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«The Boy Jones», el muchacho que se llevó los calzones de la Reina Victoria

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Reino Unido, 1838; la nación más poderosa de la época. Mirases donde mirases en el mapa, te encontrabas territorio británico por ahí perdido. La India, media África, Australia, Canadá… El Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda, nombre oficial, era lo más y tenía a la reina más brillante, Victoria I. La joven regente, de diecinueve años, en su vida pública se mostraba segura y competente. Manejaba a la perfección los devenires políticos del país, controlaba las relaciones con otras potencias extranjeras y era popular entre su pueblo. Y en la parte privada era feliz como una perdiz. Casada poco tiempo antes con su «adorado Alberto», palabras textuales de su diario, enamorada hasta las trancas, con toda la vida por delante… No le faltaba de nada. Por tener, tenía hasta su propio acosador, «el pequeño Jones».

Palacio de BuckinghamPor aquella época, al parecer, lo de la organización del palacio de Buckingham era un cachondeo. Existían dos figuras todopoderosas en cuanto a esta tarea. Por un lado estaba el lord chambelán, encargado de todas las habitaciones, a excepción de la cocina, las despensas y los cuartos de limpieza, que eran cosa del lord canciller. Pero esto en cuanto al interior, porque el exterior del palacio era terreno de la Oficina Forestal. Este reparto de funciones llegaba a generar situaciones absurdas del estilo «yo como lord administrador puedo ordenar que se limpien los cristales de las ventanas por dentro, pero claro, por fuera es cosa de la Oficina Forestal, por eso se ven sucios». Sin comentarios. Y con los sirvientes, tres cuartos de lo mismo. Resumiendo: unos por otros y la casa sin barrer… Nunca esta expresión fue tan apropiada. Y en medio de semejante caos organizativo, quién iba a notar que un muchacho andaba correteando por Buckingham sin tener que estar allí.

Poco se sabe de los orígenes de Edward Jones. Era hijo de un sastre de Westminster y nació alrededor de 1824. Pero este chaval acabaría convertido en una especie de celebridad de  la época. The Boy Jones, como le bautizaría la prensa, rellenaría páginas con sus fechorías: con unos catorce años, elevados hasta los diecisiete en algunas fuentes, campó por el palacio real a sus anchas, llegando a colarse allí en al menos tres ocasiones. Un profesional en eso del allanamiento, aunque se lo pusiesen a huevo.

Royal CoupleLa primera vez que irrumpió la residencia de los reyes fue en 1838. Lo hizo vestido de deshollinador. Y tan tranquilo que estaba hasta que un portero del palacio le vio y dio la voz de alarma. El pequeño Jones intentó huir pero fue atrapado por la policía en St. James Street. La sorpresa de los agentes fue comprobar que aquel crío había decidido llevarse un recuerdo de su paseo por Buckingham. Bajo sus pantalones tenía escondidos unos calzones de la mismísima reina Victoria de Inglaterra. ¿Quién no quiere llevarse un recuerdillo de los lugares que visita?

Edward Jones fue juzgado por este suceso. No obstante, pesar de haber mencionado con frecuencia su intención de colarse en la residencia real y encontrarse en su poder ropa de cama y una espada, en teoría robada del propio palacio, fue absuelto por el jurado. Y pareció que el chico aprendía la lección, pero nada más lejos de la verdad. Dos años después, en noviembre de 1840, volvería a las andadas.

Dos semanas después de la llegada a este mundo de la primera hija de Victoria I y Alberto, la nodriza de la recién nacida oyó un ruido en el dormitorio contiguo al de la reina y llamó a uno de los pajes que comprobó la estancia. Al mirar debajo de uno de los sofás vio una figura allí agazapada, según declaró, «de aspecto repulsivo». Obviamente se trataba de nuestro protagonista, el pequeño Jones. Tras ser atrapado, declaró que llevaba tres días dentro del palacio de Buckingham, escondiéndose bajo las camas, alimentándose de sopa y otros comestibles que se encontraba. También dijo que había visto a la reina, oído los lloros de la pequeña princesa y que incluso había llegado a sentarse en el trono.

Return of The Boy JonesTras este incidente, Edward fue condenado a pasar tres meses en Tothill Fields Bridewell, un correccional. Aquí intentaron convencerle para que se alistase en la armada. Pero el pequeño Jones tenía otros planes que, evidentemente, incluían otra visita a Buckingham. Fue liberado el 2 de marzo de 1841 y como no hay dos sin tres, el día 15 de ese mismo mes, tras el aperitivo, lo volvieron a encontrar en los aposentos reales. En esta ocasión a Edward Jones le cayeron tres meses de trabajos forzados por sus fechorías reales. Este último suceso parece que fue la gota que colmó el vaso y, por fin, la seguridad de palacio fue incrementada.

Después de su segunda puesta en libertad, The Boy Jones era ya toda una celebridad. Tal era su fama que un teatro de variedades le ofreció cuatro libras semanales, una buena suma de dinero, por actuar para ellos. Pero esta oferta fue rechazada. Era mucho más interesante merodear por los alrededores del palacio de Buckingham, dónde va a parar. Cuando la policía lo descubrió de nuevo en las cercanías de la residencia real, no se anduvieron con contemplaciones. Ni juicio, ni leches: directo a la armada como tripulación de un barco. El pequeño Jones pasó un año en alta mar pero, aprovechando que el navío se detuvo en Portsmouth para unas reparaciones, escapó rumbo a Londres a pie, aunque lo detuvieron antes de llegar al palacio. Y vuelta a embarcar en el HMS Warspit. Tenaz, el muchacho, era un rato.

Boy Jones hablando con la policiaY aquí acabaron sus correrías palaciegas. Jones volvería a aparecer en los periódicos tras caerse por la borda de un barco en el mar Mediterráneo. Su recuerdo aún no se había borrado, pues su notoriedad había sido mucha. No solo apareció en artículos periodísticos y en viñetas satíricas. The Boy Jones fue protagonista de cuentos infantiles y hasta de los célebres Penny Dreadful de la época. Incluso la película inglesa The Mudlark (1950), está inspirada en su historia.

Los devenires de la vida llevaría a Edward Jones hasta Australia en la década de los ochenta, donde cambiaría su nombre por el de Thomas Jones en un intento por pasar desapercibido. Encontraría la muerte el 26 de diciembre de 1893, en Bairnsdale, tras caerse borracho por un puente y golpearse en la cabeza. Y como si de un folletín se tratase, llegó a su fin la historia del primer acosador regio, el chico que se coló en los aposentos de la mujer más poderosa del mundo y robó sus calzones. La historia de The Boy Jones.

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