Socialismo y comunismo: breve repaso teórico
Los seres humanos necesitamos compartir un código común, para cooperar a gran escala, que generalmente se basa en valores inventados. Cuando estas creencias y/o normas de comportamiento calan en el colectivo y permiten una organización funcional, surge una nueva realidad intersubjetiva, la cual es definida como «realidad que existe en el seno de la red de comunicación que conecta la conciencia subjetiva de muchos individuos» (Noah Harari, 2011). Estas ficciones intersubjetivas tomaron en un primer momento la forma de religiones teístas (del griego theós, dios), cuyo objeto de culto eran y son las deidades, variables según la cultura y el momento histórico. No fue hasta el siglo XIV en la Italia prerrenacentista que el objeto de culto cambió, sustituyendo (que no suprimiendo) a los dioses por el hombre. La creencia en valores humanos supuso una revolución, un vuelco en sentido antropocéntrico que dio paso al humanismo, movimiento filosófico e intelectual definido por su integración de los valores humanos, considerados universales e inalienables.
El pensamiento humanista se ramificó, debido a las discrepancias en la concepción del ser humano y sus valores fundamentales. La rama evolucionista tiene como valor supremo la protección de la humanidad de su degeneración en subhumanos, promoviendo el desarrollo de hombres superiores aplicando un pensamiento darwinista. La rama liberal o liberalismo entiende al ser como individuo único y refiere la libertad como un principal mandamiento. Por último, la vertiente socialista considera a la humanidad como un ente colectivo en el que todos somos iguales, por lo que máxima es la igualdad. La igualdad, sin embargo, solo puede asegurarse recortando la libertad de los más poderosos, pues la propia esencia única de cada individuo y tendencia natural a la jerarquización, suponen que garantizar la libertad total se convierta en ataque a la igualdad real.
El socialismo dio sus primeros pasos de la mano de Henri de Saint-Simon, filósofo, teórico social y economista francés que es, junto a Robert Owen, uno de los padres del socialismo utópico (término desarrollado posteriormente por Friedrich Engels). Dentro del socialismo utópico se engloban a todos los pensadores socialistas previos a la llegada del socialismo científico, que según Engels se diferenciaba del primero en que este sí tenía en consideración la sociedad capitalista y la lucha de clases.
Friedrich Engels y Karl Marx fueron pioneros en presentar un proceso de evolución económica y social contra el régimen capitalista. La esencia de este cambio se sustenta en el conflicto de clases sociales. El aumento de la clase obrera en las zonas industriales favorece la adquisición de conciencia de clase, es decir, la autopercepción de clase explotada cuyas riquezas creadas con su fuerza de trabajo dan un beneficio casi íntegro al capitalista. El trabajador asalariado solo cobra lo suficiente para mantenerse y seguir trabajando para el empresario. Es por ello que, según afirma Marx en el conocido Manifiesto Comunista, el sistema «produce sus propios sepultureros».
La dictadura del proletariado
El sistema capitalista se presenta como la democracia por excelencia, siendo, no obstante, una democracia para una minoría burguesa. Una minoría que puede elegir entre diversas fuentes de recursos a su alcance, cuando otros apenas pueden satisfacer sus necesidades más básicas. Una vez el desarrollo de las fuerzas productivas alcanzó un grado de eficiencia tal que permitió al individuo hacer acopio de una cantidad de bienes superior a sus necesidades (excedente económico), dio inicio el acúmulo de riqueza a costa del trabajo ajeno. El trabajador obtiene una remuneración menor al valor de lo que produce y esta diferencia, definida por Marx en El Capital como plusvalía, es el beneficio que obtiene el empresario. Esta apropiación del trabajo ajeno es amparada por el Estado, que permite mantener un régimen de explotación con el supuesto falaz de reparto justo.
El marxismo presenta como inicio para la transición la dictadura del proletariado, término cuyo significado dista mucho de lo que podríamos entender a priori. Marx afirma que en toda sociedad existe un dominio de una clase sobre otra, siendo la primera la que controla el Estado. Es este poder ejercido a través del Estado (u otra estructura) el que el marxismo define como dictadura, siendo indistinto si los medios para ello son democráticos o dictatoriales. El Estado capitalista supone, pues, una dictadura de una minoría burguesa dueña de los medios de producción sobre la mayoría proletaria. «Hoy sabemos que ese reino de la razón no era más que el reino idealizado por la burguesía; que la justicia eterna vino a tomar cuerpo en la justifica burguesa; que la igualdad se redujo a la igualdad burguesa ante la ley» (Del Socialismo Utópico al Socialismo Científico, Engels).
La propuesta alternativa a este modelo de gobierno es la dictadura del proletariado, que une su concepto de dictadura con la democracia, puesto que se da una participación en igualdad de derechos de la mayoría de la población que es quien gobierna sobre una minoría (Respuesta a P. Kievstky, Lenin). La democracia proletaria es, por ende, una democracia real a diferencia de la planteada por el régimen burgués.
Socialismo
Tras el triunfo y consolidación de la revolución proletaria, da inicio una etapa del desarrollo social que aún bebe en demasía del capitalismo. Es por ello por lo que el socialismo se considera un periodo de transición de la sociedad capitalista a la comunista.
La nacionalización de los medios de producción, es decir, el paso de la propiedad privada a estatal, no supone una supresión de la propiedad privada de los medios de consumo, pues se entiende que estos (vivienda, coche, vestimenta, etc.) no dan poder. La planificación de las fuerzas de producción debe estar dirigida a fines sociales, al interés general de la población.
En el capitalismo, cada trabajador es pagado según su rendimiento, que viene marcado por su educación, inteligencia o fuerza, entre otros. Este sistema de remuneración no advierte (u obvia) las particularidades que tiene y posibilidades que tuvo cada persona. Es así como se establece una de las máximas del próximo sistema comunista que suprime las diferencias de riqueza: «de cada cual, según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades» (Crítica al Programa de Gotha, 1875). La implementación de este modelo no es plausible en el socialismo dado que la población aún conserva los valores del sistema capitalista. Pese a que el poder económico de la burguesía explotadora desparece con la nacionalización de los medios de producción, sigue existiendo una lucha ideológica entre la clase proletaria y los resquicios de la clase burguesa.
Comunismo
Cuando hablamos de comunismo, las siglas de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) aparecen como un flash. Pero, ¿es correcta esta referencia? ¿Podemos hablar realmente de comunismo? Este sistema requiere cumplir dos requisitos fundamentales para su implantación real. A saber:
- El comunismo debe tener un alcance global, pues la existencia de países capitalistas condiciona el desarrollo de la economía. Un ejemplo es la necesidad de crear y mantener un ejército para defenderse, lo que no es un fin social que mejore la vida de la población.
- Abundancia de medios de consumo, lograda con el traspaso total de los medios de producción privados al Estado y la posterior planificación de la economía, como ocurrió con los conocidos planes quinquenales.
El trabajo deja de ser un medio para subsistir y se convierte en un medio para poner en práctica las capacidades e imaginación del individuo. «El valor de cambio de una mercancía, expresado en dinero, es precisamente su precio. Por consiguiente, el salario no es más que un nombre especial con el que se designa el precio de la fuerza de trabajo» (Trabajo asalariado y capital, Marx). Sin una medida, el trabajo deja de ser una mercancía distribuida en el mercado y el dinero es sustituido por bonos que permitan la contabilidad. Al no requerir del trabajo para suplir sus necesidades, las cuales son satisfechas por el Estado, el objetivo es el desarrollo de las habilidades personales. Los adelantos en la ciencia permiten un aumento de la productividad, que no se debe enfocar a la producción de una mayor riqueza, sino de bienestar social. La liberación del trabajo pesado mediante la automatización libera a los trabajadores del campo y las fábricas, lo que permite el acceso a actividades más creativas. El trabajo se desarrolla según la capacidad y este es destinado a un fondo común donde cada uno obtiene lo que necesita para vivir, «de cada uno su capacidad y a cada uno según su necesidad».
La lucha por subsistir es reemplazada por el bienestar y la abundancia de los medios de consumo. Junto con la desaparición de la mentalidad el capitalista, el egoísmo de los hombres se diluye, puesto que no es una característica inherente a su naturaleza y la intervención de la autoridad del Estado estará de más y dejará de existir por sí misma (El estado y la revolución, Lenin).
Existen autores muy cultivados en el conocimiento de estas materias, partidarios y detractores por igual. Antonio Escohotado, filósofo, jurista y ensayista español, cuyo buque insignia en materia literaria es la trilogía de Los enemigos del comercio, es un referente para aquellos que no comulgan con estas ideas. Pudiendo estar de acuerdo o no, la calidad de sus escritos es incuestionable, motivo por el que es una lectura imprescindible para los interesados en estas cuestiones.
«El comunismo no priva al hombre de la libertad de apropiarse del fruto de su trabajo, lo único de lo que lo priva es de la libertad de esclavizar a otros por medio de tales apropiaciones», Karl Marx.
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