La semana pasada veíamos cómo Cord Jefferson nos ofrecía una maravillosa sátira entorno a los estereotipos raciales norteamericanos en la oscarizada American Fiction. Hoy, tomamos el testigo poniendo el foco en un veterano director y guionista cuyo trabajo cómico y satírico también bebe de una realidad tan compleja como proclive a los estereotipos. Hablamos de Borja Cobeaga y su película, Negociador.
Rodada en 2014, la cinta nos cuenta la historia de Manu Aranguren, un político vasco que se ofrece como interlocutor con la banda terrorista ETA en lo que se supone será el inicio de las negociaciones que llevarán al fin del conflicto armado. Sin embargo, lo que se espera sea un proceso solemne y bien organizado, termina enredándose en una serie de malentendidos y conflictos que pondrán en peligro el curso de las negociaciones.
Basándose en los encuentros reales que se llevaron a cabo durante 2005 y 2006 entre el presidente del PSE vasco, Jesús Eguiguren, y ETA, Cobeaga construye un ejercicio de comedia negra aliñada con elementos dramáticos que resuelve en una retahíla de irregulares gags que no terminan de hacer cuajar el conjunto. El reparto, bien escogido, lo encabeza el veterano Ramón Barea, escoltado, literalmente, por Santi Ugalde; lo completan Melina Matthews, Carlos Areces, Jöns Pappila y Josean Bengoetxea
Si bien Negociador no es el mayor hito en la obra de Cobeaga, sí es una pieza más de una carrera sólida que se caracteriza por un constante esfuerzo en retratar de forma caricaturizada y mordaz la realidad política y social de su tiempo y su lugar de origen, el País Vasco. Si miramos de forma global su producción, no podemos dejar de fijarnos en elementos clave como Vaya Semanita, donde cada siete días se cogía la realidad para manosearla y deformarla sin miedo a rozar los límites del humor negro en un ecosistema particularmente sensible como el referente al conflicto vasco.
Se dice que el humor negro es como las piernas: hay gente que tiene y gente que no. Cobeaga hace de esta chanza bandera y recurre al a él como la herramienta que es, una vía para relativizar los problemas y conflictos, aliviar dolores que de otra forma serían aún más profundos y fomentar una mejor y más rápida cicatrización de las heridas. No me cabe duda de que el trabajo y la trayectoria de este gran profesional ha supuesto, de manera importante, una forma de digerir a nivel social una crudísima realidad que, por suerte, se ha superado.
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