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Arte y Letras

El túnel de Bernhard Kellermann: un ‘best seller’ al filo de la guerra

Cuando El túnel fue publicado en Alemania, corría el año 1913. Poco tiempo después, mientras la guerra asolaba Europa, Kellermann había pasado de ser un exitoso y reconocido autor en su país a convertirse en uno de los escritores más vendidos del joven siglo XX. La culpa la tenía una obra concebida desde la ciencia ficción pero con hechuras de otros géneros, en la que un prohombre norteamericano, hecho a sí mismo, se empeñaba en construir un túnel entre Europa y EE. UU.

Con el paso de los años, la novela se afianzó como uno de los títulos más vendidos del primer tercio de la centuria. Entre las razones que propiciaron tal éxito se encontraba, sin duda, el potente atractivo de su argumento. Sin embargo, probablemente fue el convulso contexto político de la época el que acabó por convertir el gancho del túnel en un fenómeno editorial superlativo: Kellermann había conseguido capitalizar el morbo que despertaba entre los lectores de la época la posibilidad de unir la vieja Europa y el hervidero del Nuevo Mundo. Bajo el océano podrían circular productos y capitales, pero también las ideas que estaban a punto de desencadenar en Rusia una revolución que estremecería al planeta. Una idea tan potente que, además de un libro, inspiraría cuatro adaptaciones cinematográficas.

Sin embargo, a día de hoy resulta inevitable verle algunas costuras a la obra de Kellermann. Lo estereotipado de algunos personajes y la fascinación por el sueño americano (Allan, el protagonista de la novela, pasa de ser mozo de carga en una mina a ser el ingeniero industrial más reconocido del mundo a base de tesón y nobleza) pueden comprenderse, en cualquier caso, como rasgos característicos de la literatura popular de la época. Al fin y al cabo, se corresponden con la prosa casi decimonónica de Kellermann y cumplen una función clara en la estructura de la historia. Pero tras las dos guerras mundiales resultan más incómodas, en cambio, cuestiones como la psicología de los personajes femeninos (infantiles, débiles y cansinos) o la ruindad moral del villano de la novela (S. Woolf), que llega del este cargando con ese apellido y alguno de los prejuicios habituales que por entonces se empleaban para ilustrar la supuesta mezquindad de los judíos.

En cualquier caso, y a pesar de que ciertos tramos de la novela pueden resultar algo tediosos por estos motivos, la habilidad narrativa de Kellermann y la fuerza del argumento de su obra obraron el milagro de agotar muchísimas ediciones de un libro de ciencia ficción que acertó y falló, a partes iguales, en sus previsiones sobre el futuro. Acertó al señalar la importancia política que adquiriría poco tiempo después la lucha de clases y al anticipar con asombrosa precisión algunos de los efectos que podría tener una gran depresión económica, acercándose así al género de la novela social; pero falló al no prever que la tensión internacional se resolvería, no tendiendo túneles entre los continentes, sino a través del primer gran conflicto bélico del siglo XX.

El lector actual, conocedor del progreso tecnológico de los últimos cien años (y en concreto de las telecomunicaciones, la aviación y la navegación), puede tener la impresión de que toda la estructura de la obra descansa sobre unos cimientos absurdos. Pero eso significaría olvidar que la naturaleza del best seller es mucho más caduca que la de la literatura creada con el objetivo de escalar al olimpo de los clásicos que, por ejemplo y sin ir más lejos, algunos compatriotas de Kellermann estaban publicando en aquella misma época.

El túnel abandonó su país en 1913 y en poco tiempo se propagó a través de lectores y medios hasta triunfar en todas las naciones que un año más tarde tratarían de eliminarse mutuamente. Y ese fenómeno nos habla de lo mucho que debían tener en común aquellas gentes de hace un siglo que decidieron empezar a matarse y tenían, sobre su mesita de noche, una novela sobre un oscuro agujero que podría haberles unido pero no llegó a construirse.

Víctor Muiña Fano
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Un comentario

  1. Madre mía, iba un poco justo para escuchar los discos que vais recomendando en esta sección, pero si empezáis a hablar también de libros interesantes, apaga y vámonos…

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