Seriéfilo: junio de 2021
El ansiado verano se acerca y muchos disfrutarán de unas deseadas vacaciones. Es tiempo de planificar viajes, decidir si somos más de playa o de montaña, de irnos al pueblo o de quedarnos en casa; de buscar planes alternativos para compensar el calor del asfalto. Preparar la maleta nunca es fácil y muchas cosas se tienen que quedar fuera. Por suerte, en este espacio encontraréis recomendaciones sobre las series que os podrán acompañar en estos días de asueto. También os hablaré de algunas que se podrían quedar en casa esperando, durmiendo el sueño de las series pendientes. Arrancamos con el resumen seriéfilo de junio.
Las despedidas nunca son plato de buen gusto, así que vamos a despachar rápidamente el adiós a dos series que llegan a su fin tras tres temporadas. Lo bueno es que no se van por falta de audiencia, sino porque así estaba previsto y el ciclo de la serie llega a su fin. Es el caso de Pose (FX) que se despide con la peor de sus tres temporadas y que parece estar dedicada, únicamente, a complacer a los fans. Ryan Murphy se olvida de la historia y de la coherencia interna para llegar al final soñado para cada uno de sus personajes: desde el minuto uno de su última entrega, la serie se llena de eventos forzados y mal perfilados que responden más a un porque yo lo valgo del director que a un desarrollo lógico de los personajes. Rechinan los problemas con el alcohol de Pray Tell, las desavenencias por las cosas más nimias, la forma de quitarse de en medio a Damon, el repentino cambio en la vida de Elektra… Demasiados trazos gruesos en el guion que solo se perdonan cuando sirven para hacer brillar a algunos personajes a través de momentos muy emotivos, alguno incluso algo horteras, que componen un final que parece satisfactorio, pero, insisto, es el peor tramo de la serie.
Otra que se despide es El método Kominsky (Netflix), la comedia negra e irreverente del septuagenario Michael Douglas. Como Pose, se despide con su peor temporada y manteniendo, aunque sea de forma renqueante, algo de su brillantez. Nos quedamos con un buen sabor de boca, a pesar de que la serie se ve lastrada por no poder contar, por culpa de la pandemia, con la otra pata del banco: Alan Arkin. La serie, que era una lección sobre la vida contada a través de los ojos de Sandy y Norman, con una comicidad y compenetración perfecta, se ve obligada a replantearse justo al final. Al caerse uno de sus pilares, la serie se siente coja. Consigue recuperarse muy al final, con la llegada de Kathleen Turner, interpretando a la exmujer de Sandy, que llega para llenar ese vacío. Justo antes de despedirse, la serie vuelve a funcionar como un reloj y logra marcharse dejando tras de sí una sonrisa triste en los labios de sus espectadores.
Entre las series veteranas también hay alguna que no tiene pinta de ir acabarse: la cuarta temporada de El cuento de la criada (Hulu) ha supuesto un cambio radical en el devenir de la serie gracias a un final que, para bien o para mal, ha impactado a todo el mundo. Es cierto que la temporada anterior empezaba a mostrar síntomas de agotamiento: mantener a June en Gilead, a de nivel guion, cada vez resultaba más difícil. Primero, porque desde su posición de criada sería difícil escribir retos para ella y, segundo, porque la autenticidad del régimen autoritario y beligerante de Gilead pierde credibilidad cada vez que la protagonista sale impune de los destrozos que provoca, algo que choca con la amenaza de violencia ante la mínima sospecha de conspiración o traición.
El traslado de la acción a Canadá es una suerte de huida hacia adelante que puede gustar más o menos, pero que cambia por completo el sentido de la serie. Es decir, esta cuarta temporada ya no tiene nada que ver con lo visto en esos comienzos de la serie que nos impactaron por su belleza visual, su brutalidad formal y el reflejo de la actualidad. Tampoco creo que llegue a su nivel, pero sí parece evidente que era cada vez más necesario un cambio. Si ha sido para mejor o para peor, solo el tiempo nos lo dirá.
Pero hablemos un poco de novedades: El ferrocarril subterráneo (Amazon) es un duro acercamiento a la esclavitud en los Estados Unidos durante el siglo XIX, adaptando a la pantalla la novela del mismo nombre escrita por Colson Whitehead, con la que ganó un premio Pulitzer. Sigue la huida de Cora, una esclava de quince años que escapa de una plantación de Georgia utilizando para ello el famoso ferrocarril subterráneo. En realidad, era una red empleada por abolicionistas que liberaban a los esclavos del sur para llevarlos a los estados del norte o Canadá, pero en la novela y en la serie se representa como un tren secreto subterráneo y real, dando lugar a escenas de realismo mágico y oníricas que le dan un toque especial a la historia. Destaca también por su crudeza a la hora de retratar la violencia de los castigos, maltratos y ejecuciones aplicadas sobre los esclavos, lo que no la hace recomendable para estómagos sensibles. El único pero reseñable serían las múltiples ocasiones en que el director se detiene para realizar tomas larguísimas de ciertos paisajes o sucesos que, aunque tiene una belleza poética, rompen el ritmo de unos capítulos que en su mayoría superan la hora de duración. Aun así, esta es una historia en la que merece la pena sumergirse.
Todo lo contrario ocurre con La costa de los mosquitos (Apple TV+), que nos somete al ritmo frenético de una huida, pero no nos ofrece ninguna historia. Hay que reconocer que todos los episodios son muy entretenidos, pero están tan vacíos de contenido que, a medida que pasan los minutos, lo que comienza siendo una trepidante trama de conspiraciones y secretos, termina siendo una huida hacia ninguna parte; una mínima excusa sobre la que cimentar la tensión de las persecuciones. Y es extraño que no desarrollen más la historia, pues está basada en la novela homónima que, como dato curioso, fue escrita por Paul Theroux, tío del actor protagonista de la serie, el carismático Justin Theroux, que recordamos de series icónicas como The Leftovers (HBO). La factura de la serie es muy buena y goza de grandes interpretaciones, por lo que esperemos que en su segunda temporada continúen con el mismo ritmo, pero profundizando en la historia para dar un mayor trasfondo e interés a una serie en la que todavía tengo esperanzas.
Vamos ahora con la mejor franquicia actual del género zombi; por lo menos la que está en mejor forma, aunque casi acaba de empezar su trayectoria. Se trata de Black Summer (Netflix), que corrobora con esta segunda temporada su buen arranque. Continúan con un formato de capítulos cortos y frenéticos, mostrando la cara menos amable de los seres humanos que afrontan el colapso de la civilización. La supervivencia implica desconfianza y abuso de poder. Las buenas personas son las primeras en sucumbir y solo quedan aquellos que son capaces de suspender su conciencia para justificar actos deleznables y poder dormir tranquilos. La estructura de los capítulos, que van hacia adelante o hacia atrás, según aquello en lo que quieran concentrarse los creadores, se adapta como un guante al caos reinante. Como en cualquier escenario destrozado, los restos de sangre y los cadáveres anónimos tienen una historia detrás, la mayor parte de las veces teñida de egoísmo, maldad y traición.
Y para acabar, como siempre, con una sonrisa, la comedia recomendada de este mes es la segunda temporada de Mythic Quest: Banquete de cuervos (Apple TV+), que mantiene la frescura de su primera temporada y parece tener todavía muchas cosas que contar sobre el alocado equipo de desarrollo de un videojuego. Destacan los capítulos centrales de la temporada, sobre todo los dedicados al pasado del escritor C.W. Longbottom, que nos sacan de la rutina del estudio. Esta temporada es mucho más coral, dedicando capítulos enteros a los distintos integrantes del equipo, convirtiéndose en protagonistas y dejando que los conozcamos mejor. Risas aseguradas.
Y poco más que contar este mes. Los que se vayan de vacaciones, espero que logren cerrar su maleta, y los que no tenemos equipaje que preparar, aquí nos quedamos: sin distracciones estúpidas como la playa, la piscina y las visitas guiadas que solo sirven para distraernos de nuestra verdadera pasión. Nos leemos el próximo mes con más recomendaciones seriéfilas veraniegas.