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Cajas de supermercado para solitarios – 8 de febrero

En los Países Bajos se han extendido las cajas lentas de supermercados para que la gente mayor tenga alguien con quien hablar. Son doscientas en toda Holanda. La cadena de supermercados Jumbo empezó hace tres años con algunos puestos pioneros y, ante el éxito de la iniciativa, las kletskassa, como se dice en neerlandés, se han instalado por todo el país. Son cajas del súper donde a los clientes no les miran mal por ponerse a charlar con la dependienta. Al revés, a los trabajadores se les incentiva a hacerlo. Cada vez son menos: la automatización del cobro y el autopago ha convertido a las cajeras en cobradoras, reponedoras y terapeutas low-cost.

La mitad de los viejos holandeses se sienten solos, según un estudio realizado entre mayores de setenta y cinco años para la Coalición Nacional contra la Soledad, un organismo del ministerio de Sanidad, Bienestar y Deporte que coordina la iniciativa de las cajas habladoras. Otra de sus ideas es invitar a café a la vecina anciana. El ministro, Hugo de Jonge, cree que «todo el mundo puede hacer algo para romper la soledad de los demás». Es una fórmula parecida a la que se aplica para frenar la destrucción ambiental: también para salvar a los solitarios, la responsabilidad está en nuestras manos. El individualismo es poderoso en el eslogan.

El ministerio de Sanidad, Bienestar y Deporte de los Países Bajos que se dice preocupado por la soledad de los mayores es también el responsable de vigilar las eutanasias. Son ocho mil al año en Holanda, un cuatrocientos por cien más desde que se legalizaron hace dos décadas. En este sector circula más dinero que en la amable iniciativa de los cajeros. Las clínicas privadas reciben 3.000 euros de las aseguradoras por cada eutanasia. La muerte siempre ha sido un negocio. El suicidio asistido está limitado a terminar con casos de un «sufrimiento insoportable sin perspectivas de mejora» pero se debate si permitir la pastilla fatal para aquellos que estén, simplemente, cansados de vivir. Agotados de esperar el fin.

La soledad es la última compañera en el último día, cantaba Moustaki, quien sabía que la soledad siempre le sería fiel como una sombra, incluso si la traicionaba con otra cortesana. Neil Diamond no llegaba a tanta sofisticación: para él la soledad era obligatoria mientras Melinda o Sue no le fuesen fieles. Frank Sinatra tocó al cielo en el Madison Square Garden de Nueva Amsterdam y llamó himno nacional a su My Way, justamente un himno al poder del individuo. «Qué tiene el hombre si no es a uno mismo», se va despidiendo sobre un manto de trompetas y violines, sugerencia de hilo musical del supermercado que nos acompaña a la eternidad aferrados a la bolsa de la compra.


Extramuros es una columna informativa de Efecto Doppler, en Radio 3.

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Víctor García Guerrero
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