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Chicos malos que nos enamoraron: villanos de fantasía

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Según la Asociación para el estudio de maldades y otras perrerías he hablado bastante de villanos de cómics, series y pelis, pero casi nada de villanos literarios. Vamos a empezar a enmendarlo con una ronda de fantasía épica. Y para ello, nada mejor que empezar con su jefazo, el mejor malo de El señor de los anillos de J.R.R. Tolkien. Algunos me tacharán de osado o algo peor, pero aunque está claro que el villano máximo es Sauron, yo voy a destacar al simpático Gollum, gran antagonista y mejor personaje. Uno de los grandes motivos por los que se gana un espacio es porque Sauron es casi todo el tiempo un ojo gigante de 500 kilos (podéis buscarlo en la Wikipedia); por lo tanto, su capacidad de movimiento se reduce a interactuar con el mundo a través de sus siervos.

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A eso hay que añadirle que los orcos, los nazgul y demás señores con mala higiene dental no son los mejores diplomáticos. Gollum, que también sufre a nivel de halitosis, es capaz, en cambio, de relacionarse inspirando lástima o montarte un Quiz Show a la mínima que te despistas. Su historia es bien conocida: este pequeño ser que se gana un nombre a base de atragantarse, fue antes un hobbit de nombre Sméagol que cayó en el aura de seducción del anillo único. Finalmente estranguló a su amigo Déagol para apoderase de él. Refugiándose en las Montañas Nubladas, prosiguió feliz con su performances, disfrutando de susurrar «mi preciosso» y «mi tessoro» hasta que se encontró con Bilbo Bolsón, que le birló el anillo. Encima, luego se topa con su sobrino Frodo, que lo precipitó a su muerte. El bueno de Gollum tenía serios motivos para cagarse bastante en toda la familia Bolsón…

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Por otro lado, ¿hay un pie necrótico apuntando a Nimoy en esta portada?

Es desde esta perspectiva cuando comprendemos la verdadera profundidad del personaje: a diferencia de Sauron, que un día se levantó con resaca y dijo «venga, pues voy a ser el Señor Oscuro», los encontronazos de Sméagol con los hobbits y su inestabilidad mental (que Peter Jackson aprovechó astutamente en sus pelis) sirvieron a Gollum para funcionar también como alivio cómico y personaje cuqui. Y eso le engrandece. Roto entre su personalidad maliciosa, Gollum, y su parte buena, Smeagol, la lucha de voluntades de su interior se plasma en un físico grimoso, malsano y viscoso. Junto a Frodo y Boromir, Gollum es posiblemente el otro gran personaje con dudas morales, alejándose del resto de héroes y villanos tolkianos sin vuelta de hoja. Sin él, el anillo nunca hubiera sido destruido, pero, al mismo tiempo, es el malo que más cerca está de acabar con el protagonista. Todas sus emociones, positivas o negativas, lo acercan más a nosotros, sus admiradores. Con permiso de la Galadriel de Los anillos de poder, Gollum es el verdadero Señor Oscuro de El Señor de los Anillos.

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Y es que, ¿quién puede resistirse a esos ojazos?

Siguiendo con esa idea por la que, sin ciertos villanos, en una saga todo se desmorona, encontramos a Raistlin Majere de las novelas de la Dragonlance, casi íntegramente escritas por Margaret Weis y Tracy Hickman. Si tenías unos quince años en los noventa, es posible que las hayas leído o que, por lo menos, te suenen. Me voy a referir sobre todo a Crónicas y Leyendas, aunque no son las únicas obras en las que sale Raistlin. Básicamente, este personaje funciona como cuando Marvel utilizaba en sus cómics a Spider-Man o Lobezno como estrella invitada para atraer lectores: la Dragonlance nace como una ambientación para el juego de rol Dungeons and Dragons de TSR, directamente inspirada en El señor de los anillos, solo que en vez de orcos utiliza una especie de hombres-dragón conocidos como draconianos que, cuando mueren, se convierten en piedra, explotan o se transforman en aquel que los ha matado. De hecho, Crónicas se basa en una campaña de rol que los autores jugaron con amigos (si sois roleros es probable que leáis los libros pensando en cuántas veces debieron sacar un 20 en los dados para sobrevivir con unas fichas tan malas). En las tres primeras novelas que narran La Guerra de la Lanza, los Héroes del mismo nombre se enfrentan a los ejércitos de los dragones. Están comandados por Takhisis, que es la diosa de los dragones malos y tiene unas pintas muy reconocibles si te gustaba cantar aquello de Dragones y Mazmorras, un mundo infernal…

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Takhisis en toda su gloria

Si no fuera por el personaje de Raistlin, con ese argumento tan simple la Dragonlance no hubiera tenido el éxito que tuvo. Principalmente porque el resto de personajes, quizás exceptuando a Tasslehoff el hobbit, perdón, kender, son un verdadero sopor (guapos, impolutos y aburridos). Raistlin es antipático, enfermizo y taimado, además de tener la piel dorada y unas pupilas que son como relojes de arena. Esto le hace ver cómo transcurre el tiempo, haciendo que todo muera y se degrade, incluso los elfos que viven cientos de años. Poco queda por decir. Frente a él, el resto de los personajes prácticamente solo pueden aportar algún lío de faldas; sobre todo Caramon, su hermano gemelo, que trae locas a las nenas y nunca pilla ni un resfriado. Eso sí, al menos le provoca un buen reguero de traumas a su hermano por el simple hecho de existir.

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Caramon luciendo bronceado y dando envidia de abdominales

Con ese trasfondo, Raistlin no era un tipo muy querido… Solo su hermano gemelo le profesaba una fe ciega e inquebrantable. Así, no es sorprendente que el mago sea un modelo de Edgelord, es decir, un personaje con un pasado trágico que le provoca de forma inconsistente ser amargado, oscuro, solitario… y desarrollar una gran capacidad para repartir hostias como si fuera el día de su comunión. Tenemos muchos ejemplos de este tipo y, probablemente, es en nuestros años mozos cuando nos sentíamos más atraídos hacia este tipo de arquetipo, los inadaptados a los que nadie era capaz de comprender y que gustaban de vivir entre las sombras… pero que al final daban a todo el mundo por culo.

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Bienvenida a mi cuarto, nena…

Esa y no otra era la base de la popularidad de nuestro mago, que pivota de forma prototípica entre el bien y el mal. Raistlin empieza siendo un antihéroe y acaba convertido, hacia el final, en un villano con todas las letras. Traiciona a sus compañeros para colmar unas ambiciones que los autores nos recuerdan unas mil veces, no sin antes recordarnos que todas ellas ardían en su interior tanto como su piel al tacto. En Leyendas, el tipo consigue sus malvados objetivos, acabando con sus propias posibilidades de acabar con una sacerdotisa buenorra, Crysania, y se convierte en un dios. Probablemente en el dios de los frikis que no pillan cacho. Pero, en suma, al final es incapaz de crear vida porque nadie le quiere y tiene que sacrificarse para revertir su propia deificación. Entre tanto cliché, con Raistlin recordamos la máxima de que los buenos villanos suelen funcionar más allá de sus enemigos, suelen tener un punto de antihéroe y pasan, en uno u otro momento, por un periodo de redención en el que no están seguros de sus acciones.

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¡TIER LIST DE EDGELORDS!

Canción de hielo y fuego y su serie televisiva Juego de Tronos son un caso problemático. No las diferencio porque básicamente ya están las dos amalgamadas, una terminada y la otra… ¿Realmente hay alguien interesado en saber cómo acaba a estas alturas? Además, casi todos los personajes son villanos en algún momento, exceptuando por ejemplo al Caballero de la cebolla Ned Stark. El último la palma en el primer libro para demostrarte rápidamente que el mal, en Poniente, compensa. Entre los personajes cuya maldad destaca puntutalmente encontramos a Cersei Lannister; otros dos son parientes suyos: su hijo Joffrey y su padre Tywin. Así que mucha maldad queda en familia. No obstante, si miramos el contador de muertes posiblemente el Final Boss sea Daenerys Targaryen, que aniquila con su dragón a varios ejércitos, una ciudad entera y deja en la miseria a varios pueblos a los que teóricamente iba a liberar con la ayuda de sus sabios consejeros y sus propias habilidades políticas. Aquí hay que romper una lanza por la obra de George R. R. Martin, que nos enseña que la monarquía es una puta mierda.

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Danaerys controlando la población infantil

Pero sin temor a que Daenerys nos robe el trono del gran maligno, vamos a diseccionar el personaje de Cersei. Esta mujer apunta maneras desde el principio, cuando se muestra de acuerdo en arrojar desde una torre a un niño que le pilla follando con su propio hermano. De nuevo, todo queda en familia. De todas formas, su mayor acto de maldad es corromper a su hermano, Jamie Lannister, que ya tenía suficiente mala suerte al verse rodeado de unos capullos que le llaman Matarreyes. Jamie es, en general, el mejor personaje de la serie: un héroe clásico a la estela de los arquetipos griegos, que hace lo que hace porque alguien tiene que hacerlo. Menciono a este tándem porque un personaje no existe sin el otro: excepto en el último arco argumental de su hermana, Jaime siempre está cerca para presenciar su corrupción. Su única justificación es quedar destrozada tras perder al único hijo que tuvo con el rey de los Siete Reinos, Robert Baratheon, un borracho egoísta y amargado que abandona cualquier responsabilidad hacia su mujer para cazar jabalíes o irse de putas. Sus siguientes hijos son de su hermano, cosa que mantiene en secreto, y todos son un asquito. Menos Myrcella, a la que no le da tiempo a ser nada. Por supuesto, el que se lleva la palma es Joffrey, un sociópata, torturador y con delirios de grandeza. Vivo retrato de los pecados de sus padres.

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Alguna de las manías de Martin consisten en que todo gire alrededor de pecados carnales y, por supuesto, maltratar sexualmente a sus personajes femeninos. Cersei no se libra: Martin se empeña en que la traten como una furcia, pero al menos le concede el hecho de que siempre muestre fortaleza y poder.

De hecho, si la comparamos con Catelyn Stark, otra mujer extraordinariamente fuerte, obtenemos las dos caras de la misma moneda. Sin embargo, Cersei está más cerca del abismo (principalmente porque Catelyn la palma antes). Otro factor que comparten es que el deseo de proteger a sus hijos es lo que les lleva a cometer todo tipo de atrocidades (aunque a Cersei mucho impulso no le hacía falta).

Por último, la Lannister es de los pocos personajes que demuestra algo de astucia a la hora de gobernar, a pesar de estar rodeada de idiotas que no se lo ponen fácil. Es otro tópico de la serie, y creo que no es deseado. Cuando David Benioff y D. B. Weiss, los guionistas, tratan temas políticos o de estrategia militar, la cosa flojea a lo grande. Curiosamente, son algunas de las características de la serie más ensalzadas por muchas reseñas de Internet. En fin, despidámonos recordando la legendaria elección del casting para el personaje: la producción dio en el clavo al escoger a Lena Headey, capaz de inspirar la sensación de poder, fuerza y maldad que Cersei posee.

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Chin chin, cabrones

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