Esta semana nos alejamos de Canadá para afrontar una situación similar a la desarrollada en las aulas de Montreal, pero doblando la apuesta, viajando a Tailandia para meternos de lleno en el mundo del Muay Thai (boxeo tailandés): y es que Beautiful Boxer (Ekachai Uekrongtham, 2003) nos cuenta una historia similar, la de la soledad e incomprensión de una mujer atrapada en el cuerpo de un hombre que lucha (y no de forma metafórica) para convertirse en quien realmente quiere ser.
Es relevante cómo, en cualquier lugar del mundo, a pesar de las distintas culturas y tradiciones, el rechazo a los que consideramos distintos se manifiesta con la misma insensibilidad y virulencia sin importar nacionalidad, educación, creencias o estrato social, cómo la tradición se graba a fuego en el subconsciente y hace rechazar cualquier atisbo de irregularidad en la condición sexual, más allá de Adán y Eva, cuando realmente es ilógico que la calidad personal de un individuo y su relación con el resto de sus semejantes dependa de su género o identidad sexual. Es este un dato tan irrelevante a la hora de socializar, en el sentido de que su influencia debiera ser neutra a la hora de condicionar el comportamiento mutuo. Es tan neutra (como el color de pelo, la altura o el peso), que resulta incomprensible cómo es capaz de despertar un odio tan irracional en gran parte de las comunidades de medio mundo. Muchos estarán pensando que no es su caso, que son tolerantes y no se fijan en esas cosas, pero desde el momento en que se cree necesario comentar si tal persona es gay o aquel otro es transexual, por el simple morbo de decirlo, queda claro que existe un resquicio que se convierte en abismo a la hora de aceptar como iguales a todos aquellos que se sienten distintos.
Películas como esta y personas como Nong Toom, protagonista de la película basada en hechos reales, son necesarias para despertar todas esas conciencias aletargadas por la tradición y la irracionalidad, mostrando que debajo de todas esas etiquetas sólo hay personas. Ni mejores ni peores, solo distintas.
Desde el punto de vista cinematográfico, la película fluye a buen ritmo gracias a las continuas escenas en el ring, muy llamativas debido a la espectacularidad del Muay Thai, que complementan la parte más dramática de la historia, aderezada con unos pequeños guiños de humor, evitando caer en la lágrima fácil. Decisión muy acertada pues la dureza del tema, a pesar de esos tintes de comedia, queda perfectamente reflejada. Notable película tanto en fondo como forma, cuyo visionado ayuda a diluir prejuicios y hace mejor a todo aquel que quiera escuchar.