Willikin of the Weald: el candidato a Robin Hood que se equivocó de bando
Si pedimos a alguien que cite las figuras más populares de la historia de Inglaterra, hay algunas que nunca faltarán: el Rey Arturo, Ivanhoe, Ricardo «Corazón de León»… y Robin Hood, claro está. El mítico arquero al que Errol Flynn prestó su rostro para la eternidad, ha sido protagonista de poemas, leyendas, libros, películas, series de televisión y todo tipo de productos culturales desde hace siglos. Las baladas más antiguas que conservamos sobre él se remontan a la segunda mitad del siglo XV, pero lo cierto es que ha llovido desde entonces y son muchas las obras que han configurado nuestra visión del personaje.
Para muchos de nosotros Robin Hood se construye en torno a la versión creada por Walter Scott en una de sus principales obras: Ivanhoe. En esta novela, no solamente conoceremos a Sir Wilfred de Ivanhoe, sino que también nos encontraremos con Locksley, un plebeyo leal a Ricardo «Corazón de León» que ayudará a nuestro protagonista y será conocido como Robin Hood. Desde entonces, Robin de Locksley se ha convertido en un nombre más para nuestro héroe y la cronología que sitúa sus aventuras a finales del siglo XII, se ha vuelto hegemónica.
En realidad, las primeras baladas lo situaban más bien uno o dos siglos más tarde, sobre todo en los reinos de Eduardo I, Eduardo II o Eduardo III. Sin embargo, en la búsqueda de un modelo histórico para Robin Hood, un empeño seguramente condenado al fracaso, era inevitable que la cronología elegida de manera dramática por Walter Scott, siguiendo las teorías de su amigo Joseph Ritson, terminara convertida en la más socorrida de todas las opciones.
William de Cassingham, o Willikin of the Weald
El ultimo candidato propuesto para ser la inspiración de Robin Hood, dentro del periodo cercano a la tradicional datación de los reinados de Ricardo «Corazón de León» y su hermano Juan «sin Tierra», es William de Cassingham. Se trataba de un terrateniente procedente de la región de Kent que se levantó contra los invasores franceses del futuro rey Luis VIII y a favor del rey inglés Juan «sin Tierra». Conocemos su existencia sobre todo gracias a lo escrito por el cronista Roger de Wendover, que reproducimos a continuación:
«Un cierto joven, de nombre William, luchador y hombre leal [al Rey Juan] que despreciaba a aquellos que no lo eran, reunió a gran número de arqueros en los bosques y las tierras baldías [del Weald de Kent y Sussex], todos ellos hombres de la región, y atacaron y perturbaron al enemigo, teniendo como resultado su intensa resistencia la muerte de muchos miles de franceses».
Por supuesto, las referencias al número de muertos deben ser tomadas con mucha precaución, pero lo que parece probado a día de hoy es que ciertamente este William de Cassingham (la actual Kensham, en Kent) fue un auténtico problema para las intenciones bélicas del entonces príncipe Luis. Sus arqueros se dedicaban a hostigar a las tropas francesas y hasta se atrevieron a plantear alguna batalla abierta. Su mayor éxito tuvo lugar en su persecución y acoso a las tropas del continente tras derrotarlas en Lewes, cuando estuvo a punto de conseguir capturar o incluso matar al futuro Rey de Francia, algo que solo evitó la llegada de la flota que este esperaba en Winchelsea.
De lo que tampoco cabe duda es que su fama se extendió tanto entre el gobierno de la isla como en la esfera popular. De lo primero dan testimonio las prebendas que recibió tras sus acciones en la frustrada conquista. A pesar de que nunca llegó a ser noble, sí que se convirtió en Guardián del Weald y llegó a ser Sargento de la Paz. Ambos eran títulos de gran importancia para un plebeyo y le permitieron tener una vejez placentera, dedicada a labores administrativas hasta su muerte en 1257.
De su trascendencia popular tenemos noticia por las leyendas e historias que pronto empezaron a correr por la zona en la que actuaba y que le regalaron hasta un apodo que llevar con orgullo: William de Cassingham desapareció para dar lugar a Willikin of the Weald. Así, los habitantes de Inglaterra que seguían siendo fieles a la dinastía angevina decían su nombre con esperanza, mientras que los que se habían aliado con los barones rebeldes y sus aliados franceses maldecían al ya mítico arquero que los amenazaba desde el frondoso bosque del sur de Inglaterra.
Buscando las conexiones entre Willikin y Robin Hood
Conociendo lo anterior, es posible que al lector le parezca extraño que la conexión entre Robin Hood y Willikin of the Weald nunca se hubiese planteado seriamente a nivel histórico hasta el año 2013. Fue entonces cuando el medievalista, especializado en historia militar, Sean McGlynn, publicó su libro Blood Cries Afar: The Forgotten Invasion of England 1216. En este concienzudo repaso a las campañas militares que rodearon la invasión del futuro Luis VIII en tierras británicas se dedican apenas unos párrafos a la figura de Willikin of the Weald, pero esas escasas líneas consiguieron superar en trascendencia al resto del libro y llegar a medios de comunicación como el Telegraph o el Daily Mail.
La primera base para la correlación entre Robin y Willikin es la cronología. Ciertamente, resulta atractivo encontrar un personaje histórico que sitúe a nuestro héroe cerca del periodo que Walter Scott consagró para él. Pero no es menos cierto que la identificación con este periodo proviene básicamente de finales del siglo XVIII e inicios del XIX. Hasta entonces, la mayor parte de las baladas no contenían ninguna referencia histórica o, en todo caso, las hacían de manera confusa. De hecho, si somos puntillosos, lo único que parece claro es que suelen hacer referencia al reinado de alguno de los reyes llamados Eduardo. Desde luego, ni Ricardo I, ni su hermano Juan I cumplen esa cualidad.
La segunda base se encuentra en que el arma preferida de Willikin fuese el arco largo. Aquí las leyendas de Robin Hood siempre han sido bastante coherentes en su presentación del héroe como un gran arquero, aunque de nuevo su logro más impresionante (el atravesar la flecha de su rival en un torneo) se lo debamos a la imaginación de Walter Scott. A pesar de que esta relación sea indudable, lo cierto es que no resulta muy difícil imaginarse que la condición de Robin Hood como arquero pueda deberse a un desarrollo natural de la leyenda, sin que necesite que su modelo original destacara por el empleo del arma.
Un tercer argumento sería la presencia de un amplio número de seguidores que se refugian con nuestro héroe en el bosque en el que habita. El Weald es el nombre dado a un gran bosque que anteriormente cubría la práctica totalidad del sureste de Inglaterra, extendiéndose casi desde Londres hasta la costa, tan agreste como aparentemente inacabable. La idea de los arqueros de Willikin, alrededor de una hoguera en mitad de ese enorme bosque, ciertamente nos trae a la memoria a los valientes compañeros de Robin Hood, con su Fray Tuck, su Pequeño John o su Will Scarlet. De todos modos, que un refugiado en un bosque tuviese acompañantes tampoco es algo que deba sorprendernos.
Finalmente, se ha tratado de dar una respuesta al hecho de que en la historia de Willikin no aparezca por ninguna parte el Bosque de Sherwood ni Nottingham. La respuesta dada por los defensores de la identificación es que Nottingham era la principal plaza del bando lealista en el norte de Inglaterra. A lo largo de la campaña de Luis VIII, que duraría más de un año y medio, surge la posibilidad de que Willikin acudiese a Nottingham para reunirse con el Rey y sus hombres, siendo factible que la estancia en Nottingham de tan famoso personaje pudiese quedar grabada en las leyendas locales y hacer que la relación entre héroe y el lugar quedara sellada. De nuevo, es inevitable encontrar debilidades en la propuesta: es cierto que William de Cassingham llegará a recibir una recompensa económica por parte del Rey Juan antes de su muerte, lo que prueba que tenía conocimiento de sus hazañas; pero no es menos cierto que no contamos con ninguna prueba de un posible viaje de Willikin al norte y que, en el fondo, a día de hoy no deja de ser un deseo expresado en voz alta.
Con los datos anteriores, podemos concluir que una identificación entre Willikin y Robin Hood es difícil de defender. Como pasa en muchas ocasiones, debemos hacer un auténtico ejercicio de fe que incluye rellenar los huecos que presenta la teoría y suponer más que deducir. Basta señalar, una vez más, que la identificación surge mayormente de la época histórica en la que tienen lugar las vivencias de Willikin of the Weald, aunque hasta el siglo XIX dichas fechas no se relacionaran de manera mayoritaria con Robin Hood.
No deja de tener su gracia, además, que para lograr el paralelismo necesario entre Robin Hood y Willikin debamos dejar de lado un pequeño detalle como sería su lealtad en el conflicto dinástico que les rodea. Si nuestro Robin de Locskley siempre ha sido y será un fiel seguidor de Ricardo «Corazón de León», su trasunto William de Cassingham no le va a la zaga en su condición de fanático seguidor de Juan «sin Tierra». Merece la pena destacar, de todos modos, que su relación con el rey más despreciado de la historia de Inglaterra no haya tenido ninguna influencia en la consideración como héroe de Willikin of the Weald. Claramente, todavía hay personajes que están por encima de sus filiaciones políticas.
La necesidad de personificar las leyendas
¿Existió realmente Robin Hood? Aunque pueda parecer una respuesta con trampa, lo más probable es que sí y no, a la vez. Expliquémonos: parece indudable que la figura de Robin Hood se haya ido construyendo sobre las vivencias, fechorías y hazañas de diferentes personas de carne y hueso. El lector habrá notado el empleo del plural. Porque ahí está la clave: es difícil no concebir a Robin Hood como una suerte de cajón desastre en el que se iban guardando todo tipo de leyendas, narraciones y baladas. El personaje se construyó, por lo tanto, desde un origen múltiple.
En cualquier caso, para muchos esto no es suficiente; para ellos hace falta que la realidad se concrete, que las leyendas sean realidad y que Robin Hood sea una persona única. Esto ya viene de lejos y muchos han sido los que han buscado perdidas referencias a un posible Robin convertido en proscrito; a diferentes grafías que pudiesen relacionar con él, como la referida a un tal Robert Hood; o incluso se han llegado a inventar a supuestos personajes históricos, como el inexistente Robert Fitzooth, propuesto por Joseph Ritson. Parece claro que Sean McGlynn quiere entrar en este elenco, aunque a veces a uno le parezca que todo pudo ser poco más que una suerte de maniobra publicitaria para su libro.
Dejando de lado si las intenciones son sinceras o no, lo que es indudable es que esta necesidad de darle un nombre y un apellido a Robin Hood, así como la repercusión que esto suele tener en los medios, nos hablan a las claras de nuestra sociedad y nuestro acercamiento a la historia. Por un lado, tenemos reacciones desde Kent que buscan defender la identificación y tratar de atraer más turismo al área, por supuesto contrarrestadas por abundantes ataques desde Nottingham que intentan mantener su actual situación de prestigio como la tierra de Robin Hood. Es difícil no criticar esta visión pecuniaria y comercial de la historia, pero nunca debemos olvidar que para muchos de los que la defienden también puede tratarse de una cuestión identitaria.
Lo que resultaría todavía menos defendible sería negar intelectualmente cualquier relación entre las figuras de Willikin y Robin Hood de manera tajante. A pesar de que ya hemos señalado que parece imposible mantener que ambos sean un mismo personaje, lo cierto es que no resulta tan increíble que algunas escenas y detalles creadas para contar la historia de Willikin of the Weald puedan haber llegado a incorporarse a la narrativa de Robin Hood. Si aceptamos que Robin Hood no es sino una figura que aglomera todo tipo de narrativas populares bajo su capa, no debería existir, en principio, ningún problema para incluir dentro de sus influencias la de Willikin of the Weald.
Un último aspecto a reseñar es la acción recuperadora de la memoria histórica que tienen identificaciones como la que tratamos. Willikin of the Weald fue un héroe popular que brilló durante el siglo XIII y que aún era recordado en el siglo XVI, siendo nombrado en las Holinshed’s Chronicles, un tratado de historia empleado por el mismísimo Shakespeare como base para sus obras . Sin embargo, nadie parecía recordarlo ya cuando Sean McGlynn lo devolvió fugazmente a las páginas de los periódicos. ¿Merece la pena confundir a algunos lectores y coquetear con el sensacionalismo a cambio de recuperar una figura histórica? No vamos a dar, por supuesto, respuesta a esta pregunta: cada lector tendrá la suya y todas serán igual de válidas. O no…
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