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Historia del movimiento ultra en España (III). Estancamiento y resistencia (1998-2015)

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Con el fin de las gradas de pie y las nuevas leyes nacidas al amparo de las directrices europeas en relación al comportamiento de los hinchas del fútbol, los grupos ultras de la liga española comienzan, coincidiendo con el cambio de siglo, una época de estancamiento. Dicho periodo durará hasta nuestros días, motivado por varios factores como la mala prensa que tiene el movimiento ultra a ojos de los grandes medios de comunicación y el consiguiente desapego que este frente mediático genera en la opinión de los hinchas en general hacia los grupos ultras. Esta situación provocará en los colectivos ultras una actitud de repliegue en general y el intento, por parte de los militantes que deciden seguir con el estilo ultra, de explorar nuevas vías que les hagan sobrevivir en los estadios y resistir a la mala opinión generalizada que se tiene de ellos.

Este sentimiento nunca lo podreis comprar

Los ultras en el ostracismo

Como señalamos en la anterior entrega de este dosier, a partir de la reforma de los estadios, con la introducción de los asientos, la mayoría de colectivos ultras en España inician una época de crisis, quedando los grupos muy debilitados en cuanto a número de militantes. No obstante, los miembros que continuaron siendo activos en los años sucesivos también consideraban (y consideran) que los que permanecieron en los fondos durante la larga travesía iniciada a finales del siglo XX son los que verdaderamente eran fieles a los valores ultras (hooligans en algunos casos), por tanto, en aquellos años se era muy de la idea de mejor calidad que cantidad o de mejor separar la paja del grano.

El acoso mediático es constante en estos años, siendo noticia los ultras solo cuando surgen incidentes numerosos y obviándose su nombre de manera sistemática cuando se trata de hablar de su labor de apoyo a los equipos. Un ejemplo de esto lo encontramos cuando en las retransmisiones deportivas los grupos ultras inician los cánticos de apoyo, que son seguidos por el resto del estadio, y los locutores dicen aquello de «impresionante la afición cómo está animando». Esto produce un fenómeno por medio del cual, cuando un grupo ultra se enfrenta a otro en la calle, para los periodistas de los mass media (salvo algunas excepciones) no es toda la afición la que se enfrenta a otra (solo los ultras), pero cuando un grupo ultra anima a su equipo y genera una atmósfera trepidante, sí es la afición en general, y no los colectivos ultras, la artífice del ambiente creado en las gradas. Diferentes varas de medir, cuando ambos casos (incidentes y animación en los estadios) solo tienen por protagonistas a los mismos: los ultras.

BoixosNo obstante, si hasta ese momento solo los periodistas de los grandes medios de comunicación (y no todos) eran contrarios claramente a los grupos ultras, con la llegada del siglo XXI algunos de los directivos de los clubes empiezan a no ver con buenos ojos a sus colectivos ultras y empiezan a darles la espalda, dejando de lado el apoyo que sí les habían brindado durante la década de los años noventa. Los motivos de este cambio de rumbo son varios: algunos, producto de errores internos achacables a los propios grupos ultras; otros tienen que ver, nuevamente, con el acoso y la presión mediática de los grandes medios de comunicación y el consiguiente rechazo de parte de los aficionados. Sería en agosto de 2003 cuando se produciría el primer intento, por parte de un dirigente de un club (Joan Laporta), de prohibir la entrada a un grupo ultra español a su estadio. El presidente barcelonista prohíbe la entrada en el Camp Nou al grupo histórico de Can Barça, los Boixos Nois, una vez llega a la presidencia. Los motivos nunca estuvieron claros, dado que en las elecciones de ese año incluso colaboraron juntos durante la campaña. No obstante, lo que sí es nítido es que años después la expulsión de los Boixos Nois se vendió (y se vende) como la lucha de un valiente presidente contra la lacra de los violentos, lo cual no deja de ser, una vez más, disfrazar de causa noble algo que quizás no lo sea tanto. Es 2005 la fecha definitiva a partir de la cual el grupo barcelonista no puede entrar como colectivo en el Camp Nou. No obstante, el grupo no ha desaparecido y todavía en algunos partidos fuera de casa hacen acto de presencia (aunque en ocasiones con episodios para olvidar, como el lanzamiento de bengalas hacia aficionados normales blanquiazules en un derbi barcelonés en Montjuich hace unos años) e intentan alentar y seguir a su equipo.

Este hecho marcaría un antes y un después, dado que a partir de entonces se repite la misma historia en otros campos españoles. Desde 2009 las Brigadas Blanquiazules están vetadas en el nuevo estadio Cornellá-El Prat: aprovechando el traslado del R.C.D. Español desde Montjuich hasta su nuevo feudo, la directiva blanquiazul les prohíbe el acceso. El último episodio de similares características ocurre con el grupo ultra más mediático de España: durante la temporada 2013-14 los Ultras Sur son desalojados de su hogar histórico, el fondo sur del Santiago Bernabeú. A día de hoy, siguen vivos e intentan volver a Chamartín.

La britanización de los grupos

Youth FamilyOtra característica propia de este periodo es la progresiva britanización de los grupos. Si bien un conato de este proceso ya había comenzado años atrás, con la creación de las primeras secciones casuals (a la española) en los grupos ultras de la Liga y con otros colectivos que siempre apostaron por este modelo (siendo HNT y Celtarras los mayores representantes de este modelo y estética). Poco a poco se va combinando el modelo italiano a través de grandes pancartas con el nombre del grupo, bombos y tifos en los partidos de casa, con un aspecto más británico caracterizado por pequeñas pancartas o ausencia de distintivos del equipo (bufandas por ejemplo) en los desplazamientos de los colectivos a otras ciudades.

Este fenómeno es producto también del mayor control que ejercen las autoridades hacia los grupos en sus viajes, por una parte, y de la influencia que comienza a tener la cultura de las gradas de las Islas Británicas en toda Europa, a raíz de los libros autobiográficos de los old faces de las diferentes firms británicas y de las diversas películas inglesas producidas de temática equivalente: The Football Factory en 2004 (dirigida por Nick Love) comenzaría una suerte de saga que llega hasta nuestros días. Aunque anteriormente ya se habían producido películas de esta temática como el telefilme The Firm de Alan Clarke en 1988, o I.D. de Philip Davis en 1995, estas películas no habían creado escuela y fueron excepciones dentro de las producciones cinematográficas inglesas. Sin embargo, a la película protagonizada por Danny Dyer le seguirían otras (muchas de ellas de dudosa calidad) que tienen como trasfondo el mundo de la cultura hooligan británica (con menor o mayor acierto en su puesta en escena) y que indudablemente influyeron en las nuevas hornadas futboleras de los fondos españoles (y europeos).

La despolitización se acrecienta

Apoliticos oviedismo

Si bien la mayoría de los grupos, durante estos años, siguen teniendo una ideología definible, en muchos casos el material de grada (banderas, pancartas, estandartes) o el material de grupo para financiarse está exento de tintes políticos. Se pretende utilizar únicamente los colores del equipo para la labor de soporte y apoyo. Es decir, la corriente de opinión dentro del movimiento ultra que se había iniciado a mediados de los años noventa pidiendo la despolitización de los grupos alcanza su cénit sobre todo a partir de la segunda década del siglo XXI. Hoy en día, la mayoría de colectivos ultras no muestran política en la grada y aunque sigue habiendo algunos miembros politizados, estos centran sus acciones políticas en espacios diferentes al colectivo ultra en la mayoría de los casos. Esta despolitización trae consigo también el que determinados hinchas se vuelvan a acercar al movimiento y lo miren de manera menos recelosa. En cualquier caso, este fenómeno despolitizador no alcanza a la totalidad de los grupos y siguen existiendo grupos donde la ideología se muestra claramente, aunque quizás sí es cierto que, incluso en estos grupos politizados, en menor proporción que hace diez o quince años.

BNQuizás en el aspecto de la política en los fondos españoles convenga también señalar que, durante la primera década del siglo XXI, los miembros de las nuevas hornadas ultras de la liga española que tenían intención de politizarse optaron por una ideología diferente a la de la anterior generación. Mientras que los jóvenes que se politizaban en los fondos españoles a finales de los años ochenta y principios de los noventa optaron (en su mayoría) por una ideología españolista y era habitual el ver banderas de España con simbología política (salvo en las regiones con un fuerte movimiento independentista, aunque con excepciones, como por ejemplo Brigadas Blanquiazules en Cataluña o Infierno Ferrolano del Racing de Ferrol en Galicia), los jóvenes que decidían politizarse a partir del año 2000 lo hicieron mayoritariamente a través de posiciones antifascistas y antirracistas.

Este cambio se debió a diferentes factores: por un lado a los propiamente futboleros (endógenos) y por otro a factores de tipo social (exógenos), entre otros. Dentro de los primeros, podemos afirmar que es a partir del fuerte crecimiento del grupo ultra rayista Bukaneros (fundado en 1992 y, desde los inicios, de tendencia antifascista y antirracista) en número de militantes y en número de tifos realizados, además del aumento de su presencia en los diferentes campos, lo que hace que se haga un grupo influyente a nivel español en la primera década del siglo XXI, de la misma forma que lo habían sido a finales de los ochenta y principios de los noventa Ultras Sur, Frente Atlético y Brigadas Blanquiazules en la ideología opuesta. Dentro de los segundos factores (los de tipo social) podemos decir, de una forma resumida (y por tanto simplista) que, para una persona que se quiere ideologizar desde un punto de vista político contrario al socialmente dominante en una época dada, la tendencia natural sería que, si gobierna (y por tanto decide y manda) un partido de centro-izquierda (el PSOE desde 1982 hasta 1996) te politices por la derecha, pero si gobierna un partido de centro-derecha (el PP desde 1996 a 2004), lo hagas por la izquierda. Es probable que esto sucediera tanto en algunos jóvenes politizados de los ochenta y los noventa, como en algunos a partir del año 2000. Influyera esto o no, lo que está claro es que en muchos fondos españoles (y en la calle) el antifascismo y el antirracismo se pusieron de moda con la entrada del nuevo siglo, al igual que el españolismo y los patriotas lo estuvieron a finales de los ochenta y principios de los noventa.

Odio eterno al fútbol moderno

1980

Es también a partir de la entrada del nuevo siglo cuando en los estadios españoles (y en los europeos) comienza un fenómeno transversal (no solo los ultras participan de él, sino que muchos hinchas también lo hacen) de rechazo al rumbo que ha tomado el mundo del fútbol en los últimos años. La frase que define a esta corriente futbolera no deja lugar a dudas: «odio eterno al fútbol moderno». Esta corriente de opinión futbolera basa sus fundamentos en la oposición a la deriva mercantilista que han tomado los clubes de fútbol desde que las televisiones de pago han entrado en escena. Es decir, hoy en día lo que prima por parte de la mayoría de los dirigentes del fútbol es el aumento de ingresos en contraposición a convertir los clubes en el hogar de los aficionados. Las camisetas de los equipos son diseñadas de acuerdo a reglas económicas por las marcas deportivas, dejando de lado los uniformes tradicionales; los horarios de los partidos se acuerdan en función de la rentabilidad económica, tratando de que se vean en el mercado asiático, sin importar si el partido es un lunes a las once de la noche y los niños españoles (por ejemplo) no puedan ir al estadio a esas horas. Seamos claros: el modelo mercantilista del fútbol actual prefiere a millones de telespectadores sentados frente a su televisor (más ingresos) que ver los estadios llenos a rebosar. Ya no se quiere que los aficionados sean hinchas de su equipo, lo que se busca son clientes (consumidores). Como bien dijo el entrenador argentino César Luis Menotti hace unos años: «el fútbol se lo robaron a los aficionados».

Como señalamos, los ultras de los fondos españoles no son ajenos a esta corriente de opinión y en mucho de su material comienza a aparecer simbología contraria al fútbol moderno, convirtiéndose en uno de los segmentos futboleros más ferviertemente defensores de la vuelta a los viejos valores del balompié, primando la comunidad humana sobre la rentabilidad económica. Esto hará que, si ya no eran bien vistos por los mass media, ahora que se enfrentaban con su negocio más actual y rentable, los ataques, tanto de grandes medios de comunicación como por parte de los directivos de los grandes clubes, fuesen ya furibundos y sin disimulos.

El resurgir a través de las gradas de animación

Curva Nord

A pesar del retroceso y posterior estancamiento del movimiento ultra en España, y la consiguiente resistencia de los diferentes colectivos ultras en los fondos españoles, durante estos últimos años existieron (y existen) muchas voces internas que abogaban por un cambio de rumbo si lo que se quería era sobrevivir: la idea era atraer a otras peñas animosas de los equipos a una misma ubicación (que compartir con los grupos ultras) y renombrar a esa grada con un apelativo alejado del histórico del grupo. De esta manera se conseguía un doble objetivo: por un lado, el grupo podría seguir existiendo aunque dentro de un colectivo mayor y junto a otras peñas, pero al fin y al cabo sobreviviría; y por otro, aumentaría la animación al propio equipo y por consiguiente la presión sobre el equipo rival, lo cual entronca directamente con parte de la mentalidad que vio nacer a los ultras.

Ejemplos de estas ideas llevadas a la práctica los encontramos en diferentes campos de España: La Curva RCDE del Español de Barcelona (tanto primero en Montjuich como después en Cornellá-El Prat), la Curva Nord Mario Alberto Kempes del Valencia, C.F. en Mestalla, los Incondicionales RVCF del R. Valladolid en Zorrilla (aunque se está trabajando en otro proyecto con el club), Iraultza 1921 del Deportivo Alavés en Mendizorroza, las gradas de animación Miki Roque y 1906 del R. Betis en el Benito Villamarín, etc. Existen más, y también nuevos proyectos en marcha, por lo que es claramente la estrategia presente para mantener la animación en los estadios. Lo que sí está claro es que este modelo se basa en el implementado en los estadios alemanes hace unos años, el cual trajo consigo un aumento espectacular del ambiente en un país sin ninguna tradición en este apartado como históricamente había venido sucediendo en Alemania.

El futuro incierto

RB87

Ya desde hacía años se venían incubando en los estamentos futbolísticos (sobre todo en la LFP) ideas para intentar poner coto a las actividades de los grupos ultras dentro de los estadios. Los nefastos sucesos acontecidos en la orilla del Manzanares a finales de noviembre de 2014 provocarían que toda la maquinaria se pusiera en marcha para ejecutar dichas ideas sin dilación. A partir de entonces, se promulgarían una serie de normas de cumplimiento obligatorio dentro de los estadios de fútbol de España. Entre ellas la LFP «denunciará a Competición cualquier acto violento, que falte el respeto o que atente contra la dignidad de las personas, como los cánticos, las pancartas o los insultos de la grada, especialmente en la parte de los ultras».

Estas nuevas normas suponen un ataque directo al sentir histórico del hincha que cada quince días va a ver a su equipo. La intención de los estamentos futbolísticos es clara: convertir los estadios en un espectáculo de ocio equivalente a ir al cine o el teatro, dejando totalmente de lado la explicación de por qué el fútbol ha triunfado a lo largo y ancho del planeta: el fútbol es la guerra moderna. Y mientras esto no se entienda, cualquier medida que se tome en el sentido opuesto, o bien acabará con la pasión en el fútbol, o bien hará que los aficionados poco a poco se alejen de las competiciones oficiales y/o funden sus propios campeonatos alternativos. Porque hay una cosa clara: la mayoría de las nuevas normas que se ha impuesto está creada (y pensada) por gente ajena al fútbol y, por tanto, no entienden ni comprenden la idiosincrasia que ha hecho del fútbol uno de las mayores fenómenos de identificación grupal (social) del siglo XX y XXI.

No podemos perderNo obstante, como estas nuevas leyes no afectan solo a los grupos ultras, sino a la totalidad de los aficionados que van al estadio, están provocando muestras de apoyo para con los colectivos ultras por parte de gente que hacía décadas que no lo hacía, como por ejemplo futbolistas, directivos e incluso periodistas locales. Este fenómeno es la demostración de que las nuevas leyes tratan a todo aficionado al fútbol de estadio como un presunto delincuente de una forma desproporcionada. Por ello mismo, también consigue (en algunos casos) una unión entre todos los estamentos de un club: directivos, equipo, afición, periodistas locales y grupos ultras en torno a la oposición a estas nuevas normativas.

El futuro, como siempre, es incierto. Veremos lo que sucede en los próximos años en relación al movimiento ultra en España, si acaba volviéndose un actor principal de los campos (a través de las gradas de animación) como sucedía en los años noventa y sucede hoy en día en Alemania o, por el contrario, los grupos ultras históricos van desapareciendo poco a poco, como ha sucedido en algunos países, sobre todo en los estadios italianos. El tiempo nos lo dirá.

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