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Seriéfilo: mayo 2024

Todos los años tienen ese mes en el que ciertas series se miran en el espejo para demostrar que lo suyo no fue flor de un día, en el que intentan superar la barrera del «segundas partes nunca fueron buenas» y reivindicar su marca como algo hecho para perdurar. Lamentablemente, la mayoría de las veces el espejo se rompe en añicos devolviendo una imagen deformada de lo que una vez fue una bonita promesa. Bienvenidos al mes de los espejos en el que hasta cuatro series se enfrentarán al difícil reto de medirse a su reflejo.

Quizás la que lo tuviese más difícil fuese Blue Lights (Movistar Plus), la serie de los policías novatos en una comisaría de Belfast. Y no solo porque fuese uno de los mejores títulos del año pasado o por que dejase en el paladar un regusto a dos grandes clásicos del policiaco británico como Line of Duty (Netflix) y Happy Valley (Movistar Plus), sino porque, además, gozaba del formato típico de miniserie británicas de seis capítulos con historia cerrada sin flecos ni hilo del que seguir tirando. Algún malpensado podría creer que la renovación se debió no tanto a la continuidad de la historia como al interés de estirar el éxito de su primera entrega, pero su segunda temporada demuestra que las andanzas de nuestros (ya no tan novatos) policías eran necesarias, y que, además, se superan. La serie mantiene el formato de pequeños casos del día a día en una comunidad, en su mayoría, hostil a la policía, con los que tendrán que tirar de ingenio y empatía a la vez que, entre bambalinas, se va cociendo a fuego lento un caso mucho más grande y peligroso. Volverán a estar muy presentes las heridas todavía no cicatrizadas de los Troubles que azotaron Irlanda del Norte durante treinta años y sobre los que la serie traslada un entrañable mensaje de reconciliación. Y quizás entrañable y emotiva sean las palabras que mejor definen esta segunda temporada que, además, combina momentos duros y de tensión con la siempre necesaria dosis de acción que condimenta un plato sobresaliente.

La segunda serie que tiene que enfrentarse a su reflejo y del que, ya adelanto, sale victoriosa, es Tokyo Vice (Max/Movistar): historia noventera inspirada en los hechos reales de un joven periodista americano que investiga los crímenes de la yakuza y colabora con la policía para desenmascarar su corrupción. Si la primera entrega dejaba bien introducidas las relaciones del triángulo policía-yakuza-periódico, esta segunda se puede desmelenar en la lucha de poder entre los distintos clanes mafiosos mientras la policía estrecha el cerco sobre ellos y el periódico intenta sacar a la luz las conexiones de la yakuza con las más altas esferas políticas. Estos tres ejes avanzan a la par, consiguiendo que el visionado adquiera un ritmo trepidante que no decae hasta los créditos finales. El resultado es una serie notable, a pesar del gaijin Ansel Elgort, que interpreta al protagonista Jake Adelstein y que, como ocurría en la primera temporada, se siente bastante tosco y forzado, sin encajar con el resto de elementos que fluyen en perfecta armonía.

El tercer espejo, Ellos, el miedo, se resquebraja un poco pero aguanta el tipo, ya que sin ser una mala serie no llega a las cotas de miedo y repugnancia por el ser humano de la primera temporada. El título de Prime Video vuelve con su mezcla de terror y racismo, centrado esta vez en la comunidad negra de Los Ángeles a principios de los años noventa; una olla a presión a punto de explotar tras la brutal paliza de la policía a Rodney King. La protagonista, una detective negra, debe resolver el caso de unos macabros asesinatos que parecen tener algún toque sobrenatural. Esta temporada, bien rodada e interpretada, logra transmitir como su antecesora la incomodidad y la repulsa en varias escenas, pero la historia es más convencional y, por tanto, sorprende menos. Aun así, su original propuesta sigue funcionando.

El último reflejo, Outer Range (Prime Video), es el que rompe el espejo tras una primera temporada prometedora. Hablamos de un coctel extraño entre western y ciencia ficción, que básicamente contaba la rivalidad de dos familias de rancheros por el control de unas tierras en el estado de Wyoming al estilo Yellowstone (Movistar/SkyShowtime), pero con el enigmático añadido de un agujero enorme que resultaba ser un portal intertemporal. En esta segunda temporada la cosa se descontrola totalmente cuando el macguffin espacio-temporal se convierte en el centro gravitacional de la serie y lo hace, además, sin unas reglas muy claras sobre los viajes en el tiempo, provocando una marcada sensación de aleatoriedad en función de lo que necesiten sus guionistas en cada momento. A pesar de las buenas interpretaciones y de tener unos personajes bien perfilados, en muchos tramos la serie se hace aburrida alargando metraje de forma innecesaria. Si renueva, mucho tiene que explicar y enmendar para su próxima temporada.

Pero que un mes esté lleno de espejos no quiere decir que no haya hueco para alguna novedad. Esta vez, los amantes del cine negro clásico están de enhorabuena. Siguiendo la estela de Perry Mason (Max) o Monsieur Spade (AMC), Sugar (Apple TV+) destila aroma noir: ambientada en la actualidad, nos presenta un detective clásico y cinéfilo empedernido (adora las películas policiacas de los años cuarenta y cincuenta) que tiene que investigar el caso de la desaparición de una joven que, a su vez, nos hará conocer una de las muchas caras ocultas de la alta sociedad de Los Ángeles. Con ritmo pausado y cubriendo todos las tópicos del género con estilo y respeto, Sugar consigue adaptar a los cánones actuales los tropos del cine negro clásico, y lo hace además acortando la duración de los capítulos a unos escasos treinta minutos, permitiendo que esa narrativa caldeada a fuego lento no llegue nunca a desesperar. Si a todo eso le unimos un giro final imprevisto, el detective John Sugar se convierte en uno de los descubrimientos del año.

Y para acabar, enfoquemos el espejo hacia nosotros mismos, hacia la condición humana. Mr. Bates contra Correos (Movistar Plus) es una miniserie inglesa basada en un hecho real: la lucha, durante más de dos décadas, de un grupo de responsables de pequeñas sucursales postales esparcidas a lo largo y ancho de todo Reino Unido contra el servicio postal británico. ¿El objetivo? Limpiar su nombre y recuperar lo que les corresponde, después de que Correos les acusase de robar miles de libras y reclamarles su devolución y una cuantiosa multa impagable para la mayoría. Una suerte de David contra Goliath en el que la maquinaria legal del estado aplasta sin piedad a unos pequeños e indefensos ciudadanos, sin pararse a pensar siquiera si pudiesen tener razón. Una serie perfectamente ensamblada para que los casos particulares de cada uno de los afectados, con sus trágicas consecuencias, se intercale con la acción conjunta de los afectados que litigan durante años contra un ente sin rostro ni alma. La historia se mantiene emocionante desde el primer momento y se vuelve cada vez más emotiva a medida que empatizamos con cada uno de los personajes, gente corriente en la que cada uno de nosotros podríamos vernos reflejados. La serie nos ofrece momentos duros a los que siguen pírricas victorias que animan a los personajes a seguir luchando. Imprescindible es decir poco.

Y por este vez ya os suelto el brazo. Podéis volver a vuestros quehaceres diarios, no sin antes recordaos que el próximo mes volveremos por aquí dejando las últimas recomendaciones seriéfilas de cara al verano.

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