Hay pocos debates musicales más recurrentes que el de la idoneidad de una versión: ¿cuál es motivo legítimo al que tiene que responder la revisión de un tema ajeno? Sea necesario o no contestar a dicha pregunta, existe cierto consenso en que toda versión debería cumplir el requisito mínimo de aportar algo diferente al original. Si no, ¿para qué perder (y hacernos perder) el tiempo?
Por este motivo, por la falta de originalidad con la que son reinterpretadas por regla general muchas canciones; o, en su defecto, por los nefastos resultados de una visión innovadora mal enfocada, la mayoría de versiones suelen pasar sin pena ni gloria. Como mucho, logran que la audiencia valore más aún la canción de la que proceden. Sin embargo, hay versiones que dan con la tecla y adquieren tanta o más fama que su tema madre. Al menos en un momento determinado. El Knockin On Heaven´s Door de Guns N’ Roses (Bob Dylan) o el The Man Who Sold the World de Nirvana (David Bowie), son dos ejemplos perfectos de cómo resucitar una canción y hacerla más importante (que no mejor) que la original para su audiencia contemporánea. Mérito tiene.
Pero lo que ya es una rareza extraordinaria es el hecho de que una versión consiga superar cualitativamente al tema del que parte. A veces sucede. En cuanto a los sonidos pesados, lo consiguieron, por ejemplo, tanto Metallica como Five Finger Death Punch cuando convirtieron dos temas que parecían sacados de una película erótica de los ochenta en dos inmensas baladas hardrockeras como Turn the Page (Bob Seger) y Bad Company (del grupo homónimo). En el terreno de las bandas sonoras, Trevor Jones (El último mohicano) hizo lo propio al trasformar en inmortal lo que hasta entonces no pasaba de ser la pegadiza melodía de violín de una canción folky de Dougie MacClean (The Gael). Ejemplos hay pocos, aunque eso sí, sugerentes. Y casi siempre cumplen la máxima de mejorar un punto de partida claramente mejorable.
Sin embargo, además de versiones malas, revisiones que se alejen notablemente de su punto de partida (para bien o para mal) o aquellas que por un milagro cósmico consiguen superarlo, se puede considerar una categoría más, que además empieza y acaba posiblemente con un caso en concreto: el del Wonderwall de Ryan Adams. O lo que es lo mismo: coger una de las canciones más conocidas de las últimas décadas, adaptarla a tu personal estilo y conseguir, por improbable que parezca, situarla a la altura de la original, hasta el punto de que su compositor acabe interpretándola como lo has hecho tú. Oh yeah!
Y es que lo de Adams tiene mérito. No hace falta tirar de datos para afirmar que el Wonderwall de Oasis es una de las canciones más versionadas de los últimos veinte años. Y no porque lo necesite: la canción es perfecta y suena perfecta tal y como fue grabada en 1995. Pero cuando un tema triunfa de tal manera, no hay fulano que no quiera cantarlo debajo de la ducha. Y si ese fulano es músico, a lo mejor deja constancia grabada. El trance de ejecutar a tu manera o en plan karaoke un clásico como Wonderwall, nos ha dejado resultados para todos los gustos: desde versionas simpáticas rollo sesentero como la de Mike Flowers Pop, versiones sugerentemente sencillas como la de Cat Power, antinaturales como la de Anastasia, o sentidas pero sin nada nuevo que aportar como las de artistas tan dispares como Robbie Williams o Chester Bennington (Linkin Park). Hasta que llegó Ryan Adams y grabó su propia versión en 2004 para el disco Love is Hell.
El cantautor canadiense ralentizó aún más el tema, cambió los archirreconocibles acordes acústicos de Noel Gallagher por un sencillo arpegio de guitarra, y lo embelleció todo con arreglos de cuerda y un minimalista piano. Para cantarla, modificó ligeramente la melodía vocal, entrecortándola y haciéndola mucho más frágil y sentida. Y como resultado obtuvo una canción con una sensibilidad cortante y tan pegadiza como la original, que enamoró al propio Noel, quien declaró en 2008 que su hermano Liam llevaba ya diez años sin tener la voz adecuada para interpretarla, siendo Adams la única persona capaz de hacerlo entonces. Y por una vez, el mayor de los Gallagher no le estaba soltado una puya gratuita a su pariente. De hecho, Noel fue un poco más allá y aseguró desear tocarla «a la manera» de Adams, aunque matizó que no lo veía factible delante de una audiencia tumultuosa como la que solía acudir a un concierto de Oasis.
Pero tan solo un año más tarde, los hermanísimos con más pelo en el entrecejo del mundo del rock se enfadaron definitivamente y, ya sin excusas de por medio, Noel no tardó en cumplir su promesa: interpretar en directo el Wonderwall de Ryan Adams. Y desde entonces no ha dejado de hacerlo.
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