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El Seriéfilo

Seriéfilo: octubre de 2022

Llegamos al mes más festivamente terrorífico del año. Halloween ya se ha asentado completamente en nuestro mundo y ha convertido en costumbre despedir el mes de octubre con pequeños y mayores disfrazados de brujas, vampiros, hombres lobo y demás criaturas. Los monstruos más retorcidos son ahora mainstream y por eso les hemos dedicado un capítulo de nuestro podcast en el que, incluso un cagueta como yo, ha recomendado alguna serie terrorífica con el que regodearnos en la pesadilla… pero desde la comodidad de nuestro sofá.

Sin embargo, por asentado que esté el terror en el otoño, nada puede quitarle el protagonismo al gran choque de titanes que llevamos presenciando desde el final del verano. Hablamos de la coincidencia en nuestras pantallas de dos de los estrenos más esperados del año y cuya comparación, aunque odiosa (como todas) se vuelve inevitable: La casa del dragón (HBO) se mide a Los anillos de poder (Amazon). Jason, Ghostface y demás monstruitos de pacotilla, haceos a un lado porque por ahí vienen los dragones y el Balrog. Dracarys, pringaos.

Empezamos con HBO, que no ha querido sorpresas y para su mayor apuesta escogió lo más seguro: un spin off de Juego de tronos sobre una de las casas mas carismáticas del universo Martin. Con los Targaryen y su cabello blanco por bandera, con su obsesión con el fuego y, sobre todo, con dragones, muchos dragones, llegamos a la primera parada obligada del mes. Y, aunque hay que reconocer que La casa del dragón es terriblemente entretenida, que tiene un reparto fantástico, diálogos chispeantes y una producción a prueba de bombas, una vez dejamos reposar lo que hemos visto durante diez capítulos… primero surgen las dudas y luego saltan las costuras.

Lo primero que llama la atención es que, en la historia del universo de Juego de tronos, esta época del reinado Targaryen podía pasar bastante desapercibida. Como bien nos muestra la serie, es una época de calma chicha en los siete reinos, lo que reduce la acción a una serie de intrigas palaciegas que tienen más de telenovela que de alta política. Su incidencia en el vasto folclore del universo de la Canción de hielo y fuego es, además, mínimo. Entre tantas divagaciones sobre hijos bastardos y herederos malcriados, esta primera temporada termina en un auténtico coitus interruptus que deja la historia a medias.

Los dos saltos temporales que se producen en la serie no hacen más que confirmar la poca carnaza que tiene la historia que nos pretenden contar; y, aunque los inevitables cambios de actor están bien resueltos, no deja de llamar la atención que para algunos el tiempo pasa más que para otros. Mención especial en este sentido para Aemond Targaryen que pasa de ser el mas canijo entre los hijos del rey Viserys a convertirse, en uno de estos saltos temporales, en un mostrenco espigado que les saca tres cabezas a todos. Sensación extraña.

En el terreno de la producción, como si de una comedia de situación se tratase las localizaciones pueden contarse con los dedos de una mano. Esto aligera los costes de producción, pero el ahorro tampoco se ha dedicado a los efectos especiales de unos dragones que, cuando tienen que volar con jinete, cantan bastante. En fin, el pueblo tenia ganas de Juego de tronos y la serie ha batido récords de audiencia, pero aunque HBO ha facturado un buen producto que sabe aprovechar sus virtudes, la cadena no ha conseguido una gran temporada para la franquicia ni, tampoco, un producto capaz de sostenerse solo fuera de ella.

En frente nos encontramos con la portentosa Los anillos de poder, nueva poseedora del título de serie más cara de la historia, pagando a precio de sangre de unicornio la adaptación de una ínfima parte de las páginas más escondidas del universo Tolkien. Amazon no escatima en gastos y pone todo su músculo financiero a disposición de la obra, que muestra un acabado técnico imponente. La música de calidad cine, las recreaciones de lugares emblemáticos y deslumbrantes como Númenor, Khazad-dûm o Eregion y el cuidadísimo vestuario son muestras de la faraónica tarea llevada a cabo para recrear la Segunda Edad para la televisión.

Con un ritmo mucho más pausado que La casa del dragón, la sensación al acabar la serie es justo la contraria: una vez reposada, lo que durante el visionado parecía una demostración técnica de como sería el universo imaginado por Tolkien un poco vacía de contenido se transforma en lo que podría ser el prólogo de una gran aventura de fantasía épica.

Que el talón de Aquiles de la serie, visto que el apartado técnico hipervitaminado es más sólido que el mithril, puede encontrarse en el guion, es un hecho. De todas formas, quizás las críticas se han cebado demasiado en ello: es cierto que la presentación de los personajes se nos hace algo tediosa y que la recreación de la Tierra Media nos pide acción; pero también que hay varias historias independientes que introducir y construir la relación entre los múltiples protagonistas (al menos si se quiere hacer bien) lleva su tiempo. Más aún desde que sabemos que la idea inicial, y lo que se ha firmado con los herederos de Tolkien, es desarrollar la historia de esta Segunda Edad a lo largo de cinco temporadas.

El potencial de la serie se muestra en los tres últimos capítulos, donde empiezan a pasar cosas de verdad. Es entonces cuando se resuelve la incógnita que marca la temporada de principio a fin: ¿quién es Sauron? El final aviva la esperanza de que lo que está por venir puede marcar un antes y un después dentro de la que todavía se puede considerar como la franquicia de fantasía por excelencia.

A la sombra de estos dos gigantes, ha llegado algo de tapadillo la esperada segunda temporada de la revelación pandémica de las series de acción. Gangs of London (Sky Atlantic) mantiene la violencia sucia y desagradable, pero se deja por el camino las espectaculares y cuidadas escenas de acción que deslumbraron en su primera temporada. El guion vuelve a hacer piruetas inverosímiles para poder contar con los personajes iniciales, pero tampoco hay que hacerle mucho caso a la trama porque aquí estamos por los golpes, las salpicaduras de sangre y los disparos a bocajarro.

Siendo un buen producto de acción, con una personalidad muy marcada, cada fotograma nos recuerda que su primera temporada hacía lo mismo, pero mucho mejor. Servirá para aliviar el mono de aquellos que quisieran saber lo que pasó con la familia Wallace y el resto de criminales que orbitaban a su alrededor, pero quien quiera caña de la buena, que vuelva a revisitar los primeros capítulos.

Y para acabar este mes marcado por la fantasía vamos con un nuevo toque de terror halloweenero recomendando dos series que, sin alcanzar ser magistrales, pueden daros algún que otro susto. La primera es de Mike Flannagan, que acude puntual a su cita con su plataforma de cabecera, Netflix. Dejando atrás los vampiros de Misa de medianoche, Flannagan vuelve a su zona de confort con mansión encantada, esta vez convertida en un hospital para enfermos terminales. El club de medianoche une la propia historia tenebrosa del hospital, que previamente había sido el hogar de una secta misteriosa, con las historias de terror inventadas por jóvenes pacientes que cuentan sus ocurrencias a sus compañeros por las noches. Así, se van incorporando muchas pinceladas autobiográficas, miedos, deseos y obsesiones; sin embargo, son esas mismas historias las que lastran y entorpecen el ritmo de la trama principal y sus antiguos moradores, que es la que mejor funciona. El resto, son relatos demasiado infantiles y previsibles que, aunque sirven para desarrollar y conocer algo más a los personajes, se comen demasiado metraje sin ofrecer mucho a cambio.

Otro casoplón es el centro de la miniserie Vigilante (también de Netflix), que está basada en una historia real (lo que siempre aporta un punto extra de mal rollo). Una familia que se muda a una casa de ensueño en un barrio de alto copete a las afueras de la gran ciudad, empieza a recibir, nada más instalarse, cartas muy inquietantes. A la vez, comienzan a ocurrir cosas extrañas en la casa. Los vecinos, bastante siniestros, tampoco ayudan a mejorar la situación.

Aunque tiene muy buenas interpretaciones, con actores de la talla de Naomi Watts, Bobby Cannavale o Mia Farrow y cuenta con una premisa interesante, la serie nunca parece llegar a explotar todo su potencial. Las escenas de tensión no terminan de inquietar realmente y los giros de guion no sorprenden, resultando fácil ir dos o tres pasos por delante de los acontecimientos sin equivocarse. Vigilante se queda en un telefilm bien hecho, que cumple su objetivo de entretener, pero poco más.

Y hasta aquí las recomendaciones del mes que ha concentrado las dos series más esperadas del año. A cambio, vienen un par de meses más tranquilos para acabar 2022 sin demasiados sobresaltos… o no. Porque podéis estar seguros de que, pase lo que pase, aquí estaré dentro de un mes, al pie del cañón, para informar de todo lo que vaya sucediendo en el universo seriéfilo. Vayan quitándose la careta de su asesino en serie favorito y a seguir viendo series.

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