Huelga en Francia: ruido en el silencio – 15 de enero
La huelga sigue viva en Francia. La protesta contra la reforma de las pensiones de Macron ya es una de las más largas del siglo. Desde el 5 de diciembre faltan trenes en todo el país y metros en París, las abogadas se ausentan de los juicios en Marsella y los profesores no van a clase en Lyon: las bailarinas de la ópera han colgado las zapatillas. Decenas de miles de personas han marchado en manifestación en grandes y medianas ciudades porque no quieren trabajar más años para cobrar pensiones más bajas. El gobierno ha hecho cesiones, pero los huelguistas lo quieren todo, o sea, nada: retirada del proyecto y empezar de nuevo.
A Macron y su gobierno ni de izquierdas ni de derechas le parece que sobran excepciones a la regla de jubilarse a los sesenta y dos años, que hay mucho de eso que llama «privilegios», y que los franceses deben trabajar más porque hay más tiempo para morirse. La huelga ya ha forzado a abandonar esta pretensión a un Ejecutivo que ahora concentra su fuego en aumentar el tiempo de cotización. Los sindicatos piden cifras que justifiquen la austeridad a costa de la vida. El Gobierno dice que favorece el esfuerzo. Pero no da números. Las cifras son las cartas, y esas sabe el tahúr que solo se enseñan para ganar el juego de las mentiras.
«La Francia que madruga», presumía Sarkozy frente a los abandonados por la crisis y el sistema, y la frase le persiguió durante el resto de su mandato porque la gente, por lo general, no es pobre por gusto. La soberbia sí suele ser una marca del poder y la desigualdad. Víctor Hugo escribió Los Miserables en una Francia diferente a la de hoy, pero que en la actualidad sigue teniendo un ejército de ciudadanos forzados a la huelga permanente, al paro perpetuo, al tedio hambriento de clase, raza o religión. La igualdad es eso que pasa únicamente cuando la selección gana algo al fútbol, como cuenta Ladj Ly en sus miserables de banlieu, a los que solo se les escucha cuando tiran cócteles molotov.
«No ser escuchado no es razón para callarse», escribió Víctor Hugo. Los franceses llevan años teorizando sobre la huelga. Sorel la concibió como arma revolucionaria. Y otro francés, Lafargue, defendió el derecho a la pereza: no hay nada civilizado en morir trabajando. Lafargue hablaba de las fábricas crueles de montajes en cadena y de ocio justo para dormir. Hoy el trabajo, el emprendimiento, es un valor de las sociedades ricas, esas donde más gente puede eternizarse en un iphone pagado a plazos. Por ahí se va la vida. La riqueza medida en consumo prestado es el lado B del trabajo, dulce condena de la que no hay derecho a la huida con una jubilación a tiempo de vivir.
Notas de Extramuros es una columna informativa de Siglo 21, en Radio 3. Puedes escucharla en el siguiente audio y acceder al programa pulsando aquí. También puedes revisar todas las Notas de Extramuros en este Tumblr.
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