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Policía en la universidad – 10 de octubre

La universidad de California va a aumentar el arsenal de su policía. Los más de cuatrocientos agentes que vigilan los campus tendrán miles de nuevas balas de pimienta, de goma y espuma, lanzadores de proyectiles, y tres nuevos drones. Ya cuentan con pistolas y fusiles automáticos. Este año han usado las armas para reprimir las manifestaciones, y disolver las ocupaciones y sentadas que se organizaron contra el genocidio israelí en Gaza. Ahora se preparan para las protestas del futuro. Pero, según la universidad, el material antidisturbios solo se podrá usar en circunstancias de riesgo de vida, cuando los uniformados tengan que defenderse de los universitarios. Los estudiantes se suicidan disparando contra la policía.

La policía patrulla los campus de EEUU desde los años sesenta del siglo XX: llegaron para reprimir las protestas contra la guerra del Vietnam y las marchas feministas. Hoy dos tercios de las universidades estadounidenses tienen policía propia; el resto, seguridad privada armada. En Columbia, donde llamaron a la policía de Nueva York, los agentes usaron drones tal y como se ven en las trincheras de Ucrania. La universidad estatal de Ohio tiene, desde hace una década, un vehículo blindado que le compró al ejército. El objetivo no es encarcelar a los estudiantes, ya que la mayoría de los cargos acaban retirándose. Como dice un abogado al New York Times, «el objetivo no es castigar a la gente, sino vaciar las calles».

La persecución de quienes denuncian el genocidio de la población palestina se ampara en la legalidad. En Alemania, una jueza ha condenado a una mujer a pagar 600 euros de multa por gritar «Desde el río hasta el mar» en una manifestación. Para la magistrada, el eslogan es antisemita y sería una apología implícita de los ataques del 7 de octubre de 2003. Alemania arrastra la culpa del Holocausto, aseguran los análisis psicologistas. Pero Australia también detiene o reprime a judíos anti-genocidio con el mismo argumento. Y Francia, y Estados Unidos. Más que mala conciencia, es una posición política. Y de raza, según Pankaj Mishra: es un neocolonialismo contra las pieles oscuras.

Occidente no se entera de nada de lo que está pasando, y responde a piquetes y pancartas con la brutalidad que denunciaba Marvin Gaye. El anciano Hajj Zaid Abu Halil se enfrentó estos días a un grupo de soldados israelíes en Cisjordania. Disparaban con botes de humo y pelotas de goma a unos jóvenes palestinos, y él se puso en medio para impedirlo. Más tarde, soldados israelíes entraron en su casa, le pegaron una paliza y lo mataron. La acción de Hajj Zaid Abu Halil se ha visto en las televisiones de ese Sur Global que ya no ve el mundo como muestran la CNN o Le Monde. Quizá lo mataron por esa resistencia pública. La piel marrón ni siquiera tiene derecho al desafío. Ni la blanca, cuando es visible: vaciar las calles, los campus, que la procesión vaya por dentro. La vida del orden está en riesgo cuando se exponen sus crímenes.


Extramuros es una columna informativa de Efecto Doppler, en Radio 3.

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Víctor García Guerrero
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