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Luz y agua, armas de guerra – 13 de marzo

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En Venezuela se está apagando la luz. La oposición culpa al Gobierno: «corrupto e incompetente», dicen. El Gobierno acusa a los opositores y a sus patrocinadores: sabotaje. Ya hay algunos detenidos. Y vecinos de Caracas han visto luces en el cielo sobre las centrales eléctricas y luego la oscuridad. Satán es una luz sin humo sentado en un trono sobre el agua, explica el Corán. «Al diablo le gusta disfrazarse de ángel de la luz», asegura el Papa Francisco. En la Venezuela en la que todos dicen creer en Dios, quizá encuentren razón en las sagradas escrituras mientras el apagón anuncia la guerra.

Estados Unidos ha sacado a sus diplomáticos de Venezuela, como hacen los países que luego escupen fuego desde el cielo. «Es una limitación para nuestra política», ha dicho el secretario de Estado. La política se dice de muchas maneras. Se ve que ahora la diplomacia le sobra a Washington, donde el Pentágono siempre tiene voz. Cortar la luz también es hacer la guerra. El colapso del sistema eléctrico sería un «hito decisivo» para «galvanizar» a la opinión pública, escribió en 2010 CANVAS, el think tank de las revoluciones de colores donde se ha entrenado parte de la oposición venezolana.

Con la luz de Venezuela se ha ido también el agua. Escenario «Mad Max», cuentan algunas crónicas que ignoran que en el caos no reina la democracia sino la fuerza. Es lo que pasó en el Chile de Allende, también acosado por apagones masivos en su agonía: luego mandó Pinochet, tan amigo del capitalismo como de la tortura. Vlad Tepes, otro novio de la muerte, se le adelantó quinientos años en el arte de cortar el agua: el Empalador envenenó el Danubio para frenar a los turcos, aunque así también muriesen cristianos. Hoy en Rumanía lo consideran un héroe. El resto del mundo le llama Drácula, príncipe de las tinieblas.

«La luz es como el agua», escribió García Márquez: «uno abre el grifo y sale». Y García Lorca quería ir a Santiago de Cuba en un «coche de agua negra». A Federico lo mataron «cuando la luz asomaba», escribió Machado. A los poetas los matan en vida para hacer buenos funerales. Es tradición hispana, como la amnesia. Decía Neruda, el chileno, que «no hay pura luz ni sombra en los recuerdos». Al Chile golpeado, sin embargo, se le recuerda porque también lo mataron entre tinieblas y una tormenta de mentiras. La literatura no olvida. El periodismo, sí. Y a su verdad, seguramente, la asesinaron.


Notas de Extramuros es una columna informativa de Siglo 21, en Radio 3. Puedes escucharla en el siguiente audio y acceder al programa pulsando aquí. También puedes revisar todas las Notas de Extramuros en este Tumblr.

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Un comentario

  1. Es el asqueroso imperialismo de siempre y la obsesión de creerse con derecho a dirigir el destino de su «patio trasero», desde el Maine.

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