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Museo de Río: quemar la historia – 5 de septiembre

Los huesos de Luzia ya eran fósiles pero ardieron como si fuesen hojarasca. El cráneo de la mujer más vieja de Brasil se ha quemado junto al resto de reliquias destruidas por el fuego en el Museo Nacional de Río de Janeiro. Luzia tenía 12.000 años y cuando reconstruyeron su rostro descubrieron que los pobladores primitivos del país tenían rasgos africanos. El pelo tal vez fuese rizado. «Ruin», dicen los chistes racistas en el Brasil de hoy, ese que gobiernan las élites blancas patrias desde que dejó de ser colonia. «El daño es incalculable porque ahí vivió la familia real», tuiteó el presidente Temer. Brasil es una república, pero a su mejor futbolista lo llamaron y llaman O Rei.

El Museo Nacional de Río de Janeiro fue residencia de la familia imperial portuguesa. En Río vivían mejor que en Lisboa. A los zares rusos también les gustaba más San Petersburgo que Moscú y Catalina la Grande se construyó la mayor pinacoteca privada de la historia en el Palacio de Invierno. Los echaron los bolcheviques, que abrieron el Hermitage y dieron entrada gratis. Hubo vandalismo y la bodega se fue por las cañerías. Dice algún nostálgico del zarismo que Octubre solo fue posible por el alcohol, que a los revolucionarios solo les interesaba el vino y no la belleza y la razón. Como si la revolución fuese cosa de borrachos.

Pepe Botella llamaron en España para denigrarlo a José Bonaparte quienes en España odiaban al francés ocupante por aquellos mismos años en que la monarquía lusa asentaba sus reales en Brasil. Pero fue precisamente el hermano de Napoleón quien puso los pilares del futuro Museo del Prado. Nombre oficial: Museo Nacional del Prado. Porque la nación (de ciudadanos, no de siervos ni de fieles) eran y son los reyes y botarates de Velázquez; los sueños y muecas tenebrosas de Goya. Por eso la colección del Prado fue evacuada durante la Guerra Civil: no fuese a ser que la aviación franquista dejase nuestros artísticos corazones bombardeados. España rota antes que roja.

Al Museo Nacional de Río los recortes, desidias y miserias de la política y el capital brasileño le habían obligado a vivir al borde del desastre y el pueblo bruto, según sus élites necias, ha llorado con banderas negras ante sus ruinas. Tristes Trópicos, escribió el antropólogo Levi-Strauss. La melancolía se podía paliar estudiando el pasado en el museo calcinado de Río, la ciudad de Cazuza, el rockero que veía Brasil como un museo de grandes novedades: «te llaman ladrón, maricón, fumeta. Transforman el país entero en un puticlub, porque así ganan más dinero.» O tempo não para, cantaba el pobre Cazuza cuando el Sida le condenaba a morir en el país del futuro.


Notas de Extramuros es una columna informativa de Siglo 21, en Radio 3. Puedes escucharla en el siguiente audio y acceder al programa pulsando aquí. También puedes revisar todas las Notas de Extramuros en este tumblr.

Víctor García Guerrero
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