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Macron y Europa: carta en un jardín de rosas muertas – 6 de marzo

Macron ha escrito una carta a los europeos. La ha publicado en el periódico de mayor tirada de cada uno de los veintiocho países de la Unión Europea. También la ha colgado en Twitter, en veintedos lenguas. Los que menos la retuitean son los estados del Este. Aquella Europa que atravesó el telón de acero hoy es más americana que continental, más nacionalista que europeísta. Es poco de «proyecto», como dice Macron que es Europa, como si fuese una obra de arte contemporáneo. Macron también fue un proyecto. Una cosa sin terminar, en marcha. Ahora tiene que tapiar los Campos Elíseos cada fin de semana contra la rabia amarilla de los chalecos y se comunica con epístolas, como los cautivos.

Emmanuel Macron tiene una popularidad del treinta y cuatro por ciento. O sea, que el sesenta y seis por ciento de los franceses dice «je ne t’aime pas, mon amour». Por comparar sin odio: Donald Trump tiene ocho puntos más de seguidores en Estados Unidos. Pero el cadáver político de Macron es tan exquisito que todavía se le abren las tribunas de la prensa que hoy forma un bosque de rosas muertas. Medios y Macron coinciden en que lo primero que hay que hacer para salvar a Europa es protegerla de ciberataques y manipulaciones electorales. No cita a Rusia, no hace falta. Tampoco es necesario que llame imbéciles a los votantes. Ya se dan por aludidos. Por eso insisten en votar mal.

Macron escribe a dos meses de las elecciones europeas. «Decisivas para nuestro futuro», escribe, naturalmente pensando también en él. La media de las encuestas anuncian una novedad este mayo: conservadores y socialdemócratas perderán, por primera vez en cuarenta años, la mayoría absoluta de la Eurocámara. El grupo liberal (el de Macron) podría ganar espacio, y con eso influencia. Pero también crecen los partidos de ultraderecha nacidos al calor del despotismo de las élites europeas. Europa se encamina hacia un parlamento de lánguida decadencia, un proyecto malquerido al que sus rectores pretenden salvar agitando la bandera del miedo.

El vacío y la muerte daban miedo y nutrían el debate entre los grandes filósofos de finales de los años veinte, como bien sabrá el licenciado Macron. En 1929, dos de ellos disputaron en Davos (hoy balneario de la élite financiera) para hablar de metafísica. Cassirer defendía que el ser humano debía liberarse del miedo si quería ser libre. Heidegger recomendaba, al contrario, abrazar la nada y la angustia existencial. Políticamente ganó Heidegger, que llegó a rector de la universidad de Friburgo con el carnet del partido nazi en el bolsillo. El nazismo era, ante todo, un proyecto para Europa, aunque de tanto quererla tuviese que matarla porque era suya.


Notas de Extramuros es una columna informativa de Siglo 21, en Radio 3. Puedes escucharla en el siguiente audio y acceder al programa pulsando aquí. También puedes revisar todas las Notas de Extramuros en este Tumblr.

Víctor García Guerrero
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