El seriéfilo: enero de 2018
Enero. Mes perezoso que tarda en arrancar pero que siempre deja sorpresas en sus primeros compases y permite poner al día alguna de las miles de series que acumulan polvo apiladas en el siempre creciente baúl de imprescindibles pendientes de ver.
El primer gran evento del mes, y por ende del año, corresponde (¿cómo no?) a Netflix, que sin esperar ni siquiera a que diese comienzo 2018 estrenó el 29 de diciembre pasado los seis capítulos de la cuarta temporada de Black Mirror. Serie impactante y polémica donde las haya, en su nueva entrega continúa el viraje hacia esa experiencia más efectista que critica iniciado hace un año cuando Channel 4 le cedió sus riendas a Netflix. Sigue manteniendo su atención sobre las nuevas tecnologías, pero ahora desde un punto de vista más lúdico, lo que hace que pierda la oscura crítica social que rezumaba en sus primeros años. Como suele ocurrir en estas series de capítulos independientes, la sensación que nos queda al final es de irregularidad; todos los episodios tienen una muy buena factura técnica pero, viendo las críticas y opiniones, es difícil encontrar unanimidad respecto a cuáles son los mejores. Según mi modesto parecer destaca por encima del resto Hang the DJ, episodio que gira en torno a una nueva app de citas y cuyo desarrollo y final no es, para nada, predecible. Por su parte, hay otros como Metalhead o Arkangel sobresalientes a nivel visual y estético pero que se quedan un tanto descafeinados narrativamente. El último, Black Museum, aunque efectista, no consigue que sus protagonistas transmitan la empatía necesaria como para que importe lo que está ocurriendo en el museo de los horrores sobre el que gira la historia. Lo dicho, cada uno tendrá sus capítulos preferidos y es precisamente esta variedad de opiniones uno de los rasgos que hacen tan especial una serie como Black Mirror.
Respecto a Netflix hay que hablar también de The End of the F***ing World, serie inglesa que, aunque se estrenó en la plataforma digital el 8 de Enero, ya había sido emitida por Channel 4 en Inglaterra a finales de Octubre del año pasado. Sin duda se trata de una propuesta arriesgada, arrebatadora visualmente, pero que, lamentablemente, está vacía de contenido. Ocho episodios de veinte minutos de duración que se hacen largos al contar una historia tan pequeña que podría haberse rodado en la mitad de metraje. Bajo una narrativa muy hípster se esconde una road movie de corto recorrido que sigue la relación de dos adolescentes inadaptados. Quizá el primer gran obstáculo que hay que afrontar sea el casting de la pareja protagonista, correcto para los dos primeros capítulos pero que no resiste las turbulencias que les deparan a los protagonistas el resto de la serie. Es decir, cumplen como alumnos disfuncionales dentro de un instituto de secundaria, pero les viene grande todas las violentas peripecias a las que se enfrentan en su huida. A pesar de todo, se agradecen propuestas de este tipo que intentan innovar y hacer cosas diferentes, algo en lo que los ingleses siempre están en la vanguardia.
Turno para abrir el baúl de las series pendientes. Empezamos por Damnation (USA Network – Netflix), un western de diez capítulos que, desgraciadamente, ha sido cancelado tras su única temporada. Es una pena porque la serie tenía mimbres, condensando esa fatalidad y mala leche que le faltaba a Godless, si bien adolece en su apartado técnico. La historia nos traslada hasta el Iowa de los años treinta, época de cambios en la que los vaqueros ya no usan caballo y los revólveres palidecen ante las pistolas con cargador. Entre medias, dos hermanos con asuntos pasados por resolver que se reencuentran en el pequeño pueblo de Holden, donde las tensiones entre trabajadores y terratenientes están a punto de explotar. Puede que lo más flojo de la serie sea todo ese pasado misterioso que enfrenta a los dos protagonistas: uno, un predicador que apoya y alienta la lucha armada y la unión de los trabajadores para defender sus derechos; el otro, un pistolero a sueldo de los grandes empresarios para amedrentar al pueblo e impedir que las continuas huelgas mermen sus beneficios. Sin embargo, el envoltorio de Damnation se muestra mágicamente sucio, pobre y patético, convirtiéndose en uno de sus pilares. El otro es la importancia y fidelidad del contexto histórico: vemos las huelgas de los campesinos y las duras represiones, la permisividad de las autoridades, la dignidad en la penuria y la impotencia de la injusticia. No en vano, asustan los paralelismos extrapolables a nuestra actualidad, con la tecnología desmembrando el orden social establecido y una minoría aprovechándose del beneplácito de las autoridades para adueñarse, sin moverse de sus poltronas, del fruto de esa revolución. A pesar de entender los motivos que llevan a la cancelación de la serie, recomiendo su visionado. Así de contradictorio soy.
El baúl de los pendientes lleva inevitablemente a Amazon, plataforma que realiza casi siempre producciones entre notables y sobresalientes pero que, bien porque no invierte lo suficiente en publicidad, bien porque los críticos le tienen manía, permanece en un segundo plano a la sombra de Netflix y HBO. Así ocurre con Patriot, serie estrenada a principios de 2017 que, pese a haber pasado bastante desapercibida, hace una propuesta muy sólida sobre el género de espías y añade, además, unos toques de humor (que empiezan ya a ser seña de identidad de Amazon) muy bien implementados y que la convierten en algo distinto y original. Al igual que en otros títulos parecidos como Homeland y demás, lo que predomina es el drama y la acción, pero en este caso el recurso narrativo del hastío existencial del protagonista enriquece la trama principal dotándola de comicidad.
Como soy un hater nato, no podía irme este mes sin poner a parir a alguna serie. En este caso el premio recae en el último estreno de History Channel, Knightfall, título que había levantado mucha expectación por considerarse el relevo de Vikings dentro del género histórico (y además en la misma cadena). Que en España se estrenase en HBO también ayudó a que esas expectativas se inflaran, pero ya el piloto fue como un jarro de agua fría: la falta de un presupuesto decente lastra notablemente la recreación medieval, haciendo que cueste entrar en la historia. Asimilado esto, la serie se deja ver durante los dos o tres capítulos siguientes, pero a partir de ahí se hunde a nivel argumental. Sobre el papel, la búsqueda del Santo Grial por parte de los templarios y las tensiones políticas entre las tres fuerzas titánicas que dominaban la Francia de la época (Rey, Papa y la Orden del Temple), pueden parecer puntos de partida intrigantes, interesantes y ricos en posibilidades; sin embargo, su desarrollo narrativo los desaprovecha, cayendo además en giros de guion imposibles que en vez de impresionar causan incredulidad. Una pena: para la próxima vez será.
Tras este ejercicio catártico de crítica indiscriminada, llegamos al final del recorrido seriéfilo de Enero. Ya me siento preparado para recopilar series de cara al próximo mes, y tengo una candidata clara entre ceja y ceja: la apetecible Altered Carbon, drama futurista por la que Netflix parece haber apostado fuerte y que está basada en la novela del mismo nombre que ya reseñé hace un tiempo aquí mismo.
Mientras, sed buenos y recordad que Febrero es un mes corto… no hay tiempo que perder en tonterías. Dadle a las series.