NELINTRE
El taparrabos de Conan

Chicos malos que nos enamoraron: el Enterrador

Comparte los artículos de LaSoga Cultural en RRSS

Y ahora es cuando cualquiera que este leyendo esto debería tararear a voz en grito, cual descerebrado himno futbolero, el colofón de la intro de nuestro malvado de hoy: The Undertaker o, en tierras hispanas, el Enterrador. Uno de los más grandes luchadores de la WWE. Un personaje que, sin duda alguna, salvó en más de una ocasión a la compañía de acabar bajo tierra.

Supongo que algunos de vosotros ya estáis diciendo: «Pero si no es un villano», con una voz similar a la de Alvin y las ardillas. Al menos así sonáis en mi mente. Pues lo cierto es que nació como un villano, pero las circunstancias de su éxito lo convirtieron en un Vegeta cambiacapas de la vida. Robando términos a la lucha libre mexicana, existen los luchadores limpios, los técnicos, que vendrían a ser los buenos. Son representantes de la luz que siempre luchan de forma honorable. Frente a ellos, los luchadores rudos, malos, aliados de la oscuridad y que emplean todo tipo de tretas para hacerse con la victoria. El Undertaker logró moverse en una zona gris entre ambos polos, que muy pocos luchadores logran alcanzar porque exige un peculiar requisito: tener un origen sobrenatural. Y es que el Enterrador estaba animado por los espíritus de la venganza, una fuerza de la naturaleza que su cuerpo canalizaba convirtiéndole en un ser absolutamente implacables. Los espíritus pueden desaparecer una temporada al ser derrotados; pueden ser expulsados de su huésped llevando a su cuerpo a la muerte. Pero siempre vuelven a él para vengarse de aquellos que se interponen en su camino.

el enterrador

Cuando te incorporas en la cama porque te estás meando vivo, pero pisar el suelo te parece tan agradable como andar sobre un lago helado

La posesión por parte del espíritu de la venganza es lo que definió el papel del Undertaker en la narrativa de la lucha libre, pero lo cierto es que el concepto del personaje surge a la estela de los luchadores gimmick o temáticos, poseedores de una característica peculiar que los representa. Durante la primera época dorada del wrestling surgieron suficientes ejemplos como para llenar un desfile de disfraces. Hablo de arquetipos que te marcan tanto como cuando ves a tu padre vestido de monja cachonda en carnaval y quedas traumatizado de por vida. Todos recordamos a Poli Loco, el Policía Montado, el Marinero Tarugo, los Rockeros y, por supuesto, a los Sacamantecas. Pero, a diferencia de muchos de estos personajes, que solían buscar el ridículo (y lo ridículo, en el Pressing Catch, alcanza niveles nunca vistos), el Enterrador supo distanciarse del absurdo y, con varias jugadas astutas, se quitó poco a poco el sambenito de ser un personaje de chiste.

El cosplay con mucho estilo y brillibrilli es parte inseparable de la lucha libre

Desde su debut, a principios de los noventa, quedó claro que su aura sobrenatural le iba a convertir en el preferido de muchos. Su imagen tenebrosa, su mirada penetrante, un aspecto impresionante y una serie de movimientos, pausados pero poderosos, contenían la receta del éxito. Mark Calaway, el hombre tras el personaje, supo crear un algo atractivo y superar a muchos que salieron del ring antes de tiempo. Tras el éxito se escondía una capacidad enormemente importante en el mundo de la lucha libre: su gran habilidad para representar ciertos movimientos de combate que nos hicieron creer que aquello podría ser real. Las llaves y los golpes del Undertaker ayudaban a sus rivales a brillar y eran poco peligrosas, evitando que pudieran sufrir lesiones (o algo peor). Su famoso Tombstone, el finisher o movimiento final que utilizaba para terminar con las peleas de forma espectacular, es uno de los más complicados de realizar, pero el Enterrador lo ejecutó durante treinta años sin romperle el cuello a sus compañeros.

El Tombstone no solo destroza el cuerpo de sus víctimas, también muchos egos masculinos

Tres décadas de carrera dan para mucho: el Enterrador no ha sido hombre de un solo sombrero y, durante su carrera, su papel ha cambiado con la dirección del viento. Empezó siendo una especie de Michael Myers, siempre acompañado de un ser que se parecía a José María Aznar y que lo controlaba con una urna funeraria mística. Para todos nosotros aquel tipo se llamaba y llamará siempre Pablito Terrores. Da igual cómo se llamara realmente (benditos comentaristas de Tele5). Luego, Calaway se transformó en un motero rancio llamado American Badass (no me lo estoy inventando, que conste), para finalmente recuperar su estilo con un arco argumental titulado The Return of the Deadman.

En sus apariciones del nuevo milenio sus poderes se hicieron más palpables e incluso resucitó varias veces, saliendo de su lugar de descanso en el valle de la Muerte para arrastrar el alma de sus enemigos hasta el infierno. Quizás esta es la etapa que más recordamos, porque es también la de la vuelta de la lucha libre a la televisión española a través de Smack Down, que vendría a ser la rama principal del show y Raw, donde luchaban los personajes más hardcore de la franquicia.

«¡Estamos trabajando en ellou!»

Escarbando en la historia del Undertaker nos damos cuenta de que resulta bastante difusa. No está, precisamente, esculpida en piedra. En realidad, en este tipo de detalles la lucha libre parece siempre dispuesta a recordarnos que es una ficción con un toque de vodevil y, en mi opinión, es algo que resulta bastante refrescante. Sí, todo es falso. ¡Sorpresa! Precisamente, eso es lo gracioso, lo que vuelve todo este circo aún más divertido. Ver a señores con cara de bulldozer soltar discursos llenos de testosterona y salivazos es una de las cosas más catárquicas que he vivido.

Pero volvamos al pasado del Enterrador: lo poco que sabemos sobre él es que controla el fuego infernal, que es inmortal y que pudo quemar la casa de sus padres con sus progenitores y su hermano dentro. Bueno, hermano o quizá medio hermano, que en este mundo lisérgico se llamaba Kane y hacía las veces de luchador bastante gigante con el que el Undertaker formó el dúo Brothers of Destruction. Lo dicho: nada de esto se tomaba muy en serio. La historia de los personajes era más voluble que un pedo en una clase de gimnasia.

En cualquier ficción, los personajes más poderosos van en tanga. Pero el Enterrador dedicó su carrera a demostrar que la elegancia gótica puede con cualquier ataque sexi

Uno de los motivos por los que he decidido hacer este pequeño homenaje taparrábico al personaje de Mark Calaway es que, mientras seguíamos discutiendo sobre sus poderes, fue espaciando sus apariciones en el ring casi sin que nos diéramos cuenta. Finalmente, en este 2020, el descanso eterno del Undertaker se hizo real. Después de participar en decenas, millones de WrestleMania y perder solamente uno; tras incontables Royal Rumbles frente a otros treinta luchadores; tras su mítico Hell in a Cell contra Mankind; habiendo acumulado más feudos de sangre con otros luchadores de los que se pueden recordar… llegaba la hora de bajar el telón.

Y lo hizo a lo grande. Porque en la ficción de la lucha libre, él y no otro era el encargado de derrotar y retirar a las grandes estrellas de la WWE. Con sus habilidades tenebrosas y un historial inigualable, era el único que podía capitular. Lo hizo de una manera digna. El Enterrador se va con los máximos honores, pues lo que está muerto no puede morir.

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba