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Reflexiones sobre la ultraderecha en Austria – 20 de diciembre de 2017

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La música de Strauss alegrará los oídos del nuevo gobierno ultra de Austria en el concierto de Año Nuevo en Viena. El lujo del Musikverein brillará más a ojos de los flamantes jefes de la policía y del ejército. Iluminará la mirada de la ahora responsable de la diplomacia o del capataz de las carreteras. Los valses tendrán ecos de victoria para los cuatro ministros que el FPO, el «Partido de la Libertad», ha colocado en el Ejecutivo de Sebastian Kurz, esa estrella de la nueva política de derechas a la austriaca, un «Macron» de treinta y un años que enamora a las abuelas que sonreirían entrañables al ver hundirse a tantos refugiados negros y marrones en el Danubio Azul.

El nuevo gobierno de Austria tiene a cuatro ministros de ultraderecha en puestos clave para empezar el año porque así lo ha decidido el primer ministro Kurz. Y porque uno de cada cuatro electores austriacos les ha votado. El fascismo, no es novedad, también puede llegar al poder con las urnas en la mano. A otra parte de la sociedad esto le violenta, y sale a la calle a demostrarlo. Los que protestan tal vez votaron a los verdes, o a los socialdemócratas. O a nadie, ese que siempre pierde. El desencanto o la descomposición de la izquierda también han ayudado a llevar al poder al Partido de la Libertad para ser racista.

Aunque muy europeo, porque lo primero que va a hacer el viejoven Kurz es visitar Bruselas para presentar sus credenciales. Europa, a fin de cuentas, es un sueño germánico, una unidad de destino en la que también creía el nacionalsocialismo alemán que lo unificó a su manera. El FPO, el partido de fascismo yuppie con tanto peso en su gobierno, es, sin embargo, la principal fuerza del frente eurófobo en el Parlamento Europeo. Aliado ahí del partido nacionalista flamenco que prefiere, es suponer, a refugiados catalanes a eritreos. Todos forman parte del conglomerado «Europa de las Naciones y la Libertad». No son euroescépticos. Es que desean una Europa sentimental. De raza.

Hitler amaba la música y disfrutaba con Strauss, Richard, heredero de la música de Año Nuevo. Richard Strauss compuso Así habló Zaratustra, esa melodía pensada para el superhombre de Nietzsche que Kubrick hizo banda sonora de unos monos más listos y fuertes que otros. Los nazis también disfrutaban con Wagner, cuyas valquirias atronaban desde los helicópteros de Apocalypse Now, esa odisea para asesinar a Kurtz, el coronel que mataba demasiado en la película de Coppola. La música amansa a las fieras pero también las excita. En Viena tocará una orquesta del Titanic para la Europa que se hunde entre educadas sonrisas de odio normalizado y elegante indiferencia.


Notas de Extramuros es una columna informativa de Siglo 21, en Radio 3. Puedes escucharla en el siguiente audio y acceder al programa pulsando aquí. También puedes revisar todas las Notas de Extramuros en este tumblr.

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