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100 años de Revolución rusa – 8 de noviembre de 2017

«Dicen de San Petersburgo que los maximalistas han formado una lista ministerial, en la cual figuran Lenin, como presidente del Consejo; y Trotsky como ministro de Negocios Extranjeros.» Así empezaba el breve del diario ABC de Madrid el 11 de noviembre de 1917. La Revolución rusa llegaba con días de retraso a la prensa. Ni una portada aquella semana. Ni una portada en todo el mes. La toma del Palacio de Invierno no merecía un sólo titular en el cuarto noviembre de la Primera Guerra Mundial. En la España de reyes de bigote, señores de casino y anarquistas con bombas de mano, Rusia era una cosa lejana. Los rusos y su revolución iban a ser el mal del siglo XX pero, al principio, no tocaba.

Lo que hoy llamamos revoluciones son un programa de tele-realidad. Ni siquiera hacen falta corresponsales para contarnos cómo se estremece el mundo desde una cabina de teléfono. Vale el móvil de multinacional que defrauda impuestos pero nos da una manzana mordida de pecado y exclusividad. Las revoluciones son ahora «de colores», y se pueden hacer también contra esa Rusia que será enemiga mientras sus fronteras casi le den la vuelta al mundo. Ahora Rusia vuelve a tocar porque aquella revolución al principio ignorada llevó a los campesinos ateos al espacio de la razón. Hoy el ser humano sale de la Tierra en Soyuz, que es tan hija de los bolcheviques como la checa.

El primer jefe de la policía política soviética es la segunda figura más admirada de aquella época, según las encuestas de hoy. Casualidad, quizás, en un país cuyo presidente es un coronel del servicio de espionaje. A Putin se le quería cuando era primer ministro de Yeltsin y el presidente borracho no estaba en condiciones de recibir nuevas órdenes. Mucho menos asegurar el control sobre el segundo mayor arsenal nuclear del mundo. Luego Putin se hizo el mismo con el botón del armagedón, decidió dejar en su sitio a la momia de Lenin y el Dr. Strangelove recuperó el amor por la bomba. El teléfono rojo sonará para hacer volar Moscú.

La Revolución rusa cumple cien años y algo de vida debe tener para que sigan matándola. Aunque ya no se sabe si lo que hay que matar es lo revolucionario o lo ruso. Es inquietante que Lenin siga ahí, cadáver eterno en la Plaza Roja, diariamente visitado por cientos de personas que no son nostálgicos, ni militares, ni espías. O sí, algunos, pero ciudadanos con sus abrigos y sus gorros, que pasan en un minuto por ese sarcófago silencioso donde el líder revolucionario yace como si estuviese vivo. Quizá eso es lo que inquieta. Que un día se acabe el sueño del hombre nuevo y despierte para hacer añicos del pasado. Por ahora duerme entre patrias, dioses y smartphones.


Notas de Extramuros es una columna informativa de Siglo 21, en Radio 3. Puedes escucharla en el siguiente audio y acceder al programa pulsando aquí. También puedes revisar todas las Notas de Extramuros en este tumblr.

Víctor García Guerrero
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