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Trabajar hasta morir: las viejas y nuevas naciones no son países para viejos – 4 de octubre de 2017

Richard Dever limpia cubos de basura por diez dólares la hora en Maine. Tiene 74 años. «Voy a trabajar hasta que me muera porque la pensión no me alcanza». Se lo cuenta a The Washington Post. Le pasa lo mismo a uno de cada cinco jubilados en Estados Unidos. Son nueve millones de personas que esperaban a su «merecido descanso» pero que ahora tienen más miedo de quedarse sin recursos en sus últimos años de vida que de morirse. El sistema de pensiones reparte menos para más gente. Amazon contrata a jubilados para hacer paquetes en Navidad. Los supermercados WalMart los tienen de reponedores. Los tiempos modernos no son para viejos. Sólo valen si trabajan.

En el Reino Unido en secesión de Europa acaban de aumentar la edad de jubilación. Seis millones de personas, probablemente unos cuantos votantes de ese brexit anclado en el pasado imperial de Britania, van a tener que esforzarse durante doce meses más para jubilarse. La edad de oro británica pasan a ser los 68 años. Tal vez alguno de esos jubilados consiga estar vivo para disfrutar de su little England independiente pero no podrá culpar a la pérfida Europa de la prórroga: la decisión es exclusivamente londinense, del Gobierno de quienes ofrecían oro y moro a cambio de un voto en contra de la gente que no es de aquí y sus extrañas costumbres. La nación siempre tiene precio.

En Europa, la edad de jubilación ha aumentado en todas partes menos en, sorpresa, Alemania. Allí la han rebajado a los 63 años porque para algo se tiene medio continente a su disposición en la cadena de montaje. Pero en Irlanda, Grecia, Portugal, Dinamarca o Francia ya se tiene que trabajar más tiempo para mirar la vida pasar. Como en España, como en Cataluña, cuyo eventual exit no significará necesariamente un retiro dorado para las frentes marchitas. Pero de estos detalles no se suele hablar en días de furia, porque la rabia y el odio golpean detrás de la ventana, y en esos tiempos, como cantaba el poeta andaluz, uno puede pedir que le dejen en paz con la esperanza.

A Charles Chaplin se le quedaban los brazos desquiciados y mecánicos de tanto apretar tuercas en la fábrica de Tiempos modernos. Luego pierde la cabeza y acaba en una manifestación de obreros sin pretenderlo. Le detienen por llevar una bandera roja en aquellos años en los que la patria era la clase. Las peripecias de la vida le llevarán a los brazos de la bella Paulette Goddard, con quien conocerá los amores libres hasta que por fin pondrán rumbo a una tierra desconocida al final de la carretera. Sonríen jóvenes, con un hatillo en una mano y en la otra un bastón. Caminan hacia el ocaso. Hoy tal vez acabarían en Maine, recogiendo basura para pagarse el happy ending.


Notas de Extramuros es una columna informativa de Siglo 21, en Radio 3. Puedes escucharla en el siguiente audio y acceder al programa pulsando aquí. También puedes revisar todas las Notas de Extramuros en este tumblr.

Víctor García Guerrero
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