Superhéroes: entretenimiento e ideología para todos los dioses del statu quo – 2 de mayo de 2018
Vengadores: Infinity War es el estreno más taquillero de la historia del cine. En un fin de semana, ha vendido entradas por valor de 519 millones de euros. Es el doble de lo que costó producirla. Los superhéroes de Marvel recorren galaxias utópicas para salvar al universo. Spiderman, Iron Man, Hulk, el Capitán América, la Viuda Negra: esos personajes en movimiento dan más dinero que el que paga un año de consultas, cirugías y trasplantes en el Hospital de la Paz, Madrid. La cura espiritual es más rentable que la médica, aunque las ideas no curen la tos. Marvel es una factoría de entretenimiento e ideología que llena las arcas de sus dueños: Disney. El oro tiene orejas de ratón.
The Walt Disney Company es la dueña de Marvel. Y de Lucasfilm, la productora de las películas de La guerra de las galaxias, otra cosmogonía made in USA para consumo masivo. El ritmo de producción es frenético: hay un blockbuster cada dos meses, una nueva aventura (siempre aventuras, desde Homero a Stan Lee) con los personajes que conoció el abuelo en la posguerra, el padre en Woodstock y el hijo en Youtube. Los superhéroes son, ante todo, productos estadounidenses, pegamento de una sociedad cuyo dios es el dólar que paga la propiedad privada. Un héroe para cada uno. Una trayectoria a gusto del consumidor, como los dioses griegos.
Black Panther ha sido la primera película exhibida en cines de Arabia Saudí después de treinta y cinco años de prohibición. Pantera Negra, otro producto Marvel/Disney: compatible con la sharia wahabí que gobierna las costumbres de la mayor reserva de energía del mundo. Las camisetas de Spiderman se globalizan sin hacer daño en Riad, Pekín, São Paulo o Gijón. Los superhéroes no son revolucionarios ni reaccionarios, son el panteón de lo que hay, el Olimpo de la sociedad capitalista mundializada con la ventaja de que ni siquiera hace falta creer en ellos. Con ver la película, vale. Con hacer click, es suficiente. El libro sagrado cabe en la tarjeta de crédito.
En la Unión Soviética no había superhéroes sino héroes de la revolución. El mayor fue Lenin, que descansa momificado en la Plaza Roja. Y unos metros más allá, en los muros del Kremlin, está Yuri Gagarin, el héroe sin efectos especiales que sí sobrevivió a la caída del muro. Su gesta fue colectiva, como es toda la carrera espacial: una maratón de físicos, electricistas, ingenieros y chapistas. Gagarin rompió en el espacio el telón de acero socialista y el talón de hierro capitalista. Y en esa camiseta roja que hoy se puede comprar en Moscú sobrevuela el mundo y dice sonriendo en órbita desde su traje cosmonauta: «No veo a Dios aquí».
Notas de Extramuros es una columna informativa de Siglo 21, en Radio 3. Puedes escucharla en el siguiente audio y acceder al programa pulsando aquí. También puedes revisar todas las Notas de Extramuros en este tumblr.
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