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Cinefórum CDXVIII: «Un asesino algo especial»

Los asesinos profesionales abundan en el cine, en todas las cinematografías: de alguna manera, una profesión tan poco convencional está sobrerrepresentada a través de la historia del cine. Desde The Killer (1989, John Woo) a John Wick (2014, Chad Stahelski), podía haber escogido decenas de películas de cualquier cinematografía y en una variedad de géneros sorprendente. Curiosamente, abundan las comedias que giran en torno a un asesino profesional (o que cuentan con uno entre sus personajes principales), utilizando a menudo el contraste con personajes y situaciones de naturaleza más convencional y cotidiana para provocar el humor. También a menudo, el actor que interpreta al asesino cuenta con una carrera o personalidad cinematográfica de tipo duro (preferiblemente de pocas palabras) como el Bruce Willis de Falsas apariencias (The Whole Nine Yards, 2000, Jonathan Lynn). No es el caso, sin embargo, de la película que nos ocupa: en Un asesino algo especial (Grosse Pointe Blank, 1997, George Armitage) John Cusack encarna a un protagonista de rostro amable, con su aire de persona cualquiera y chico sensible.

En la película, Martin Blank (Cussack) es un asesino independiente que parece atrapado en la crisis constante de la edad adulta, fallando en algunos trabajos supuestamente fáciles, planteándose dudas sobre su existencia, cuando recibe la invitación para asistir a la reunión de los diez años de su graduación en el instituto de Grosse Pointe (Michigan). Allí dejó a su novia del instituto, Debi Newberry (Minnie Driver), con la que sigue incomprensiblemente obsesionado tras dejarla plantarla en aquella lejana fiesta de graduación. Aunque en principio no pretende ir  a la reunión termina volviendo, para reconectar con diversos personajes de su juventud y enfrentarse a su pasado. Mientras tanto sus problemas profesionales, especialmente la injerencia del ambicioso Grocer (Dan Aykroyd), otro asesino a sueldo que pretende fundar una especie de gremio para controlar el sector. De este modo, las cosas se van complicando más y más.

En el reparto, abundante con los  rostros de la supuesta promoción del 86 del instituto de Grosse Pointe, podemos destacar la presencia de Jeremy Piven, Michael Cudlitz y Jenna Elfman; en otros papeles encontramos a algunos grandes secundarios como Hank Azaria, en el papel de un agente de la NSA, o Alan Arkin, como el desesperado, e involuntario psicoanalista de Martin.

En 2008, John Cussack protagonizó y coescribió (junto con Mark Leyner y Jeremy Pikser) Negocios de guerra (War Inc., 2008, Joshua Seftel), donde interpreta a otro asesino a sueldo, Brand Hauser; en entrevistas, la llegó a definir como una secuela informal de esta Un asesino algo especial, aunque con resultados mucho más modestos con la crítica y los espectadores.

Algo que me gustaría mencionar es la magnífica banda sonora, donde nos encontramos un nombre mítico como el de Joe Strummer, de The Clash. Strummer realiza una selección de música de los 80 (época en la que Blank y sus compañeros se graduaron) y los 90 (momento en que se ambienta la película), con una interesante mezcla de punk, rock y alternativo (y dos canciones de su propio grupo, claro); una selección de hits que difícilmente podríamos escuchar (el tema de los derechos se ha vuelto muy complicado) en una película actual. Por cierto, aquí hay otra conexión con nuestra anterior película en el cinefórum, ya que Strummer hace una breve aparición también en Contraté a un asesino a sueldo. A veces esta misma selección musical resalta magníficamente el humor, como en el momento en que los épicos acordes de la versión de Guns N’ Roses de Live and Let Die contrastan con la deprimente, y mundana, visión del supermercado que ha reemplazado la casa familiar de Martin (en una escena que luego degenera hacia una versión cutre en el hilo musical del establecimiento cuando entra en el local); en otras ocasiones, la música simplemente permite anclar a esos personajes a un tiempo y ambiente concreto.

El guion fue realizado principalmente por Tom Jankiewicz (con la colaboración de D.V. DeVicentis, Steve Pink y el mismo John Cussack, aunque hubo improvisaciones de todo el reparto); Jankiewicz es un nativo de Michigan (aunque no acudió a la misma Grosse Pointe, si no a la cercana Madison Heights) que basó parte de los personajes y las circunstancias en sus propios amigos del instituto, inspirado por la invitación a su propia reunión de los 10 años de la promoción. Pese a que este, su primer guion profesional, fue un éxito moderado y se convirtió en una película de culto, la pieza fue también la única que firmó con su nombre hasta su muerte en 2013. No obstante, se dice que durante años trabajó como script-doctor (arreglando anónimamente guiones ajenos), o vendió proyectos que no llegaron a realizarse. La ambientación en Michigan sitúa la acción a la sombra de Detroit y la película abunda en referencias a los coches americanos (o más bien a su ausencia); hay también una rápida mención a los incendios de la Noche del Diablo (definitivamente, no se inventaron esto para El Cuervo); a pesar de ello, la película se rodó fundamentalmente en California, lejos por tanto de la decrepitud urbana que suele caracterizar a los retratos de la ciudad del motor.

La dirección recae en un veterano, George Armitage, pero igualmente de carrera bastante limitada, con solo siete películas en su carrera. El punto álgido de la misma en términos de renombre y éxito fue esta comedia romántica de acción (o la complicada categoría híbrida en que queramos introducirla). Sin embargo, precisamente creo que este historial tan alejado de la comedia en general y de la romántica en particular, ayuda a vender la parte más fantástica de la película; es decir, la historia de asesinos está rodada de una forma que no es exageradamente cómica ni busca acentuar las risas. En general, toda la película, desde la dirección de las escenas de acción hasta los momentos románticos, funcionan gracias a no llamar especialmente la atención sobre el chiste (hasta el estallido de acción en el tercer acto). A ello ayuda la actitud algo despegada e irónica del guion, que conecta con la revisión de los géneros clásicos a partir de los 90 y que en cierta forma convierte la película (pese a la veteranía del director) en un símbolo de la llamada generación-x. En cierta forma y salvando las distancias entre las tres películas, sirve como puente entre otros dos papeles icónicos de Cussack: el romántico más tradicional de Un gran amor (Say anything, 1989, Cameron Crowe) y el revisionista de Alta fidelidad (High Fidelity, 2000, Stephen Frears).

Un asesino algo especial
Caravan Pictures, Hollywood Pictures, New Crime Productions

Esta actitud también consigue que no prestemos demasiada atención a algunos elementos (y suposiciones) verdaderamente horribles del la labor profesional del protagonista, algo que apoyado en el aire amable antes mencionado de Cussack, consigue que aceptemos esta realidad sin demasiados problemas. La excepción es quizás el final mismo, que termina decantándose por una resolución, al menos aparente, de las contradicciones no totalmente creíble ni satisfactoria. Martin Blank es un sociópata, de eso no cabe duda; pero la química entre Cussack y Driver y los tópicos heredados de la comedia romántica más tradicional, nos hacen desear un final feliz aunque en el fondo deberíamos saber que es, o debería ser, imposible.

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