¿Dónde conocemos personas nuevas? Me refiero a esas que alteran el estado de nuestra cuestión. Las conocemos en nuestra vida pública, la que se circunscribe a las actividades intra y extraescolares a lo largo de buena parte de nuestra vida y mayormente al trabajo durante el resto de nuestra existencia. Incluso hoy en día, en un mundo lleno de aplicaciones, las personas reales que el mero azar cruza en tu camino siguen teniendo un sabor especial. Depende de nosotros saber qué hacer con ellas, especialmente con las que son tan especiales que suponen un punto de inflexión en nuestra vida; depende de nosotros asumirlas a ellas y los cambios que provocan; y depende también de nosotros evitar la tragedia. No siempre logramos, como no lo logró Franck Poupart la semana pasada en Serie negra; como tampoco lo logra, aunque a través de su propia y peculiar forma, el joven Mike de Zona profunda, cuya existencia da un vuelco al conocer a Susan en su primer trabajo, recién salido de la escuela, en unos sórdidos baños públicos del Londres de 1970.
Así arranca Zona profunda del director polaco Jerzy Skolimowski que, adelantándose un año a la genial Harold y Maude (en la que, como aquí, la banda sonora corre a cargo de Cat Stevens), nos presenta un campo abonado para la comedia, pero en el que poco a poco va brotando el surrealismo. No en vano, David Lynch despachó a la revista New Musical Express en 1982 con una boutade, afirmando que esta era la única película en color que le había gustado.
Lo cierto es que Zona profunda tiene algunos de los elementos que luego reconocemos en las películas del director de Montana, aunque su guion nunca pierde de vista los comprensibles y explícitos cimientos de la historia de Mike: la película, en realidad, narra la historia de una primera atracción sexual absolutamente irrefrenable. Un deseo, por cierto, con el que podremos fácilmente revivir los nuestros. Y es que la simbiosis entre la dirección de Skolimowski, y la actuación y el físico de Jane Asher, prometida de Paul McCartney hasta 1968, forman un tándem explosivo. Sobre un Londres gris y decadente, los colores chillones de la ropa de Susan solo nos dejan pensar en el cuerpo que cubren; y, sin embargo, cada vez que podemos verlo el rojo sangre se adueña de la escena.
Ese fundido en rojo añade prestigio al truco de Zona profunda. La mejor tragedia es la que se arma en cinco minutos sobre una comedia que nos ha hecho reír con personajes que recordaremos para siempre. Harold y Maude, Mike y Susan… Algo realmente auténtico se cocinaba en la Pérfida Albión en la década de los 70.
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