Mientras que Azcona y Berlanga estrenaban en 1978 su ácido retrato de las miserias nacionales, Claudia Weill, con guion de Vickie Polon, se pasaba en Estados Unidos del documental al cine de ficción para su primera película narrativa, Las amigas (Girlfriends). Dos películas radicalmente diferentes, como provenientes de dos realidades ajenas, que apenas coinciden en coordenadas temporales pero que no comparten ni lenguaje narrativo, ni contenido, ni intenciones.
Tras un pasado como pintora, Weill (Nueva York, 1946) había realizado solamente algunos cortos y un documental junto con Shirley MacLaine sobre China, The Other Half of the Sky: A China Memoir (1975), que llegó a ser nominado a los premios de la Academia. El proyecto que terminaría convirtiéndose en Las amigas comenzó también como un corto (de 30 minutos) antes de ampliarse a largometraje. Producido de forma independiente, el dinero inicial partió de diversas ayudas del American Film Institute o del Fondo Nacional para las Artes. La directora tuvo que recurrir a inversores privados (y economizar todo lo posible en la producción) para completar la filmación (que se alargó por más de un año) y la postproducción. Por cierto, otra conexión no buscada con un cinefórum reciente es la (mínima) banda sonora de Michael Small, que entre otras es el responsable de la de La noche se mueve.
Además de los rostros conocidos de los ya mencionados Wallach (sobre todo recordado como Tuco en El bueno, el feo y el malo, pero siempre un grande) y Balaban (Encuentros en la tercera fase), requiere mención obligatoria la aparición de Christopher Guest, siempre recordado como uno de los míticos Spinal Tap (This Is Spinal Tap), el casi cameo de Viveca Lindfors (Tal como eramos) como dueña de una galería y también el debut cinematográfico de Amy Wright, a quién ya vimos en Sangre sabia.
Aunque el título sea Las amigas, en realidad Anne se perfil durante gran parte del film como una ausencia, como el hueco dejado en la vida de Susan y que esta intenta rellenar con otras cosas, con otras personas. En alguna entrevista Weill ha destacada su identificación con el personaje de la fotógrafa (que incluso llega a vestir con su propia ropa), quien siente como el mundo le pasa de largo cuando otras personas parecen avanzar en el camino convencional de la vida. En ese sentido, la forma en que las circunstancias cambian entre las distintas escenas donde aparece Anne trasmite la sensación de ver pasar la vida de otra persona, cuando el contacto cotidiano va dejando paso a encuentros esporádicos.
La primera escena es totalmente íntima: Susan, entusiasmada por la luz del amanecer, está tomando fotografías a una Anne dormida (lo que también acentúa su condición de avatar de la documentalista Weill y, en cierta forma, la distinción entre sujeto y objeto de la narración de los dos personajes). A continuación, la escritora lee un fragmento de su obra a su amiga mientras aquella está en el baño. A partir de allí la distancia crece y crece hasta el punto de ruptura y cierta reconciliación no verbal.
Pese a los buenos resultados y, en general, las buenas críticas de la película, ni sus actrices principales ni su directora han tenido una carrera especialmente exitosa. Anita Skinner no hizo prácticamente nada más; su único otro crédito en Imdb es una película de terror de serie B de 1984, Sole Survivor, mientras que Weill y Mayron se dedicaron, sobre todo, a la televisión. Ambas volverían a coincidir en tres episodios que Weill dirigió de la exitosa serie serie Treinta y tantos (1987-1989), donde Mayron interpretaba uno de los papeles principales, la también fotógrafa Melissa Steadman.
Las amigas nos presenta una historia contradictoria y algo descentrada, como su protagonista, entre la comedia y el drama, sin apenas subrayados estilísticos y con un acercamiento naturalista y algo caótico. Como un fragmento vital, y de época, carece de grandes fanfarrias y de una verdadera respuesta a las dudas y dificultades; por eso se configura como un retrato sincero de una realidad (ya intergeneracional) de la crisis de los modelos tradicionales de vida.
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