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Cinefórum CCLXXX: «The Mystery of Edwin Drood»

La semana pasada pudimos ver I Am Not Your Negro, un documental construido sobre un libro inacabado de James Baldwin. La idea de reconstruir la narrativa ajena en otro formato resulta tan fascinante como compleja. Hace siete días hablábamos de un documental, pero es algo que también puede suceder con la ficción. De hecho, ya ha pasado al menos cuatro veces con la misma obra que inspira nuestra película de hoy. Hablamos de una de las obras inacabadas más famosas de la historia: El misterio de Edwin Drood, de Charles Dickens.

La novela de Dickens fue adaptada dos veces en la época del cine mudo (la realización de los años 30 es la que nos ocupa hoy); también hubo una tercera versión en los años noventa del siglo pasado. Esto nos habla de una cierta pérdida de popularidad, sin duda, pero también de un tiempo en el que la gente no se sorprendía al ver varias versiones de la misma historia rodadas en poco tiempo. En 1935 fue la Universal la que hizo que Stuart Walker, director que acababa de encargarse de llevar Grandes esperanzas a Hollywood, hiciese una versión bastante conservadora en cuanto a la trama, con un reparto ciertamente curioso. En él destaca, por razones evidentes, la presencia del gran Claude Rains.

El resultado fue una película menor para la época, con un uso muy interesante de los escenarios (se llegaron a grabar planos de situación en la misma Rochester), pero que adolece de un inicio tremendamente lento y moroso. Es bien sabido que Dickens falleció tras publicar solamente seis de los doce capítulos que iban a conformar la obra, lo que ha llevado a todo tipo de especulaciones acerca de su final. Sin embargo, la película de la Universal parece alargar todo lo posible esos seis episodios y finiquitar todo a la carrera cuando se le acaban. Esto hace que el ritmo sea desigual, puesto que el punto medio de la historia se convierte de manera casi inmediata en lo que anticipa un clímax que apenas llega a suceder.

Adaptar El misterio de Edwin Drood es, desde luego, una aventura complicada. Finalizar una novela de Dickens demuestra tanta valentía como inconsciencia. Pero, si lo haces, debes atreverte a aportar algo, no contar de manera casi literal la parte conocida y tratar de cerrarlo todo de manera rápida. The Mystery of Edwin Drood tenía buenos cimientos, pero la falta de valentía hizo que no pudiese superar el nivel de la curiosidad… pese al magistral John Jasper de Claude Reins.

Ismael Rodríguez Gómez
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