Trump y Siria: un ataque para televisión en la caverna de Platón – 11 de abril de 2018
Donald Trump está ahora mismo decidiendo cómo bombardea Siria. Tal vez lo ha hecho ya. Él mismo se ha dado un ultimátum de hasta cuarenta y ocho horas. El presidente de los Estados Unidos ha visto la televisión, le han puesto imágenes de niños muertos y ha decidido pasar a la acción. Pero como buen showman, mantiene la tensión. Los focos le iluminan. Atentos a Trump. Él manda. La maquinaria funciona: los grandes medios hacen infografías de lo que puede atacar y cómo. En Twitter hay usuarios que hacen encuestas sobre si debe ampliar el radio de acción de los bombardeos. Esta semana hay episodio de la guerra en directo y no hay que pagar para ver.
En Youtube es gratis contemplar cómo un grupo de soldados de Israel asesina a un palestino en Gaza. Lo miran con un telescopio y comentan sus pasos. «No le puedo disparar por culpa de la concertina», se queja el tirador. Concertina, dicho en español. Quizá porque ha sido fabricada en la misma empresa de Málaga que facilita el alambre que corta en Melilla la piel de los inmigrantes africanos, y en Hungría la de sirios, iraquíes y afganos. Bendita globalización. Finalmente el soldado dispara, el palestino cae malherido y los compañeros del sniper lo jalean. Hurra. Las risas asesinas incomodan, reconoce el gobierno, pero las imágenes envían un claro mensaje al otro lado.
Las grandes televisiones se pasan estos meses en permanente estado de breaking news. Así fue hace un año, cuando Trump apretó el botón de los tomahawk en horario de máxima audiencia. También entonces se había producido un supuesto ataque con armas químicas en Siria. Como ahora, no había pruebas ni confirmaciones independientes. Como hoy, los mismos cerebros que consideran a Trump un loco aplaudieron su determinación «por razones humanitarias», esa forma contemporánea de referirse al viejo imperialismo. El consenso brilla bajo la estela plateada de un misil. Ya habrá tiempo para las dudas cuando la pantalla vuelva a ser un black mirror.
El mito de la caverna de Platón es muy socorrido para explicar que las apariencias engañan. Se suele resumir en que lo visto por nuestros ojos son sombras de una verdadera realidad que se refleja al fondo de la cueva en la que vivimos presos de imágenes de lo que no es. Pero en estos tiempos en los que no se acepta un final si no es feliz, se suele olvidar cómo acaba la metáfora. Sócrates pregunta qué pasaría si un cautivo consiguiera liberarse de las ataduras, ver el mundo tal como es, volver a contárselo a sus compañeros encadenados, y liberarlos. «¿No lo matarían, si pudieran tenerlo en sus manos?», cuestiona Sócrates. Seguramente, es la respuesta.
Notas de Extramuros es una columna informativa de Siglo 21, en Radio 3. Puedes escucharla en el siguiente audio y acceder al programa pulsando aquí. También puedes revisar todas las Notas de Extramuros en este tumblr.
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