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Cajas mágicas para la falsa moneda – 23 de noviembre

Elisabeth Holmes ha sido condenada a once años de cárcel. En Estados Unidos es una celebridad: fue la millonaria más joven. A los diecinueve años, su empresa volaba en Bolsa. Theranos prometía una caja que analizaría enfermedades a partir de una sola gota de sangre. Era mentira. La caja no funcionaba y ella lo sabía. Holmes ha sido condenada por fraude, ese pecado que Wall Street castiga según quién sea el engañado. En este caso, grandes empresarios y señores de la guerra como Henry Kissinger o James Mattis, a quienes Holmes sedujo con otra promesa vacía: su invento salvaría vidas de los soldados en las guerras imperiales. Con la bandera tampoco se juega.

Holmes decía soñar con prolongar la vida humana: «que no tengan que despedirse antes de tiempo», susurraba con almíbar hollywoodiense para seducir a los inversores. Era portada en Forbes y nadie podía resistirse a la vida eterna. O a la fortuna sin límites, que es lo que ofertaba otro joven millonario, hoy también buscado por fraude. Sam Bankman-Fried, jefe de FTX, una de las mayores empresas del mundo de intercambio de criptomonedas, contempla desde las Bahamas, donde vive, cómo sus inversores le quieren dar caza: les ha dejado tirados con miles de millones en deudas. En su caja de monedas bit tampoco había nada.

Bankman-Fried engañaba porque su producto daba dinero, aunque él mismo reconocía que no sabía en qué consistían las criptomonedas y que le recordaban a una estafa piramidal. Como Holmes, también tenía amigos poderosos, en este caso en el Partido Demócrata, y aún más amigo se hizo cuando decidió financiar la guerra de Ucrania: «convertimos monedas en balas», decía el joven banquero. En la revista Grayzone denuncian que el dinero que recaudó para Kiev desapareció misteriosamente en vísperas del anuncio de quiebra. La revista Forbes también lo encumbró en tiempos de gloria. La hemeroteca más honorable es un museo de fake news.

El turbocapitalismo eleva y sepulta a sus ídolos con voracidad. La eternidad no cotiza. Por eso Elon Musk renuncia a la vida eterna y cultiva su ego en Twitter, un paraíso de inmediatez virtual. El millonario favorito de Wall Street se declara fan de Dune, de Frank Herbert: la historia de un mesías que encuentra en Arrakis, un planeta desértico rico en la materia más preciada del universo, el lugar donde fundar su imperio. Los cosmistas soviéticos ya alertaron de la amenaza que suponían los millonarios: podían infectar otros planetas con su pulsión extractivista. Se engañaron pensando que la Revolución de Octubre los había borrado de la faz de la tierra y hoy reina un dinero imaginario en cajas vacías.


Extramuros es una columna informativa de Efecto Doppler, en Radio 3.

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Víctor García Guerrero
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