Cinefórum CCCXXXIV: «1280 almas»
En el campo de las adaptaciones extrañas, o muy lejos de su lugar de origen al menos, hoy toca hablar de esta película, que en su título en castellano (aunque en Argentina recibió el título de Más allá de la justicia) muestra de forma transparente su origen: la novela 1280 Almas, de Jim Thompson (Pop. 1280, 1964), que por algún motivo la traducción francesa (citada en la película) decidió rebajar a 1275. Curiosamente, no es la primera, sino la segunda adaptación de Jim Thompson realizada en Francia, siendo la anterior Serie negra (Série noire, 1979, Alain Corneau), basada en la novela Una mujer endemoniada (A Hell of a Woman).
La película nos presenta a Lucien Cordier (Philippe Noiret), el aparentemente simple jefe y único agente de policía de Bourkassa, una pequeña localidad en el África colonial, con un puñado de blancos europeos y una población negra que, pese a constituir la mayoría de su jurisdicción, apenas aparecen como personajes. Vago e indolente, Lucien es también evidentemente corrupto, pero fundamentalmente inofensivo. Incluso los criminales locales se burlan de él, especialmente el dúo local de proxenetas interpretado por Jean-Pierre Marielle y Gérard Hernandez; al mismo tiempo, su mujer Huguette (Stéphane Audran) mantiene un descarado romance con su supuesto hermano Nono (Eddy Mitchell) y Lucien se ve con Rose (Isabelle Huppert), que a su vez está casada con el abusivo Marcaillou (Victor Garrivier). Sin embargo, un día, tras pedir consejo de cómo actuar a un oficial superior en la capital, Marcel Chavasson (Guy Marchand), Lucien decide cortar por lo sano y asesinar a los dos proxenetas, comenzando una serie de acciones cada vez más despiadadas para limpiar su vida de todos esos obstáculos.
La novela de Thompson se ambienta en el Sur de los EEUU, en torno a 1917-1918, y, leyéndola, parece tan naturalmente situada allí, tan unida a la historia y realidad de ese lugar y momento, que parecería extraño pensar en llevarla a ningún otro lugar de la Tierra. Sin embargo, en esta versión se traslada la acción al África Occidental Francesa de 1938, sirviendo la realidad colonial como trasunto de las condiciones originales. El que la situación de Dixie en plena era de las leyes de Jim Crow sea equiparable a la dominación colonial resulta significativo: la película se permite incluso citar casi literalmente una escena del libro sobre las almas de la población negra (o la ausencia de las mismas) que no parece fuera de lugar en ninguna de las dos situaciones.
Por supuesto, hay diferencias sustanciales, sobre todo la condición de sheriff del diminuto condado de Potts del Nick Corey de la novela y que, por tanto, le somete al voto popular de sus constituyentes, un elemento fundamental de la versión original que brilla por su ausencia en la adaptación. TaverniSe pierde pues la realidad americana, en que la ejecución de la ley local queda circunscrita y a menudo limitada por la moralidad y las costumbres de la población (o, en este caso, de la parte de la población que puede votar, excluyendo por supuesto a los afroamericanos, pero también a los blancos pobres); a cambio, Bertrand Tavernier y el guionista Jean Aurenche sitúan un conflicto político subyacente, entre la situación prebélica y la amenaza del reclutamiento general, y Cordier se permite ciertas divagaciones sociopolíticas más generales (incluyendo una magnífica frase sobre la importancia de la educación para los niños nativos, que así aprenderán a leer el nombre de sus padres en los monumentos de guerra franceses).
Quizás la mayor diferencia está en el tono: donde el libro (escrito, por cierto, en primera persona, desde el punto de vista de Corey) muestra que, más allá de su visible indolencia el sheriff es mucho más capaz y también mucho más despiadado de lo que aparenta, el Cordier de la película parece ser solo ligeramente más listo de lo que da a entender y comete sus desmanes ayudado por una estupidez casi universal. Por ello, lo que en la novela es humor negro y burla cruel de la hipocresía de una sociedad basada en ella, en la película simplemente parece una farsa que bordea con lo surrealista y que hace difícil aceptar la realidad de lo que pretende contarnos. Tal es así que la novela, aun compartiendo la mayoría del argumento, funciona mejor también en el ámbito criminal, ofreciendo explicaciones más o menos lógicas para cosas que en su adaptación parecen casi saltos al vacío.
En comparación, los momentos más efectivos son aquellos en los que el director consigue trasmitir en imágenes, como en el contraste entre la primera y la última escena (casi paralelas y contrapuestas), lo que el libro presenta como el discurso interno de su protagonista. Las actuaciones de todos y especialmente un magnífico Noiret en el papel principal, ayudan a esa transformación de la palabra hacia lo visual. También resulta interesante la ausencia de rasgos visuales típicos del cine negro, con una fotografía luminosa y abierta, ayudada por el rodaje en verdaderos paisajes de Senegal, y el eficiente uso de la cámara en mano, que por cierto da lugar a un par de pifias en varias escenas.
En general, la versión de Tavernier resulta una película interesante, ayudada por unas magníficas interpretaciones y un escenario atrayente, pero que desluce frente al estilo y eficacia de su original literario. Thompson consigue dar una desasosegante realidad a su Nick Corey y su Pottsville, quizás por ser una historia mucho más cercana a su propia experiencia, de lo que la película consigue con Lucien Cordier y sus problemas.
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