Hijab for men, by Benetton – 4 de noviembre
Benetton ha puesto a la venta un hijab para hombre: Hijab Unisex by Ghali, con logotipo de la marca italiana. Está disponible en verde, amarillo y rojo. Benetton sugiere combinarlo. El verde con camisa de franela de cuadros; o con un jersey de cuello cisne. El rojo va bien con un polo de rugby, de algodón cien por cien orgánico, y el amarillo con un jersey de cuello redondo de pura lana shetland. Ante todo, salvemos el planeta. Cada Hijab Unisex sale por 29,95 euros. Es un diseño del rapero Ghali, italiano de padres tunecinos: quiere celebrar la multiculturalidad y la integración. Para el cantante, es una «oportunidad de experimentar». Dice estar «expandiendo su arte».
Los Hijab Unisex dejan ver el rostro del modelo: rostro pálido, pelo rubio y ojos claros. La moda podrá ser frívola, pero que no la acusen de racista. Benetton tampoco relaciona el hijab con la religión. Lo vende como si fuese una prenda asexuada teológicamente, una gorra de quita y pon, al estilo del rapero. Pero, ante todo, los hijabs for men ignoran a las mujeres: a las del Islam y a las que no, lo que demuestra radicalmente que el hijab de las mujeres no es una «prenda como cualquier otra», como defienden sus apologetas, sino, en palabras de la escritora hispanomarroquí Najat el Achmi, una «prisión ambulante».
Si el velo fuese ropa, podrías quitártelo, explica la feminista Mimunt Hamido, que considera que el hijab tiene un mensaje político e ideológico islamista: es la demostración de que el Islam está presente, especialmente en las sociedades no islámicas. Y se muestra a través de las mujeres: no hay sellos en la frente para los budistas o los musulmanes, pero sí velos. Por eso, afirma Hamido, la corriente integrista wahabí que controla las mezquitas europeas hace hincapié en el hijab: es un símbolo de poder sobre la comunidad musulmana hacia la que no lo es. Por eso tampoco se puede quitar al gusto: la modelo practica la libertad de la sumisión.
A los paninari les gustaban las sudaderas Benetton. Los pijos de los ochenta italianos marcaron tendencia global y los Pet Shop Boys les compusieron un himno: pasión y amor y sexo y dinero; violencia, religión, injusticia y muerte. El Paninaro tenía dinero, quería salir de Milán y volar eternamente a Nueva York. Vestía Armani, Levis, Benetton, united colors. Pero los paninari, en realidad, pasaban de compromisos: eran frívolos y apolíticos, ajenos a las revoluciones. Las chicas del grupo tenían otro nombre. Eran las squinzia: chavalas malhumoradas, pretenciosas, sufridoras de una industria de la moda que hoy hace negocio con las cadenas de sus hermanas.
Extramuros es una columna informativa de Efecto Doppler, en Radio 3. Puedes escucharla aquí.
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