Pero Niño Lasso, el invicto
Hermano de leche de un rey, agente secreto, corsario, conquistador y caballero. Admirado en Francia, temido en Inglaterra, encarcelado por el Papa Luna, exiliado de España por desposar un amor prohibido. La biografía de Pero Niño fue recogida en la crónica caballeresca El Victorial, primera en su género, que nos demuestra, como tantas otras veces, cuánto desconocemos a nuestros héroes patrios. Como tantas otras veces, la realidad supera a la ficción.
Durante la Primera Guerra Civil Castellana, la que entre 1366 y 1369 enfrentó a Pedro I de Castillla con su medio hermano Enrique, la familia de Pero Niño Lasso de la Vega tomó partido por el bando equivocado. Decían las malas lenguas que los Lasso eran descendencia bastarda del rey Alfonso X, sabio entre tintas y sábanas, y habían apoyado a Pedro I de Castilla cuando la victoria se puso del lado de Enrique II de Castilla y León. Cayendo en decadencia durante años y desterrados de la corte, la última humillación sobre la familia vendría cuando, en 1379, y siguiendo la costumbre de que un futuro rey debía ser alimentado con savia de noble linaje, Ines Lasso fue designada ama de cría del que sería el futuro rey Enrique III.
Para Pero Niño, que contaría en esa época uno o dos años de vida, estas desgracias fueron una suerte. De aguardarle un destino hidalgo de pocos vasallos y escasas propiedades en su natal Valladolid, pasó a ser hermano de leche y compañero de juegos, de estudios, y de instrucción militar de un infante. Tuvo el privilegio, además, de ser pupilo de Ruy López de Ávalos, condestable de Castilla que había sido adelantado mayor en la conquista de Murcia, y que ante la indiferencia del futuro monarca por sus enseñanzas encontró en Pero Niño el contenedor idóneo en que volcar sus conocimientos.
A la muerte de Juan I, en 1390, el joven Enrique cuenta once años y es coronado rey ante su esposa Catalina de Lancáster, a quien había desposado dos años antes. No obstante, no asumiría el poder efectivo hasta 1393, tras un trienio de intrigas y constantes cambios en la regencia, que provocarían varias revueltas nobiliarias. Cuando el tío del rey y Conde de Noreña, Alfonso Enríquez, se rebela contra el monarca y decide comenzar la fortificación de Gijón, su plaza fuerte, Pero Niño se presenta voluntario para atravesar la cordillera cantábrica junto a otros cuatrocientos hombres de armas, y avanza en la vanguardia que, tras asedio, destruiría la ciudad y sofocaría la revuelta. Tras este bautismo militar y demostrada ya su valía, en 1396 su antiguo mentor, López de Ávalos, le toma bajo su mando en la guerra contra Juan de Portugal, donde consolidará su destreza en el manejo de diversas armas y se desenvolverá, pese a su juventud, como el más experimentado miembro de la caballería castellana. En 1399 Pero Niño contraerá nupcias con Constanza de Guevara, hermana de la esposa de Ávalos, que fallecerá de peste cinco años después junto con Pedro, el único hijo de ambos.
Sin nada que perder
En 1404, tras sofocar los conflictos dinásticos y las hostilidades con las naciones vecinas, Castilla es, aparentemente, un estado en paz. Ha firmado treguas con los reinos de Portugal y Granada, y convive fraternalmente con el de Aragón. No obstante, su comercio naval es constantemente hostigado por una amenaza creciente, la piratería. Enrique III comienza a ser cuestionado por su inacción al respecto, pues los comerciantes navales exigen una expedición de castigo que ponga fin a sus pérdidas económicas, mas el rey no puede arriesgarse a atacar navíos de bandera extranjera, ya que las relaciones del reino con sus vecinos pasan por un complicado equilibrio diplomático. Es entonces cuando decide tomar un camino paralelo: una arriesgada empresa para la que necesita contar con un hombre de máxima confianza, con capacidad de liderazgo y para tomar decisiones por sí mismo; sin vinculación sanguínea con la corona y dispuesto a morir antes que delatar a sus colaboradores. Un hombre, en definitiva, que no tuviera nada que perder.
Pero Niño es llamado a corte, en secreto. El monarca sabe, a través de su red de espías, que la mayoría de los buques corsarios actúan contra el comercio castellano bajo patentes de corso del reino de Granada, el Papado de Avignon, e incluso la supuestamente amiga Corona de Aragón. A pesar de la inexperiencia de Niño en cuestiones navales, el rey pondrá a su disposición la capitanía de dos galeras tripuladas por expertos marineros y protegidas por treinta aguerridos mercenarios. Le acompañarían su sobrino, Fernando Niño, y un alférez que más tarde se convertiría en su biógrafo, Gutierre Díez de Games. La misión, secreta, sería tomar base en puerto franco, lejos de Sevilla y cualquier vinculación con la corona, y comenzar a actuar, sin bandera y sin piedad, contra piratas, corsarios e infieles.
Pirata en el mediterráneo
Tras algunas escaramuzas contra navíos moros en la costa de Berbería, emprende la captura de los corsarios mallorquines Juan de Castrillo y Arnau Aymar, que estaban al servicio de Benedicto XIII, haciendo gran daño al comercio castellano. Les persigue hasta la entrada del puerto de Marsella, donde Pero Niño es emboscado en una estrechez y capturado. Tras mentir bajo tortura sobre el verdadero propósito de su expedición y después de negociar durante semanas con el emisario del pontífice, el Papa Luna resuelve liberar, tras el pago de una multa, a los castellanos, que prosiguen a la caza de los mallorquines, refugiados ahora en la isla de Cerdeña. Consigue Niño capturarlos en el puerto de Alguer, donde se extralimita en el ataque destruyendo la flota pesquera, misma acción que cometerá en el vecino puerto de Oristano, ambas plazas bajo dominio aragonés. Tras este ataque encubierto contra el Reino de Aragón, Pero Niño resolverá no agitar más las aguas y alejarse durante un tiempo del noroeste mediterráneo, regresando a Berbería.
Una noche de luna clara, llega al puerto de Túnez. Aborda la galera real pero, mientras prepara la nave para escapar mar adentro, los castellanos son pillados in fraganti. Tras eliminar a la guardia portuaria y antes de la llegada de refuerzos, saquean el palacio flotante y emprenden la huida, comenzando una noche de persecución entre galeras, que termina cuando la de Pero Niño, tras el amanecer, embiste por borda a la morisca, haciéndola encallar. Tras estar a salvo decide poner rumbo a Cartagena para realizar reparaciones, no sin interceptar una galeota aragonesa y un cárabo de moros antes de llegar al puerto castellano. No importaba la bandera ni el destino de los navíos, el único objetivo causar daño al extranjero.
Tras reparar las naves, avituallarse y descansar durante unos días, vuelve a salir a la mar, esta vez hacia las costas de Orán. Tras días sin avistar navíos enemigos, envía una expedición tierra adentro en busca de una población que atacar y saquear pero, en vez de esto, los exploradores se topan con el campamento militar del alárabe Muley Aben Agí y sus mil quinientos bereberes, de donde consiguen huir milagrosamente, abandonando los barriles de agua que estaban rellenando. Tras una persecución por el desierto que a punto estuvo de acabar con sus vidas, bordean la costa, ya a refugio en sus naves, asaeteando a los moros que siguen su rastro a caballo. Sin poder internarse mar adentro debido a la carencia de agua potable, localizan un manantial del que tenían conocimiento. Desembarcan y hacen huir a los defensores del mismo y se ven tentados de emprender su persecución por tierra, mas gracias al instinto de Pero Niño que no lo hicieron, pues poco más allá les aguardaba una emboscada de cuyos defensores del manantial eran celada, en que cinco mil alárabes habrían acabado con ellos sin remedio. Sin alimento, sin vino y con apenas agua, racionan los víveres que les quedan y ponen, con el rabo entre las piernas, rumbo a Cartagena.
Corsario en el Atlántico
Al llegar al puerto murciano, Pero encuentra misiva del rey, que le ordena dejar las naves en el puerto de Sevilla y presentarse en la corte de Segovia. Enrique III ha recibido varias quejas de la cancillería catalana acusando a Niño de ser pirata al servicio de Castilla y decide encargarle una nueva misión que le aleje del foco de atención.
El siglo XV representó el comienzo de la edad dorada de la piratería inglesa, que tendría como primeras víctimas el comercio castellano que recorría el Canal de la Mancha. Enrique III estaba ligado a Inglaterra a través de su matrimonio con Catalina de Lancáster, a la vez que Castilla era aliada de Francia y estas enemigas entre sí, lo que convertía el escenario atlántico, al igual que ocurría en la Península, en un polvorín de difícil manejo diplomático. Tras el grave perjuicio económico que los ataques del famoso pirata Harry Paye, señor de Poole, infringió durante el año 1403 a los intereses castellanos, y ante el caso omiso que las autoridades inglesas hacían de sus reclamaciones, el rey mandó a Pero Niño a la región. Desde La Rochela hasta Burdeos ataca, saquea y quema todas las poblaciones de posesión inglesa en el continente, ganándose el favor de los grandes señores franceses. Tras el éxito de estas acciones y con el apoyo del influyente Charles du Savoisy, dirige sus objetivos hacia la isla de Gran Bretaña. Llega a Cornualles y quema el puerto de Saint-Ives, donde captura dos naos. Ataca Plymouth, saquea y reduce a cenizas Portland, Southampton y los alrededores de Londres, remontando el Támesis y causando pánico entre los ingleses.
Tras dar por terminada la campaña de ese año, es convidado por el almirante Renaud de Trie a invernar en su palacio en Ruán. El militar, que fuera consejero de Carlos VI, es un anciano enfermo casado con una hermosa joven, Jeannette de Bellengues, que se prenda de Pero Niño. Quiso el destino que el viejo Renaud falleciera al llegar la primavera, y con su muerte la viuda declaró abiertamente su amor por el castellano. Habló con el padre de la enamorada y acordaron esperar dos años, en que Jeannette guardaría luto, antes de contraer nupcias. Recibe al tiempo invitación del Duque de Orleans para participar en una justa, en la que vence, tras lo cual será integrado entre los hombres de la casa. El bravo corsario, el exótico y aguerrido castellano, héroe en Francia, se convierte en una novedosa atracción en la corte parisina. Es desafiado por muchos oponentes, saliendo de los lances, tanto deportivos como amorosos, siempre exitoso. Pese a su compromiso, a los valiosos regalos con que su prometida lo agasajaba con frecuencia y a la promesa de riqueza y un señorío francés, nunca regresará a Ruán para cumplir su compromiso.
Dos veces exiliado
Al llegar junio, inicia la campaña marítima. Parte de Harfleur durante un eclipse de sol, que juzga de buen augurio. Desembarca en Jersey y conquista la isla para los franceses, tras lo cual es recompensado con un cuantioso botín. Enrique III, conocedor de las hazañas de su hermano de leche, vuelve a mandarle llamar. Reparte los beneficios de la campaña con su tripulación y parte a la Corte vía Santander. Al llegar es nombrado caballero y se le ofrece la embajada de España en París. Era intención del rey, además, recompensar los grandes esfuerzos de Pero Niño con un título nobiliario que le garantizara un amplio vasallaje y unos ingresos seguros, pero falleció ese mismo año, dejando como heredero a su único hijo varón, nacido pocos meses antes, y frustrando el ascenso social del corsario.
Durante unas fiestas en Valladolid, Pero Niño vence en unas justas que se celebraban y recibe la admiración de una hermosa dama que alaga su destreza y gallardía. Esta doncella no es otra que Beatriz de Portugal, hija del infante Juan, nieta por tanto del rey Pedro de Portugal. El caballero se prenda de ella, empieza a cortejarla y en 1409 se casan en secreto. Cuando el regente se entera de la noticia estalla en ira, pues planeaba para la joven un matrimonio concertado con un infante de Aragón, que hubiera favorecido sus pretensiones sobre la corona vecina. Manda prender a los recién casados y los somete a interrogatorio en Magaz, mas Pero Niño consigue escapar, ayudado por la reina madre, y se exilia en Bayona. Su esposa Beatriz, en cambio, permanecerá arrestada durante año y medio tras los muros de Urueña, hasta que Catalina de Lancáster obtenga el perdón para el matrimonio. Reconciliado completamente con Fernando de Antequera gracias a la intervención del Condestable Luna en su favor, se le entregan los burgos de Valverde y Talaván, y vuelve a prometérsele un condado en recompensa por sus servicios, mas el regente fallecerá ese año de 1416, dejando a Pero Niño, una vez más, huérfano de título.
Tomó el puesto de regente el infante Enrique, hijo de Fernando, y por lo tanto primo del rey Juan II, que enseguida comenzó a instigar contra la reina Catalina, acusándola de favorecer a Inglaterra en secreto, y emprendió una conjura que atrajo el apoyo de ciertos nobles menores y el papa Benedicto XIII. El 12 de Julio de 1420 entraron a palacio los alzados, detuvieron al rey, y tomaron el poder por la fuerza. Niño, en aquel entonces capitán del tercio de la guardia real, a pesar de ser contrario al alzamiento es aún siervo de Enrique, y se le entrega la protección del Alcázar de Segovia. Mientras don Álvaro de Luna consigue liberar al rey, ponerlo a refugio en el castillo de Montalbán y reclamar que las plazas fuertes se alcen contra el usurpador, Niño se mantiene neutral en Segovia, hasta que en 1422, tras la derrota y captura del regente Enrique, decide devolver el alcázar al legítimo Juan II y parte hacia el exilio, esta vez en Valencia, «a pie y ballesta al cuello».
En 1425, el Tratado de la Torre de Araciel decretó la recuperación de bienes y el perdón de los exiliados, permitiendo a Pero Niño regresar a sus posesiones en Burgos. Por intermediación de Álvaro de Luna consigue reconciliarse con el rey, hijo de su hermano de leche, y se le vuelve a prometer un título, esta vez tan en firme que en la corte comenzarán a llamarle, extraoficialmente, «Conde de Alba». Vuelve a tomar la capitanía de la guardia real, e interviene, ya totalmente reinsertado, en las tomas de Montánchez, en Cáceres y contra el reino de Portugal, y en las de Ariza y Cetina, contra Aragón. En 1431 participa con arrojo en la Batalla de Higueruela, que arrebatará al reino de Granada gran parte del territorio jienense y que a punto estuvo de derrotar y expulsar a los nazaríes de la península sesenta y un años antes de que la nieta de Juan II, Isabel I de Castilla, derroque definitivamente a Boabdil. Fue la intervención en esta batalla la que finalmente decidiría la entrega de un condado a Pero Niño, no el de Alba como se presumía, sino el de Buelna, en las Asturias de Santillana, tras cincuenta y cinco años de servicio.
Hasta su muerte, que le vendría plácidamente en 1453 con aproximadamente setenta y cinco años, se dedicará a la administración de sus propiedades, a atajar alguna que otra revuelta de los vasallos solariegos en Cantabria y a instruir a su único hijo, Juan Niño de Portugal, en las artes de las armas y la navegación. Encargó la redacción de su biografía a su pupilo y compañero de mil batallas Gutierre Díaz de Games y ordenó que, a su muerte, el manuscrito fuera depositado en la iglesia de Buelna, para «quien quisiere pudiere estudiarlo». El mismo original, hoy, se conserva en la Biblioteca Nacional de España, y es llamado El Victorial.
Tal vez aquel famoso manchego llamado Alonso Quijano, dos siglos después, fuera lector de sus crónicas y bebiera de sus hazañas, las de una época previa a la formación de un imperio en que los hidalgos aspiraban a ser ordenados caballeros y morir en batalla para honra de su nombre. Porque Pero Niño Lasso fue todo eso que las posteriores novelas de caballería relatarían: Fue pirata y conde, valiente y temerario; vio mundo, conquistó territorios y corazones, sirvió a tres reyes, se enfrentó a un papa y se convirtió en leyenda viva de su época, influyendo al mismísimo Miguel de Cervantes. Pero Niño es, sino el mayor, uno de los más grandes héroes de la historia de lo que más tarde se llamaría España y, no obstante, no solo no es honrado como tal, sino que apenas se conoce su nombre. Ojalá ayude a ponerle remedio este texto, el de la vida de Don Pero Niño Lasso, conde de Buelna, caballero, corsario e invicto.
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Creo que donde dice «cancillería catalana» querías decir «cancillería real aragonesa», que era su nombre.
Al utilizar «cancillería» en minúscula no parece que se refiera al estamento oficial, la Chancelleria Reial de Aragón, sino simplemente a algún cargo político de la zona, sino podría haber mentado la Generalidad de Cataluña, la Generalidad del Reino de Valencia o incluso el Gran Consejo de Mallorca, dependientes de Aragón, y más sencillo si así hubiera sido, pero no parece el caso.