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Cinefórum CCLV: «Baby Doll»

Si algo tiene Sangre sabia, nuestra película de la semana pasada, es esa referencia al imaginario que podríamos definir como el gótico sureño. En realidad, a nada que uno se ponga a rascar, el tema no es tan amplio como parece, al menos en el mundo del cine. Cuesta evitar la tentación de continuar con nuestra serie con la obra maestra sin paliativos que es La noche del cazador, sin ir más lejos, pero vamos a resistirnos para acercarnos a una película que explora de manera naturalista ese sur profundo en el que un predicador tan particular como Hazel Motes podría existir. Hablamos de Baby Doll, película de un viejo conocido de nuestro cinefórum, Elia Kazan, rodada a partir de un guion del mismísimo Tennessee Williams que, para la ocasión, fundió dos de sus obras en una única historia.

Baby Doll transcurre en apenas dos días y mantiene una muy fuerte unidad de espacio, en la que la inmensa mayoría de la trama sucede en un viejo caserón, supuestamente encantado, que Archie Lee Meighan compró cuando sus finanzas iban algo mejor. Allí vive junto con su esposa, la joven Baby Doll, una chica que va a cumplir los veinte años y cuya compañía le supone una tortura, puesto que prometió a su suegro que no se acostaría con ella hasta que alcanzara dicha edad. Además, Archie Lee está arruinado por culpa de la irrupción de un nuevo empresario, el italoamericano Silva Vacarro, lo que genera una situación que explotará por culpa de un incendio provocado y que hará que la pequeña Baby Doll conozca el despertar sexual y emocional de la mano del rival de su esposo.

Vista con la perspectiva del tiempo, Baby Doll es una cinta muy teatral y un poco polémica. Las escenas de la seducción están muy bien hechas: el calor parece notarse en cada fotograma y los actores están bien, pero el resultado podría pasar por una más de las muchas buenas películas del Hollywood de los años cincuenta. Sin embargo, su estreno fue una absoluta locura. Ya antes del estreno, el cardenal Spellman, que además era arzobispo de Nueva York, la había condenado desde el púlpito de la catedral de San Patricio en la Gran manzana.

Tampoco nos sorprendería que la mera imagen de Carroll Baker en camisón, acostada en una cuna mientras se chupaba el dedo, pudiese hacer que el cardenal tuviese pensamientos mucho más obscenos que los de sus feligreses. El caso es que la Liga de la decencia católica condenó la película. Y, por si acaso alguien se cree que esto es solo cosa de estadounidenses un poco salvajes, el film terminó prohibido en Suecia y varios países más. Por supuesto, esto solamente la hizo más popular, contribuyendo a que tuviese cuatro nominaciones a los Oscar y hasta ganara un Globo de oro.

Baby DollVolviendo a la película en sí, desde luego es una obra de actores, más que de dirección, aunque Elia Kazan sepa manejar el espacio en todo momento. Los tres pilares de la cinta venían del Actors Studio y dos de ellos se hicieron conocidos gracias a la película. Tanto Carroll Baker como Eli Wallach se convirtieron de la noche a la mañana en estrellas de Hollywood; Karl Malden ya tenía un Oscar a mejor actor secundario, pero siguió cimentando su enorme carrera.

Por último y para entender la importancia cultural de la película, tenemos que pensar que en los Estados Unidos a los picardías se les sigue llamando hoy en día babydolls en recuerdo de esta cinta. Ahí se sitúa, junto a las rebecas en España o a la leyenda urbana de que las camisetas interiores vieron descender sus ventas por culpa del pecho desnudo de Clark Gable en Sucedió una noche… demostrando que, a veces, el cine supera sus propias fronteras y se convierte en una fuerza cultural y social imparable.

Ismael Rodríguez Gómez
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