso demasiado para aquellos que no disfruten contemplando los detalles que ofrecía la ciudad de Los Ángeles de la época: la corrupción policial, el auge de la prensa sensacionalista, los predicadores y los charlatanes, el machismo, el racismo, los fraudes… Todos estos ingredientes están presentes y se mezclan de forma magistral en esta reinterpretación de la historia del famoso abogado. ¿Que no se parece al original en nada? Ni lo sé ni me importa: este Perry Mason es bueno, muy bueno, y merece la pena disfrutarlo.
Pero, como señalaba al principio, aprovechando la pachorra veraniega de las cadenas y que falta menos de un mes para que se celebren los premios Emmy, voy a comentar algunas series nominadas que por falta de tiempo no pude ver en su momento.
La tercera temporada de El cuento de la criada (Hulu) no está mal, pero no tiene una historia a la altura de la primera ni un aparato visual superior a la segunda, por lo que da la sensación de estar perdiendo fuelle. Manteniendo una producción de un nivel más que notable, es, en mi opinión, la más descolgada de las nominadas a mejor serie dramática, quizá junto a la deslavazada temporada de Killing Eve (BBC America).
Por otro lado tenemos a Pose (FX), que, aunque este año solo mantiene las nominaciones a mejor actor principal (en la que ya se impuso el año pasado su protagonista, Billy Porter) y las de apartados creativos como vestuario, peluquería y maquillaje, es una serie que merece la pena. Quizá leyendo su sinopsis pueda parecer aburrida, pero nada más lejos de la realidad: apartad a un lado los prejuicios y dejaos llevar por el torrente de emociones que os embargarán mientras os adentráis en la comunidad transexual de Nueva York, principalmente negra y latina, de finales de los 80 y principios de los 90. Aunque la serie gira en torno a la cultura de los ballrooms, eventos festivos en los que se bailaba, desfilaba, se hacían playbacks y performances, a partir de ahí nos descubre unos personajes maravillosamente construidos: todos resultan tremendamente humanos, pero sin caer en la complacencia, y logran abrirnos la puerta de uno de los colectivos más marginados y despreciados por la sociedad. Sin duda, una de las producciones del pasado año que más me ha impactado y sobre la que sinceramente no albergaba ninguna expectativa.
En un caso similar en cuanto a sus nominaciones se encuentra Euphoria (HBO). La gran nominación de la serie es para la jovencísima Zendaya, que opta al premio a mejor actriz. Simplificando, podríamos decir que Euphoria es la hermana gamberra de Por 13 razones (Netflix): ambas son dramas adolescentes y tocan prácticamente los mismos temas. El principal cambio es la forma de aproximarse a ellos, ya que en esta ocasión se va mucho más al límite, reventando todo posible parecido con cualquier otra serie del género. La producción de HBO hace hincapié en la identidad sexual, en la confusión de la adolescencia, las drogas, las gestión de las expectativas, los sentimientos encontrados… Todo con el efecto amplificador de las nuevas tecnologías que hasta hace no tanto eran una quimera: móviles, Internet, redes sociales, apps de contactos… Un viaje al infierno cotidiano de la adolescencia de la mano de una quinceañera adicta a toda clase de drogas. Casi nada.
Para ir acabando, acerquémonos por un momento al terreno de la comedia. Comentaba hace unos meses que 2019 había sido un gran año para el género, con estrenos de gran calidad y muy variados. Teníamos ganas de ver las segundas temporadas de muchos de estos proyectos y empezamos el año con el regreso de El método Kominsky (Netflix). Ya en abril, repetimos con Rick Gervais y su After Life (también de Netflix) y la inclasificable Lo que hacemos en las sombras (FX). Este mes le toca a Ramy (Hulu), la hilarante comedia que sigue la vida de un joven estadounidense de confesión musulmana en su intento por mantener el equilibrio entre el respeto a su religión y el día a día en su Nueva Jersey natal. Por desgracia para él, todos sus intentos por bucear en los secretos del Islam suelen acabar muy mal. Esta segunda temporada mantiene un nivel sobresaliente, consiguiendo conjugar la comedia y la religión sin resultar ofensiva. Destaca la incorporación al elenco del galardonado actor Mahershala Ali, que borda el papel de consejero espiritual de Ramy y que, con un carácter más serio, será el epicentro de alguno de los momentos más hilarantes de toda la temporada.
Y ahora sí. Como viene siendo habitual aprovecho una comedia, porque hace reírse entre todas las desgracias que nos rodean, para despedirme con alegría de un nuevo mes. En septiembre se acabó lo de holgazanear: comienza un nuevo curso seriéfilo. Y yo, como espectador aplicado que soy, tengo que ponerme a ver series rápidamente. No es factible dejarlo todo para última hora. ¡A trabajar!