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Estibadores contra la guerra – 9 de noviembre

Los estibadores y transportistas belgas no quieren que su trabajo ayude armar a Israel para que bombardee Palestina. Los sindicatos del sector apelan a todos sus afiliados para que no carguen ni descarguen los aviones que Estados Unidos está enviando a su aliado. Van llenos de munición. «Las mejores bombas del mundo», dicen con amarga ironía los palestinos. El boicot en Bélgica lo empezaron en Lieja, donde los vuelos de carga con destino a Israel se multiplicaron en cuestión de días. La industria de la guerra es una máquina veloz: siempre alerta para alumbrar el campo de batalla, o de matanza.

Los estibadores de Barcelona se están sumando al boicot de sus compañeros belgas. Y los de Génova y Livorno, donde ya impidieron hace dos años la descarga de un barco con armas para Israel. En Livorno nació el comunismo italiano y hoy siguen ganando los restos de la izquierda, a pesar de la marejada reaccionaria que lideran Meloni y Salvini, lo que desmiente que la ultraderecha navegue sobre los vestigios del sueño revolucionario. No sobre todos. El fascismo, recordaba Plà, creció sobre el agro, no la industria: propietarios, cazadores, los dueños de la tierra.

La protesta de los estibadores puede tener un efecto escaso en la ejecución de los planes de Israel. Pero se notará más que las inexistentes acciones de la alta política estadounidense y europea. Israel está convirtiendo Gaza en un «cementerio de niños», en palabras de Antonio Guterres, y miles de personas salen a la calle en todo el mundo para decir basta y sellar el divorcio con sus élites administrativas, superadas también por la derecha. Elon Musk ha prometido dar internet a los gazatíes con su sistema Starlink. La política se ha convertido en un arte retórico y contemplativo.

Los estibadores están en el origen del movimiento obrero. Cien mil dockers pararon los puertos de Londres en 1889: de aquella huelga nació el primer sindicato de los trabajadores portuarios y un horizonte para el pueblo del abismo que retrataría Jack London. La Unión Soviética también empezó a nacer en un puerto y una protesta contra la guerra, la de 1905 en la Odessa del acorazado Potemkin. Otro barco, el Aurora, dio con su cañón la señal para la toma del palacio de Invierno. Los bolcheviques firmaron la paz de las trincheras sin saber que la historia les reservaba un siglo de guerra fría.


Extramuros es una columna informativa de Efecto Doppler, en Radio 3.

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Víctor García Guerrero
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