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Ecoactivistas, mitos y el jardín de Epicuro – 16 de noviembre

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Los activistas del clima se han levantado contra el arte de los museos. Le han tirado sopa y pintura a tres cuadros de Van Gogh, o se han pegado con adhesivo a Las majas de Goya y a La joven de la Perla de Vermeer. Denuncian el calentamiento global en tiempos de cumbre climática. Han llegado a pintar junto a los cuadros la cifra 1,5º, el aumento de temperatura en el planeta pactado en los Acuerdos de París y que será superado. «Se pone en riesgo nuestra seguridad alimentaria», dicen los activistas. Los que atacaron Los Girasoles preguntaron a gritos: «¿Qué vale más? ¿El arte o la vida?».

Los ataques están grabados y emitidos, como si fueran una actuación, una performance: otra obra de arte. Las personas que registraron la acción en el Museo del Prado también fueron arrestadas: la autoridad entiende que el medio es el mensaje y envía el suyo porque el show no puede continuar. «No se puede atacar lo más preciado que es el arte humano», exclama un dizque periodista de lo paranormal en prime time. Lo preciado es lo sagrado, o sea, la Cultura, versión secular de la gracia divina, según Gustavo Bueno. Naturaleza y Cultura, dos mitos; y en el museo, una guerra entre mitómanos.

Sobre los mitos se levantan iglesias y sectas. La Naturaleza y la Cultura tienen las suyas: de los ecoactivistas de museo a los negacionistas de púlpito y coche oficial: nada debe interferir en la mano divina del hombre, sea en forma de lienzo o de tubo de escape. La acción en los museos les resulta tan agresiva porque cuestiona el dogma de la gracia. Ocurre como el Sexo y el Género, otro par mitificado que alimenta al sectarismo: la propia mención a la biología es una ofensa para los sentimientos fluidos que navegan entre Venus y Marte.

Huir con velas desplegadas de toda forma de cultura, quería Epicuro: escapar del mito y poner rumbo a la realidad. En Epicuro el sabio, el comic de Wesner Loebs y Keith, Aristóteles se burla del maestro porque quiere enseñar a mujeres, y al filósofo no le queda más remedio que irse de Atenas, la ciudad, es decir, la cultura, y abre su escuela en un jardín. O sea, en la naturaleza. El joven Marx admiraba la dialéctica materialista de Epicuro: hombres y mujeres solo serán libres cuando se conozcan a sí mismos y se den cuenta de que, en realidad, no son más que una engañosa ficción.


Extramuros es una columna informativa de Efecto Doppler, en Radio 3.

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