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Harry Price, el primer cazafantasmas

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El malestar con la modernidad durante la época victoriana y la extendida creencia de que la industrialización amenazaba el patrimonio cultural e histórico británico, contagiaron a muchos librepensadores de una profunda nostalgia por lo medieval. Disconformes con los límites impuestos por una realidad cambiante, algunos de ellos vieron una vía de escape en el estudio de lo paranormal.

Esperando al detective psíquico

La mejora de las comunicaciones, gracias al ferrocarril y el barco de vapor, redujo la distancia que separaba Europa de muchas culturas que resultaban exóticas y sus tradiciones milenarias, produciendo un renacimiento del misticismo en Europa, expulsado del imaginario colectivo desde la llegada del cristianismo. En todo el continente comenzaron así a proliferar ritos, logias y sociedades secretas que mezclaban elementos extraños con el propio folclore europeo. De este modo, filosofías orientales y ritos animistas africanos colaboraron en la creación de la nueva magia hermética, la criptomancia, la cliomancia, la mecanomancia o el mesmerismo.

Durante los siglos XV y XVI, hubo tímidos intentos de acercar las ciencias ocultas a la razón de la mano, por ejemplo, de Henricus Cornelius Agrippa Von Netlesheim y el estudio del judaísmo cabalístico. Pero es con el nacimiento del Ghost Club en el Londres de 1862 y la Sociedad Teosófica de Nueva York, en 1875, cuando por primera vez el ocultismo se aleja de las casetas de feria para alojarse en extensos archivos dedicados al estudio de los fenómenos inexplicados de la naturaleza. En 1888 nace la Orden Hermética del Amanecer Dorado, fundada por William Robert Woodman, William Wynn Westcott y Samuel Liddel MacGregor Mathers, de la mano de un agnosticismo que ganaba terreno entre la clase más culta tras la publicación de El origen de las especies (On the Origin of Species, 1859) de Darwin. Para entonces ya era evidente que los jóvenes intelectuales, estetas muchos, comenzaban a  rechazar abiertamente el rígido conservadurismo y la hipocresía heredada de la opresiva época evangélica. Si bien conservando la apariencia de clase y una aparente rectitud moral, cada vez se alejan más del discurso y la terminología cristiana. Con la ruptura de todos los tabúes costumbristas y la irrupción de un nuevo caudal de información sin filtro, en las aglomeraciones humanas de las crecientes ciudades industriales comenzaron a proliferar brujas, magos, nigromantes y estafadores varios que se aprovechaban de la curiosidad, ingenuidad y desesperanza de los británicos de la época.

Harry Price, considerado el primer cazafantasmas de la historia, nació en Londres el diecisiete de enero de 1881, aunque él siempre afirmó que su verdadero alumbramiento fue en Shropshire. Estudió en el Haberdasher’s Aske’s Hatcham Boys School, la academia de secundaria más prestigiosa de New Cross, en el sudeste de la capital inglesa, donde a los quince años fundó la sección teatral Carlton Dramatic Society. Con ella dirigió e interpretó su primera obra escrita, un drama basado en una experiencia vivida en carnes propias acerca de un poltergeist que aconteció en una casa encantada en Shropshire, región de las West Midlands fronteriza con Gales.

Su primera aparición en prensa vino a raíz de la realización de un experimento relacionado con la telepatía y la telegrafía espacial. Colocó un emisor y un receptor de ondas separados por varias millas y, supuestamente, consiguió capturar una chispa eléctrica en una placa fotográfica. Aunque el acontecimiento tuvo cierta repercusión mediática, Price afirmaría años más tarde en su autobiografía que «lo único para lo que sirvió el experimento fue para demostrar que el invento no funcionaba».

Durante aquellos primeros años de su vida desarrolló un creciente interés por la arqueología y en sus excavaciones en la zona de Sussex, lugar de procedencia de su esposa, encuentra varias monedas romanas, piezas de alfarería e incluso un lingote de plata con la cuña del tardío emperador Honorio, cuya autenticidad no fue probada. Por entonces combinaba estas actividades junto con su trabajo de vendedor para una distribuidora de papel y celulosas, a la vez que publicaba frecuentes artículos sobre arqueología en diversos periódicos locales.

En uno de sus viajes comerciales a Shrewsbury, capital de Shropshire, conoció al Gran Sequah, célebre prestidigitador itinerante, de quien diría «fue enteramente responsable de la inspiración de gran parte del trabajo al que dedicaría mi vida». El Gran Sequah, nombre artístico de Charles Rowley, era el protagonista de un espectáculo en que hacía aparecer objetos de su sombrero de copa, escapaba de una jaula cerrada con candados, adivinaba la profesión de los presentes e incluso extraía sin dolor muelas infectadas, valiéndose de la hipnosis. Price, que acababa de terminar de leer Estudio en escarlata (A Study in Scarlet, 1887), pensó que sería maravilloso utilizar el razonamiento detectivesco para analizar lo que sucedía ante sus ojos, siendo así como comenzó a estudiar científicamente las actuaciones de aquellos que afirmaban tener poderes sobrenaturales. Al mismo tiempo, empezó a mantener correspondencia con otros estudiosos de la mecánica del ocultismo.

El caso Eva Carriere

Marthe Beraud nació en Francia en 1886. Era hija de un oficial del ejército destacado en Argel y huérfana de madre, así que cuando su progenitor falleció fue acogida por el General Noel, residente permanente en la plaza norteafricana. Se prometió con el hijo de su padre adoptivo, que falleció prematuramente en un accidente de caza. Para consuelo de su desesperada suegra, Beraud descubre poseer poderes psíquicos que le permiten hablar con el recién fallecido. Por si eso fuera poco, también invocaba a un santón hindú de trescientos años llamado Bien Boa, que aparecía desde detrás de una cortina intimidando a los presentes, que siempre eran miembros de la alta sociedad que pagaban una buena suma por asistir a estas sesiones.

Poco tardó en descubrirse que la aparición en realidad se trataba de un empleado doméstico de origen árabe disfrazado, así que la médium, desacreditada, decide mudarse a Inglaterra en 1909 y cambia su nombre por el de Eva Carriere, iniciando así una nueva carrera como espiritista. Fue visitada por sir Arthur Conan Doyle, quien no encontró prueba alguna de fraude en su actuación y la creyó veraz, todo lo contrario a Harry Houdini, que identificó el espectáculo como «una pobre variación del truco de la aguja hindú».

Descrita por el mago austrohúngaro como perversa y neurótica, comenzó a variar sus actuaciones y realizar actos cada vez más violentos y explícitos. Solía aparecer desnuda ante el público, invitándole a introducir las manos en su vagina para asegurar la ausencia de espíritus ahí escondidos. Entraba en frenesí sexual, en el fondo del decorado aparecían siluetas fantasmagóricas e, incluso, en el momento del orgasmo, un ectoplasma emanaba de su boca a la vez que se desmayaba, dando fin a la sesión..

Por petición de Houdini, gran escéptico y estudioso de la historia de la magia con quien mantenía correspondencia y discusiones sobre la posibilidad de encontrar un caso real, Price comenzó a investigarla en 1920 y no tardó en demostrar que el supuesto trance de Carriere y las incitaciones sexuales no eran más que una maniobra de distracción para que un colaborador colocara figuras de papel maché en la penumbra. Asimismo, afirmó que el ectoplasma del espíritu que la infestaba y escapaba de su boca era un simple pedazo de papel de diario a medio digerir, que regurgitaba y escupía en el momento adecuado.

El fotógrafo del más allá

Animado por Houdini, en 1922 se uniría al Magic Circle, cuyo lema reza Indocilis privata loqui (‘incapaz de revelar secretos’), una organización creada en 1905 para el estudio de la hechicería y la magia, donde recibiría la instrucción como ilusionista y prestidigitador que tan útil le será en el desempeño de lo que se está convirtiendo en su pasión: la investigación de fenómenos paranormales que, por entonces, centró en William Hope.

Hope, prestigioso fotógrafo, líder de la asociación espiritista Crewe Circle, llevaba más de quince años capturando imágenes fotográficas de fantasmas cuando Price concluye el informe sobre sus poderes. Determina encontrarle culpable de sustituir deliberadamente las placas fotográficas, marcadas en secreto para su seguimiento, por otras preparadas, con el propósito fraudulento de realizar una doble exposición de las placas, en las que previamente aparecía la imagen de un fantasma. Estas afirmaciones supusieron un gran escándalo en la época y le valieron la enemistad de sir Arthur Conan Doyle, que acusó públicamente a Price de conspirar para difamar contra la asociación de William Hope y de mostrarse abiertamente hostil contra el movimiento espiritista, en el que el escritor creía firmemente.

La gira europea

A finales de ese año recibe invitación del barón Albert von Schrenck-Notzing, reconocido psiquiatra alemán, para viajar a Múnich, colaborar conjuntamente en varias investigaciones inconclusas y dirigir varios experimentos que arrojaran luz sobre los supuestos dones de varios médiums. Conoce así a Willi Schneider, fraudulento espiritista que se hacía valer de habilidades prestidigitadoras para estafar a familiares de soldados fallecidos en la primera guerra mundial, y a su hermano Rudi, que diez años más tarde repetiría sus trucos.

En 1923, en Cracovia, acusa al famoso Jan Guzyk de mover objetos valiéndose de los pies, empleando el mismo método que utilizaba Maria Silbert, cuyo caso destapó en Viena en 1925. En cada gran capital europea se encontró con un personaje similar: siempre hábiles charlatanes integrados en la alta sociedad que se aprovechaban de la ingenuidad y desesperanza de quienes querían contactar con sus seres queridos.

De regreso a Inglaterra, Price pierde la esperanza de encontrar al menos un caso genuino. Un día cualquiera, viajando en tren desde Londres a su residencia en Pulborough, se encuentra sentado frente a una joven mujer, una enfermera originaria del barrio londinense de North Woolwich. El investigador, que aprovechaba las horas de tedioso viaje para ponerse al día en lecturas, tenía en el asiento contiguo una gran pila de diarios y revistas especializadas.

El caso Cranshaw

La joven, llamada Stella Cranshaw, preguntó al investigador si le prestaría algo de lectura para evitar el aburrimiento. En la conversación durante la cena, según escribió Price, mostró un tímido pero objetivo interés en los efectos paranormales y, con cautela, tal vez temerosa de que la tomara por loca, relató que en ocasiones, estando acostada en su dormitorio y con las ventanas cerradas, comenzaba a sentir una ligera brisa y acto seguido pequeños objetos como cajas de cerillas y lápices comenzaban a girar en el aire, acompañados de destellos de luz. Le contó también que siempre solía tener un jarrón con flores sobre su escritorio y afirmaba que, cuando concluían los fenómenos, estas siempre estaban extrañamente marchitas.

A Price le recorrió una repentina excitación, como hacía tiempo no había sentido, ante el descubrimiento de alguien que parecía sincero, que aparentaba poseer habilidades psíquicas sin saberlo y que no mostraba ningún interés en obtener lucro de ellas. Sintió un halo de esperanza y, a pesar de las primeras reticencias de Stella, consiguió persuadirla para realizar una serie de tres sesiones espiritistas. Durante estas reuniones se registraron diversos fenómenos inexplicables: ruidos y golpes, flashes de luz, levitación de mesas y sillas, combustión espontánea de mobiliario y plantas y bruscos descensos de temperatura.

Inspirado por la joven, Price funda en 1926 el Laboratorio Nacional para la Investigación Psíquica, una asociación cuyo objetivo era la recopilación de datos sobre fenómenos sin explicación y la investigación de los mismos con rigor científico e imparcialidad, normas que trata de aplicar a aquellas sesiones. Poco después del tercer experimento, la joven contrajo matrimonio y rechazó volver a ser investigada. Nunca obtuvo recompensa económica ni hizo alarde de sus poderes y siempre exigió discreción y anonimato. Su caso pasó a la historia como uno de los pocos plausibles, por inexplicable.

La caja Southcott

En 1927 recibe invitación para integrarse en el Ghost Club, la que se cree es la organización formal dedicada a la investigación paranormal más antigua del mundo, y sustrae de los archivos, según dijeron quienes se opusieron a su apertura, la famosa caja de Joanna Southcott que la asociación custodiaba. Fundado en Londres en 1862, el Ghost Club contó con miembros tan ilustres como sir Arthur Conan Doyle, Charles Dickens o Aldous Huxley. Con la incorporación de Price, el club se reestructuraría como una asociación escéptica, alejándose cada vez más del ocultismo y sentando las bases de la parapsicología moderna.

Joanna Southcott había nacido en Taleford en 1750, aunque pasó su adolescencia y juventud como sirvienta en Exeter. Devota cristiana, empleaba su escaso tiempo libre en participar en las reuniones de la parroquia cercana a su casa, hasta que con cuarenta y dos años, en plena celebración, anunció poseer poderes divinos otorgados por el mismo Dios. Alcanzaba intensos estados de trance durante los que dictaba terribles profecías apocalípticas y se autoproclamaba inmortal. En pocos años reunió una cohorte de fanáticos que rondaba los cien mil seguidores. Con sesenta y un años, anunció estar embarazada del Mesías y puso fecha al advenimiento referido en el libro del génesis en que alumbraría a Shiloh tras tres años de gestación en su vientre. Dicen que el diecinueve de octubre de 1814, la fecha anunciada, se quitó la vida. Sus seguidores, aguardando la resurrección de la profeta inmortal, la conservaron congelada entre hielo hasta que, a finales de diciembre y ante el avanzado estado de putrefacción del cadáver, anunciaron oficialmente su muerte.

Siguió, no obstante, recibiendo culto y veneración; se publicaron sus profecías, tratadas por la Iglesia de Inglaterra como blasfemias y herejías; y se conservó durante tiempo un pequeño cofre en que la mística habría depositado las predicciones más horrendas y terribles, y que posteriormente habría sellado, con instrucciones para que fuera abierto tan solo en un momento de gran crisis. Sin éxito, algunos solicitaron su apertura durante la terrible guerra de Crimea, así como durante la entonces llamada Gran Guerra. En algún momento en la década de los años veinte la caja fue sustraída del templo de Exeter en que con gran celo era custodiada y finalmente llegó a los archivos del Ghost Club.

Harry Price anunció públicamente su intención de profanarla en presencia del obispo de Grantham y finalmente la caja fue abierta, ante autoridades y prensa. Tras una orquestada ceremonia se rompió el sello del pequeño cofre y para decepción de los expectantes espectadores se descubrió que tan solo contenía papeles garabateados, un primitivo revólver oxidado y un boleto de lotería.

Pese a ser de los casos menos espectaculares investigados por Price, la gran atención que los medios gráficos volcaron en él lanzaron al estrellato al investigador psíquico, que en adelante comenzó a ser considerado más como un científico escéptico que un simple buscador de quimeras. Semejante prestigio le valdría obtener permiso de Roma para visitar los archivos secretos vaticanos. La información que allí obtuvo nunca se hizo pública.

El auge del Laboratorio Nacional para la Investigación Psíquica

Gracias a la creciente notoriedad de Price, el laboratorio comienza a recibir un goteo constante de solicitudes de investigación. Amplía sus instalaciones y plantilla, especializándola según la naturaleza de los casos, y puede elegir aquellos que desea intervenir.

En 1928, sir Arthur Conan Doyle publica un comunicado en prensa acusando de fraude y estafa al reputado médium Frederik Tansley Munnings. Price, queriendo reconciliarse con el autor de Sherlock Holmes, centra sus investigaciones en el espiritista, que invocaba las voces de Julio César, Carlomagno, Dan Leno o el rey Enrique VIII, y demuestra que Munnings, antiguo ladrón y exconvicto, manipulaba una rudimentaria grabadora de voz equipada con una corneta y, aplicando hábilmente diferentes filtros, conseguía distorsionar el sonido de su propia voz. Ante la evidencia, el ahora estafador no pudo más que admitir el fraude, vendiendo sus memorias por una extraordinaria suma al Daily Times pocos años más tarde.

En Francia, el cinco de octubre de 1930, el dirigible británico R101 sufre un accidente que causa la muerte de todos sus pasajeros y tripulación. Simultáneamente, la médium irlandesa Eileen Garret, durante una sesión en que intenta contactar con el recientemente fallecido Conan Doyle, contacta con el espíritu del teniente H. C. Irwin, capitán de la nave, que le transmite una serie de datos técnicos sobre las causas del accidente y la ubicación exacta de los restos. Tales datos, que la médium no podía conocer, convirtieron este caso en el segundo que un impresionado Price no pudo desmontar.

Un mes después vuelve a viajar a Múnich para desenmascarar a Rudi Schneider, que sigue los fraudulentos pasos de su hermano Willi, y aprovecha el viaje para asistir en Brocken, al norte del país teutón, a una ceremonia nigromante en la que se invoca sin éxito al espíritu de Goethe, que describirá como «pantomima y payasada».

En 1931 acusa a la prestigiosa Helen Duncan de ingerir muselina untada en mantequilla para vomitarla y hacerla pasar por un ectoplasma, tal y como ya había hecho Eva Carriere. No obstante, y a pesar de las pruebas presentadas por Price, Duncan prosigue su carrera hasta que en 1941 fue condenada a prisión por estafa y conspiración.

Para 1934 el prestigio de Price era tan notorio entre la comunidad científica que la Junta de Estudios de Psicología de la Universidad de Londres decide constituir un órgano no oficial conocido como Universidad London Council para la Investigación Psíquica, al que ceden  el equipo del Laboratorio Nacional y en el que se alojó la extensa biblioteca privada de Price.

Durante los siguientes años tenderá a dejar cada vez más en manos de sus discípulos los casos relacionados con médiums y espiritistas, para centrarse en su pasión adolescente, las casas encantadas. Así, en 1936, prepara junto a la BBC la emisión de un programa en directo en el que analizará científicamente los extraños sucesos que ocurrían en una casa de la localidad de Meopham, en Kent. Para evitar cualquier tipo de fraude, sella ventanas y puertas, cubre el suelo cercano a las entradas con una capa de almidón, distribuye una serie de contactos eléctricos que se activarían en caso de violación de cualquier abertura, reparte termógrafos y barómetros para detectar cambios en la atmósfera y coloca grabadoras de voz, estableciendo el método de investigación que aún hoy en día siguen los modernos parapsicólogos. Durante las horas de emisión que duró el experimento, lo único paranormal que se registró fue la brusca caída de temperatura de un termógrafo de transmisión sensible, ubicado en el sótano.

Pero el caso que mayor fama daría a Harry Price y sobre el que se escribirían innumerables crónicas (y que sigue creando controversia en nuestros días) sería el de la rectoría de Borley, el lugar más encantado de Inglaterra.

La rectoría Borley

La casa del párroco de Borley, en el condado de Essex, fue construida por el reverendo Dawson Bull en 1862 sobre las ruinas de una iglesia del siglo XII. Decía la leyenda local que en el lugar, reconvertido en monasterio hacia el año 1360, un monje benedictino mantuvo una relación carnal con una hermana de un cercano convento. Al descubrirse los hechos, la pareja intentó huir durante la noche, pero fueron capturados. El hombre fue ajusticiado por ahorcamiento y la monja condenada a ser emparedada en vida entre los muros del claustro.

Desde la primera noche que pasó en la casa, la familia del reverendo vivió sucesos inexplicables. Golpes y sollozos provenientes de los muros de la rectoría, pasos inexplicables y bruscos cambios de temperatura. A partir de 1900 los fenómenos se intensifican. Cuatro de las hijas del rector afirman ver recurrentemente a una monja ataviada con antigua vestidura deambulando por el huerto, que se desvanecía en el aire al advertir la presencia de las niñas. Asimismo, las apariciones de jinetes sin cabeza y carruajes fantasmales se volvieron habituales.

Al fallecer Dawson Bull en 1927, la familia de este abandonó la mansión, en la que se instaló el reverendo Eric Guy Smith junto con su esposa, que a los pocos días encontró el cráneo de una mujer joven en el doble fondo de un armario. Los fenómenos se intensificaron nuevamente y se volvieron violentos. La campana del servicio sonaba sola y burbujas de luz que se paseaban frente a las ventanas aterraban al matrimonio durante la noche. El reverendo Smith, superado por la situación, escribió al Laboratorio Nacional. En junio de 1929 un investigador enviado por Price y un reportero del Daily Mirror iniciarían la investigación sobre la rectoría, que se extendería casi una década.

Ese año, Price se alojó en el edificio durante tres días en los que observó diversos fenómenos. Pasos inexplicables, ruido de caballos y carruajes inexistentes, lluvias de piedras contra el tejado y los ya referidos gritos, sollozos y golpes tras los muros. Junto al matrimonio Smith, realizó una sesión de espiritismo en que fueron contactados por el fallecido rector Bull, que informó sobre los sangrientos hechos que habían tenido lugar en la finca a través de los siglos. Al día siguiente, los dueños de la casa hicieron las maletas y jamás volvieron.

Dos años después, el clérigo Lionel Foyster y su esposa Marianne, completos escépticos, compraron el edificio. Durante varios meses no observaron nada fuera de lo habitual, pero una noche, repentinamente, todos los fenómenos anteriores se manifestaron a la vez y con tremenda violencia. Además, apareció otro nuevo: en las paredes de la casa alguien o algo comienza a escribir y garabatear solicitando ayuda a Marianne. Price responde a la llamada de auxilio de los Foyster y acude con dos empleados y el mismo equipo científico que había utilizado en Meopham. Confirmó la aparición espontánea de los mensajes en las paredes, a los que la esposa respondía. No cesaban de citarla para solicitarle ayuda, celebración de misas y velas consagradas a los espíritus. La mujer comenzó a percibir alteraciones psíquicas y a entrar en estados de trance. El último mensaje que recibió decía: «Esta casa será pasto de las llamas». Era 1935 y la casa quedará abandonada y sellada durante dos años.

En mayo de 1937, el investigador alquila la rectoría y recluta a cuarenta y ocho personas publicando un anuncio en prensa que decía: «Se buscan personas responsables, inteligentes, intrépidas, críticas e imparciales para realizar turnos de observaciones en una casa. Si no saben nada sobre investigación psíquica, mejor». Durante año y medio se dedicó en exclusividad a registrar los diversos fenómenos del inmueble, concluyendo a finales de 1938 que la casa está infestada.

Tres meses después, W. H. Gregson acababa de alquilar la vivienda. Se encontraba en la sala dedicada a la biblioteca cuando vio cómo una lámpara de aceite levitaba durante unos segundos para estrellarse violentamente contra el suelo instantes después, cumpliendo la profecía y dejando la mansión reducida a escombros calcinados. En 1944 el propietario del solar inició obras para demoler las ruinas con la intención de construir posteriormente. Al llegar al nivel del sótano, tras lo que habría sido un falso muro, se encontraron multitud de restos óseos. En una ceremonia oficiada por el reverendo Smith se les dio sepultura, con lo que Price dio, tras años de investigación, el caso por cerrado.

Tras esto, dedicará la década de los años cuarenta a escribir varios libros y poner en orden los archivos de toda una vida. En 1948, a causa de un fulminante ataque al corazón, falleció en su casa de Pulborough. Correspondencia, borradores de sus publicaciones e informes sobre sus investigaciones fueron depositados en la Universidad de Londres.

Al igual que su amigo Houdini, que diseñó un código en vida para comunicarse con su esposa tras su muerte, entre los textos de Price se encontró un breve escrito que decía: «Si algo real existe más allá, volveré tras mi muerte para comunicároslo». Hasta el momento, nada más se ha sabido del primer cazafantasmas.

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5 comentarios

  1. Me ha gustado, tan sólo una corrección. El Origen de las Especies se publicó en 1859, no 1959. Por lo demás, impecable artículo.

  2. Efectivamente Fer Bouvila, he de darle la razón y agradecerle la corrección. Gracias por los comentarios, que siempre son bienvenidos, y por leer La Soga.

  3. Es la primera vez que visito su página web y me déjenme decirles que me encantó el artículo.
    Completísimo y muy bien redactado.
    Han ganado un ávido lector.

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